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El día del exterminio adelantado llegó inevitablemente al Infierno.

Por protección, en esa ocasión más que nunca, Sisi se refugió en casa de Andrealphus para protegerse de la ira de Adam. Sabía que el primer hombre iría primero por el hotel a destruir a la hija de Lucifer, pero, por si acaso la princesa y sus colegas caían, la contrabandista sabía que ella sería el próximo objetivo del primer hombre y, seguramente, de la psicópata de su novia.

—No sueles estar tan nerviosa, zorrita —comentó con sorna el dueño de la casa.

Para él el exterminio era algo totalmente diferente que para los pecadores. La nobleza no sufría por las purgas y no era más que un entretenimiento que veían en televisión en la seguridad de las fiestas que montaban en sus grandes mansiones. Sisi aprovechaba esas fiestas para protegerse de los exterminios desde que empezó a trabajar como contrabandista.

Normalmente Sisi no solía hacer mucho caso a las masacres anuales, no era una gran fan de ver aquel derramamiento de sangre, pero aquel año era diferente, muy diferente. Todo el ejército celestial había rodeando el hotel de la princesa y parecía que todo el infierno estaba pendiente a la televisión con el interés morboso de ser testigos de si la cantarina princesa tendría la fuerza suficiente como para defender el Infierno.

Tanta era la angustia de la contrabandista que empezó a beber mientras era incapaz de despegar la mirada del televisor. Necesitaba ver qué pasaba en el hotel de la princesa aunque la desesperación por si al final todo salía mal, la mataba por dentro.

—¿A ti no te preocupa? —le preguntó al noble que seguía a su lado.

—El Cielo está contra los pecadores, no contra nosotros. —Encogió los hombros—. Si este anillo cae, iremos al siguiente.

Sisi bufó. ¡Qué fácil era la vida de la nobleza tanto en vida como en muerte!

El ambiente festivo y festivo de la mansión no parecía ser suficiente como para tranquilizar a la contrabandista que no se separaba ni de la televisión ni de la botella que no dejaba de bajar. Estaba ansiosa. Sabía que no tenía ni una sola oportunidad de enfrentarse a la ira de Adam si el hotel caía.

Contempló como el Demonio de la Radio creó un gran escudo para proteger a los demonios. Los ángeles estaban siendo atacados por sus propias armas y Sisi se sorprendió al ver a las exorcistas caer. No eran invencibles.

—No sé cómo no ha intentado nadie esto antes.

—Al final parece que esas zorras no son tan fuertes como pensábamos —se carcajeó un demonio que estaba a su lado.

Pero Sisi sabía de lo que eran capaces. Las exorcistas estaban confiadas pero temía que acabaran despertando sus instintos para sobrevivir en aquella batalla. Ella las había visto entrenar y sabía de lo que eran capaces. Se dio cuenta de eso cuando Adam derrotó al Demonio de la Radio. Si él no podía, destruirlo nadie podía. Y eso lo comprobó amargamente cuando vio como había volatilizado con un rayo aquel enorme dirigible. Ella podría acabar en poco tiempo igual que aquel inconsciente pecador. Había sido inconsciente enfrentarse a él de esa manera, sin ningún plan, pero no iba a mantener esa farsa ahora que sabía la verdad.

Pero también quería mantener la esperanza así que decidió enfocarse en las imágenes de la pelea entre Vaggie y Lute.

—¡¡Vamos Vaggie, acaba con ella!! —gritó Sisi entusiasmada cuando vio como le propinaba un golpe a Lute con lo que parecía una radio antigua.

Vaggie estaba espectacular y se lucía especialmente en el campo de batalla. Seguía siendo la mejor y Sisi estaba confiada de que podía vencer a Lute. Debía ganarle. La cámara cambió de objetivo cuando Lute quedó sepultada entre escombros y Vaggie alzaba el vuelo para defender a la princesa. Sisi suspiró. Una amenaza menos.

Siete meses para enamorarlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora