Capítulo 20: Desfile.

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ALINA.

Coloqué la mochila en el cofre de un auto blanco y busqué en el interior el teléfono desechable que había comprado antes de venir aquí.

Tecleé el número con rapidez y llevé el aparato a mi oído.

—¿60544?

—Me llamaron —pronuncié y no respondió ante mis palabras—. Habrá una reunión la próxima semana y quieren que esté presente.

—¿Irás?

—No tengo opción —oí que bufaba—, quieren que Matthew vaya conmigo.

Eso no es buena señal.

—Lo sé —susurré con desdén—, si quieren ver a Matthew significa que...

La reliquia volverá con él. No contigo.

—¿Y ellos cómo supieron eso? —me enderecé con lentitud y tomé la mochila cuando vi que Matthew entraba al estacionamiento.

Al verme, señaló una motocicleta.

Deben tener una bola de cristal —bromeó y rodé los ojos.

—No suena tan descabellado.

De acuerdo —exhaló—, ve y tan pronto salgas, llámame. En caso de no recibir tu llamada...

—Considerame muerta.

Tonta —gruñó y sonreí—. En caso de no recibir tu llamada...echaré a andar el plan c.

El plan c es más arriesgado que el plan b.

—Está bien —accedí con voz baja. Me colgué la mochila y caminé hacia donde Matthew me señaló—. Agenda este número. Te llamaré pronto.

Bien. Cuídate.

—Igual.

Alejé el teléfono desechable de mi oído y observé la hora.

—¿De dónde sacaste eso? —cuestionó con sorpresa mientras observaba el viejo teléfono de botones en mi mano.

—Lo compré —respondí con seriedad y cuando dieron la una de la tarde apagué el teléfono desechable para guardarlo en el fondo de la mochila.

—¿Quién estaba del otro lado?

Ante su pregunta lo miré; sus preciosos orbes marrones me inpeccionaban con intensidad.

Buscaba miles de respuestas a todas sus preguntas, no sabía por dónde empezar y eso lo estaba torturando.

—No iremos en motocicleta —anuncié con desinterés y me dirigí al auto en el que Hellian y yo habíamos llegado. Para mi buena fortuna, el azabache apareció y corrió a mi dirección al localizarme—. Matthew y yo iremos a un restaurante, ¿podrías...?

—¿Estarán bien? —cuestionó y asentí con una sonrisa. Sus orbes negros confiaron en mí y me entregó las llaves del auto—. Conduce con cuidado.

—Toma —le entregué el efectivo que llevaba en el bolsillo de mi pantalón.

—No te preocupes, puedo irme con Connell.

—¿Seguro?

—Sí.

Asentí y guardé el efectivo, me despedí con un ademán y di media vuelta para volver con Matthew. El castaño observaba con seriedad a mi compañero, desalarmé el auto y me miró.

—Andando, hay muchas cosas por hacer.

Subí al asiento de piloto y me ajusté el cinturón de seguridad. No sabía conducir pero Dorian tuvo que enseñarme.

¡Hey, Seth!: RECEPTOR. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora