Epílogo

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Estaba rodeado de trigo, la hierba era alta, el viento era templado y muy a su gusto.

Había pasado un año, Daniel se encontraba feliz siendo rodeado por las hierbas y el trigo alrededor del pastizal.  El viento era relajante, se sentía tan bien que podía vivir en total tranquilidad, sabiendo que aún existen lugares naturales como ese.

Era tan cálido y sereno que no le prestó atención a la lápida que se encontraba frente suyo, el paisaje era tan hermoso que se olvidó sobre sus intenciones en ese lugar.

visitar y regalarle flores a Miguel.

Un año tan tranquilo, el otoño estaba cerca, su época favorita del año, la época en donde pudo encontrar la paz, donde se alejó de todo lo malo, ahora luz y tranquilidad iluminaban su día a día. No podía estar mejor de lo que la vida le regaló.

recordaba ese fatídico día en el que falleció Miguel.

Aquel día estaba tan apurado intentando verlo, que antes de entrar pudo escuchar a Miguel hablar. — Mamá, espero que puedas perdonar a Daniel, mi novio, él no tuvo la culpa, yo intenté protegerlo.

Su madre sólo podía llorar y asentir, Miguel estaba mal, muy mal. Uno de sus huesos rotos se incrustó en una vena del corazón y sus padres prefirieron terminar antes con su dolor.  Ni Miguel ni Daniel estaban enterados, su muerte sería rápida.

No recordaba sus últimas palabras, pero sabía perfectamente que al momento de despedirse, era la hora de ❝descanso❞ para Miguel. Sus padres estaban abrazados, ambos lloraban sin control, Daniel estaba impactado por aquella escena, sólo podía ver como el doctor inyectaba un líquido dentro de los tubos que se conectaban a Miguel.

Daniel pudo ver como el castaño lo miró de reojo y le dio una cálida sonrisa.

Esa pequeña sonrisa baja, significó mucho para Daniel, sus problemas se habían solucionado, podía estar en paz, no tendría más delirios en su vida.

No solo era una simple sonrisa, Daniel pudo saber que Miguel nunca le mintió en nada, que aún así, lo amaba demasiado y si tener que dejar este mundo para que él pueda ser feliz, eso debía hacer, porque amar también es dejar ir. Lágrimas comenzaron a surgir de los ojos de Daniel, estaba en paz, podía sentir el alma de Miguel librando sus dudas, sus preguntas, sus horrores.

Su partida fue triste, sí, lo sabía. 

Pero para Daniel fue algo por amor, no podían estar juntos por más amor que tuvieran, ¿cómo es posible amar a alguien que no está destinado a tí? No podía preguntarse eso, era imposible para ellos dos, no estaban destinados, se amaban demasiado pero no se pertenecían.

Los padres de Miguel salieron de la habitación, se encontraron a Daniel con lágrimas en los ojos pero con una pequeña sonrisa; mirando hacía la ventana donde se encontraba el cadáver de su ser amado.

Fue una discusión que casi termina en golpes, Los padres furiosos lo culpaban por la muerte de su hijo, Daniel no argumentaba, solo podía pensar en el alivio que Miguel le causó, no estaba feliz por su muerte, estaba feliz porque Miguel podía liberarlo de esa incomodidad que le causaba, las emociones reprimidas por él, su amor no estaba destinado.

uno de los dos debía morir para liberar al otro, Ninguno podía sobrevivir.

Aunque se alejaran, ese sentimiento seguiría ahí, y en algún momento explotaría, Miguel decidió ser el sacrifício para liberar a Daniel, lo amaba tanto que quería verlo feliz pero su situación era muy crítica y esto generaba en Daniel una depresión severa, ansiedad y el que no pudiera verlo, lo volvía loco, poco a poco se destruía y él no quería eso.

se sacrificó por el amor que le tenía a Daniel.

Aún recordaba el golpe que el padre furioso le lanzó, conservaba la cicatriz y no le molestaba para nada, ellos estaban pasando por un mal momento, pensaban que su hijo se asesinó solo porque no quería problemas con ellos por su novio. Pensaban que el novio era el responsable.

Ellos lo odiaban, habían matado a su propio hijo por culpa de ese cualquiera.

Los señores se marcharon, dejando a Daniel con una herida en su rostro, no le dolía, estaba feliz, ese día era libre, su cara ardía en la zona de la marca pero el solo se cubrió con un paño y salió del hospital, sereno y calmado.

Finalmente era libre.



Recordaba ese día mientras sostenía unas flores que había dejado para miguel,  reía con su entrecortada y suave voz, lo extrañaba, había sido lo mejor de su vida, el amor de su vida y nunca lo podría olvidar,  cada 10 de octubre lo visitará con flores. Le encantaba visitarlo, era un color más en su vida, desde hace un año atrás su vida había empezado a mejorar, pero también deseaba que Miguel hubiera hecho una vida tranquila y buena, tal vez si en otro lugar nunca se conocieran o se enamoraran, los dos estarían vivos, pero no era asegurado.

Daniel observaba el paisaje una vez más, tranquilo era el lugar, lo más hermoso que sus ojos hubiesen presenciado, y el mejor detalle era que Miguel se encontraba ahí, disfrutando de su paz eterna.


Una vez fuera del hospital, notó como Daniel estaba Con un pañuelo en su rostro, era obvio, los padres de aquel chico lo habían golpeado, entendía perfectamente ese sentimiento.

Continuó con su té de jengibre con miel y limón, era lo único que la mantenía cuerda, amaba ese tipo de té y las paletas de miel, podía distraerse de su mente atormentando a sí misma. y entonces escuchó una voz que nunca debió haber escuchado nunca más. — ¿Té de jengibre con miel y limón? ¿Mae?

Reconoció la voz al instante, no, no era posible, ella estaba fuera del país, esa persona que participó en convertirla en lo que ahora era, una inútil con la mente destruyéndose en el proceso, no era la culpable, no. pero no quería saber nada de ella ni de la causante.

se volteó con asombro, viéndola cara a cara.

— Viara, no te veo desde el incidente. — la contraria estaba asombrada, no por su aparición si no por la apariencia que la chica llevaba. se podía ver lo mal que estaba, poco a poco su mente la consumía y se notaba. — no fue hace mucho, no sé qué decir, no eres tú. 

Mae ignoró su comentario, siempre fueron así que ya era costumbre, por algo escapó cuando vió que ella estaba mal y necesitaba ayuda. — ¿qué  puedo decir?  ustedes me hicieron lo que soy ahora, alégrate de las creaciones de una niña. 

Mae no dijo más, ni siquiera se despidieron, solo se alejaron. como esa vez en la que Mae escapó de ellas, sus propias amigas.


Daniel se levantó después de una siesta a lado de la lápida, notó que ya era tarde, hora de irse.

Mae salió del auto, Daniel corrió a su lado, la chica tenía una paleta de miel en su boca mientras le daba una sonrisa suave, lo saludaba con un gesto. — Hora de regresar, solo pasaremos por un té en el camino. 

Daniel rió, conocía la adicción de la chica por el té y esas paletas, no le molestaba ni le molestaría.

Ambos entraron al auto, la más alta comenzó a conducir por la carretera mientras anochecía, Daniel solo miraba por la ventana del carro, observando el viento desordenar las plantas de trigo, sin duda, una vista maravillosa.


— Adios, amor mio.

— Adios, mi angel de luz.



...

¿cómo es posible amar?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora