El exterminio sería solo en dos días y, como siempre que era mes de exterminio, Sisi debía garantizar que la entrega fuera los más rápida posible. Era la única forma de asegurar que la escandalosa histeria colectiva que atormentaba la ciudad esos días no llegara a escucharse. Era el día del año en el que su coartada corría más peligro y, con el adelanto del exterminio, las posibilidades de ser descubierta solo se multiplicaban.
Se encargó de meter prisa a los ángeles que se encargaban de llevar las cajas del apartamento de Sisi al almacén del bar que hacía de intermediario. Organizó meticulosamente los encargo para el resto de locales y los pedidos personales con notas de quién era el cliente que había encargado cada cosa e información importante sobre los clientes en caso de que fuera necesario. Todo estaba perfectamente organizado para que pudieran operar sin ella una vez la mercancía llegara al Cielo.
—¿Estás segura de esto, Sisi? —preguntó apurado uno de los camareros cuando Sisi le pidió que ese mes hiciera las entregas por ella.
Era la primera vez que la contrabandista no estaba presente en los repartos y aquello era bastante inusual. Sin embargo, la contrabandista esbozó su mejor sonrisa y le dio una libreta al camarero.
—Estoy algo cansada y este mes es bastante tranquilo, sé que podrás hacerme el favor de hacer los repartos y apuntar lo que necesite la gente. Si te ponen alguna queja, diles que hablaré personalmente con ellos y les compensaré las molestias el mes que viene —aseguró ella con una cándida sonrisa a la que el ángel no pudo resistirse.
A pesar de estar participando en actividades ilegales, los ángeles seguían siendo ángeles, seres cándidos y sin ninguna maldad, lo que le aseguraba a Sisi que podía pedirle ese pequeño favor sin que hubiera ningún problema.
—Cuando acabes, activa el portal y dame la libreta yo me encargaré del resto.
—Está bien. —El angelito agarró la libreta como si fuera un tesoro y se encaminó hasta el portal—. Descansa, Sisi. Nos vemos en un rato.
—Mil gracias.
Cuando el portal se cerró finalmente, Sisi se tumbó agotada en el sofá de su apartamento y deshizo su disfraz angelical. Encendió la televisión para intentar no pensar demasiado, pero no estaba funcionando porque su cabeza no era capaz de prestar atención a aquel documental antiguo sobre cómo cocinar un brazo al punto.
Hacía un mes que había descubierto lo que realmente había hecho que Vaggie dejara de ser una exorcista. Había descubierto que el que ella consideraba su mejor amigo no había tenido el valor de decirle que había mutilado y abandonado a su suerte en el Infierno a la chica que le gustaba solo por no matar a un jodido niño. Estaba muy enfadada. Llevaba un mes presa de la ira que sentía hacia el primer hombre. Adam se lo tendría que haber dicho, tendría que haber dejado que se enfadara con él, que se lo echara en cara, que se pelearan. Incluso podía haber conseguido convencerla de que lo que había hecho Vaggie era lo suficientemente malo como para justificar su violenta caída. Pero no, él prefirió mentirle y sabía que, si no se hubiera encontrado a Vaggie, nunca hubiera descubierto la verdad.
Sonrió amargamente cuando la imagen de Vaggie apareció en su mente. A pesar de su caída tenía que admitir que la había visto más feliz de lo que la había visto nunca como exorcista. Estaba claro que el ejército no era su lugar y que siempre había tenido dudas sobre su propósito. Pero parecía que el Infierno le sentaba bien. Esa princesa tenía suerte de tener a su lado a alguien tan comprometida y que la quería con locura.
—Quién fuera la princesa —susurró con amargura.
Pero no era el momento de pensar en qué hubiera sido de su vida si se hubiera aventurado a intentar algo con Vaggie. Tenía que pensar en qué haría a partir de ahora. No tenía ganas de ver a Adam, pero sabía que eventualmente tendría que enfrentarse a él si quería mantener su trabajo. Aunque ahora mismo no le importaba perder su empleo. Ya nada sería lo mismo aunque volviera al Cielo.
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Siete meses para enamorarla
Fanfiction-Creo que me gusta Lute. Con esta confesión del primer hombre empieza esta distendida historia. Todos sabemos que Adán no es el hombre que tiene más tacto con las mujeres y por eso recurre a la ayuda de su amiga Sisi para que le guie en el camino pa...