7

84 9 1
                                    

Lute seguía esperando diligentemente en la puerta del bar cuando Sisi salió a su encuentro. La albina miró detrás del ángel zorro con la esperanza de encontrar a su jefe, pero torció el gesto al no verlo por ninguna parte.

—¿Querías algo? —preguntó con un tono claramente molesto, esa nueva actitud de Sisi la ponía de los nervios.

—Sí, hablar contigo. —Sisi contestó con una sonrisa y se apoyó en la misma pared en la que descansaba Lute.

—Tranquila, no te voy a vender. —La exorcista suponía que aquella era la mayor preocupación de la contrabandista.

—¿Aunque lo estés deseando? —preguntó Sisi con una sonrisa burlona.

Ella sabía que si Adam se lo había dicho, Lute cumpliría ciegamente sus órdenes. Y aquel fue claramente el caso:

—Adam me ha dicho que no lo haga. Si él dice que confía en ti, lo haré —afirmó Lute con la vista al frente.

Sisi esbozó una sonrisa juguetona.

—La firme y diligente lugarteniente. —El ángel se balanceaba de forma inocente sobre sus talones—. Siempre haciendo caso a las órdenes de su jefe.

—Hago mi trabajo.

—Lo sé, lo sé. Mantenéis la seguridad en el cielo.

Lute bufó por la gran interpretación de inocencia de Sisi. Ella sabía que la contrabandista era consciente de la verdadera función de las exorcistas. Sabía más allá de las falsas apariencias que aparentaban en el cielo.

—No hagas como si no supieras los de los exterminios —comentó con un tono cortante.

—¿Hay algo de mí que no te haya contado Adam? —inquirió levantando una ceja.

Lute se quedó un segundo pensando y dijo lo único que me vino a la cabeza.

—No me ha contado cómo llegaste aquí.

—No me esperaba una pregunta tan personal.

—¿Querías hablar conmigo no? —preguntó encogiendo los hombros.

No es que le interesara especialmente la vida de aquella a la que veía como una criminal. Sin embargo, sí que le intrigaba saber como una presencia tan molesta había acabado ascendiendo al cielo.

—Tienes razón —Sisi suspiró—. Viví en una época bastante complicada. Nací en un país que estaba viviendo una gran crisis especialmente para las familias más pobres. Y una de ellas era la mía. Si de por sí sobrevivir al hambre era complicado, imagina cuando también teníamos que lidiar con el frío. Eran pocos los que podían sobrevivir de forma legal en esas condiciones. —La voz de Sisi se notaba apagada por primera vez desde que Lute la conoció—. Así que desde muy pequeña, me vi en la obligación de empezar a robar para sobrevivir. Pero las carteras y las barras de pan que podía robar no eran suficientes. Vivía una vida muy dura hasta que conocí a un chico con el que empecé a salir. No es que me gustara ni nada y mi familia me advirtió que tuviera cuidado, pero él me protegía y, a su lado, pude salir de la pobreza gracias a su posición privilegiada. —La chica suspiró claramente apenada—. No lo pensé mucho porque por fin podía dejar de preocuparme por pasarme varios días sin comer, pero estaba claro que aquella posición, aquel privilegio y aquel dinero no podían venir de medios legales. Cuando ya estaba demasiado atada a él fue cuando descubrí que era el hijo de un capo de la droga. Cuando entras en ese mundo no puedes salir, al menos no con vida.

La cara de Lute se torció. La inmundicia humana le asqueaba completamente.

—Y fue entonces cuando la conocí a ella. —Por primera vez en toda la conversación, Sisi sonrió. Una sonrisa cálida y sincera—. La hermana del monstruo con el que estaba saliendo. Me enamoré perdidamente de ella y empezamos a tener una relación en secreto. Pensábamos que podíamos vivir nuestro amor sin que nadie lo supiera y seguir disfrutando de los privilegios de la familia. Pero, al final, nos acabaron descubriendo. —Sisi enfrentó la mirada de Lute que se había acabado interesado realmente por la historia. La contrabandista señaló las manchas en forma de flor en su piel—. ¿Ves esto? La forma que adquirimos al morir es un reflejo de cómo vivimos y cómo morimos. Estas son las marcas de las balas que acabaron con mi vida: una en la cabeza, otra en el pecho, una en el estómago y dos en las piernas.

Siete meses para enamorarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora