Capítulo 14: En casa.

364 38 2
                                    


⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

Matthew.

⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

—¡Matthew, buen día! —saludó la señora Ross con una sonrisa amplia, llevaba su característico sombrero redondo color azul pastel que la cubría de los rayos de sol—. Por un instante creí que no saldrías.

Deje sobre el pasto las tijeras junto a la maceta de mamá.

—Buen día, señora Ross. Me levanté tarde —contesté con una risa nerviosa—, pero debía regar los rosales y cambiar los que están en la maceta. No puedo dejar que se marchiten.

La anciana soltó una risa, señalandome con una pequeña pala de jardinería.

—Excelente decisión, no puedes permitir que todo tu avance se vea arruinado —se giro para continuar con lo suyo—. Te veo más alegre de lo habitual, ¿conociste a alguien?

Me arrodille mientras reía.

—No, sigo pensando en la misma chica —me coloque los guantes de jardinería, teniendo cuidado con inspeccionar las raíces de los rosales.

—Alina, ¿cierto? —ante la mención de la castaña mi sonrisa incrementó—. Tengo el presentimiento de que está cerca.

—Me alegra mucho oír eso.

—Lo sé, desde que te conozco esperas por ella.

—Lo haré el tiempo que sea necesario.

La señora Ross estaba por responderme pero logramos escuchar un golpe seco proveniente de la residencia, ambos miramos a esa dirección.

—¿Sageh está en casa?

Me puse de pie mientras me quitaba los guantes, los dejé caer sin apartar la vista de casa.

—Sí, seguramente algo se le cayó. Iré a ver.

—De acuerdo, envía saludos de mi parte —pidió con una sonrisa—. Estaré dentro por si necesitan algo.

—Muchas gracias, señora Ross.

Asintió e ingrese nuevamente, cerré la puerta que conectaba con el jardín a mi espalda, en realidad no había nadie, hace una hora que se habían marchado a la junta mensual. Por lo regular demoran tres o cuatro horas.

Tiempo que no podía permitirme perder para buscar a Alina. Preslie me entregaba un reporte perfectamente organizado para que estuviera al tanto de los ingresos y egresos.

A mi alrededor había un silencio profundo, lo que nos permitió escuchar el golpe seco desde el exterior. Subí las escaleras con cautela, en caso de que, no fuese alguien que conozco.

Me asomé por la abertura gracias a la puerta entreabierta, encontrando en el reflejo del espejo una silueta femenina con vestiduras negras. Entrecerré los ojos, memorizando cada rasgo de su figura aunque entre las prendas oscuras era imposible.

Empujé la puerta, viendo como se sobresaltaba y se giraba a mi dirección, sosteniendo la pistola que mantenía guardada en el último cajón del mueble. Mantuve las manos a la vista, es inexperta, eso es evidente.

—¿Qué quieres?, ¿dinero? —camine lentamente hacia el tocador, quitó el seguro del arma sin dejar de apuntarme—. Tranquila, tengo dinero en efectivo aquí.

Abrí el primer cajón, encontrando un fajo de billetes.

—Encontré lo que buscaba —respondió con seriedad, abriendo el estuche de terciopelo para sacar el collar. Me tensé.

¡Hey, Seth!: RECEPTOR. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora