Capítulo 5. Los primeros días

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Ya han pasado casi cinco semanas desde la cena de Kong con el matrimonio y, desde ese día, el omega se quedó a cenar casi cada día con ellos. Ahora, tras esas semanas y pasado el celo, Kong se acababa de trasladar con el matrimonio.

Como siempre, llamaba al timbre sonriente mientras se acomodaba la pequeña bolsa de deporte que colgaba de su hombro. Para su sorpresa, Arthit abrió la puerta.

- ¡Kong! ¡Bienvenido! – Dijo mirando la bolsa que colgaba de su hombro. – Pasa, pasa. ¡Cariño, Kong acaba de llegar! – Gritó a su marido.

- ¡Kong! ¡Kong! Por fin... - el beta bajó corriendo las escaleras y se lanzó a los brazos del menor dándole un efusivo abrazo.

- Ya llegué... - dijo sonriendo en los brazos del beta.

- Mira que eres cabezota. ¿Por qué has venido cargado? Arthit te dijo que podía acompañarte en coche a recoger las cosas que te faltaban...

- Bueno... - el menor se sonrojó – de hecho tengo todavía una bolsa más.

- Bien, – Arthit le sonrió – si quieres podemos ir por ella en un momento. – Kong le devolvió la sonrisa y asintió. – Deja entonces esta y vámonos. Winwin, enseguida vuelvo – dijo a su marido dejándole un beso en los labios. – No me eches mucho de menos.

Y Kong, dejando la bolsa en el recibidor, esperó a que el alfa se despidiera para seguirle hasta el coche.

- P', - el omega le llamó cuando se puso a su lado y empezaron a caminar. – Gracias.

- No hay de qué. – Sonrió.

Llegaron al coche, entraron y cuando se abrochó el cinturón, el alfa se dejó caer hacia atrás con un suspiro cerrando con fuerza los ojos.

- P', ¿te encuentras bien? – Le miró preocupado. – Si quieres podemos ir otro día o si realmente te va mal, puedo ir yo...

- Tranquilo, estoy bien. – Abrió los ojos y le miró. – Es solo que necesitaba salir un poco de casa. Win está realmente emocionado con esto y sus temas de conversación favoritos son el bebé y todo lo relacionado con él.

Kong apartó la mirada y apoyando las manos en su regazo, le habló con tranquilidad.

- No sé como se siente un beta, pero realmente debe ser frustrante para él desear un hijo y no poder tenerlo. Las tardes que hemos compartido juntos, miraba embelesado las revistas para bebés, me compró tantos libros y revistas que todavía no he acabado las diez primeras, de hecho, es lo que vamos a buscar.

- ¿En serio? ¿Cuántas revistas ha comprado?

- Diría que unas treinta. – Kong sonrió mirando al alfa. – Realmente tienes un marido estupendo.

- Lo sé. – Ese fue el pensamiento que se formó en la mente de Arthit pero que no llegó a pronunciar. – Kong, tienes que guiarme. – El menor pestañeó sorprendido ante el cambio de tema sin recibir respuesta. Le dio las indicaciones y se quedó pensando. Cuando hizo ese mismo comentario al beta, sin casi respirar empezó a alabar a su marido y a sonreír como un bobo enamorado, en cambio el alfa, se había quedado callado, ¿por qué? - ¿Qué te molesta?

La voz del alfa interrumpió sus pensamientos y se giró mirando al hombre que conducía.

- Nada. Pensaba en mis cosas.

Arthit maniobró aparcando el coche y cuando apagó el motor, se giró hacia el joven y le miró.

- ¿No estarás nervioso?

- No, ¿por qué?

- No seré tu primer alfa, ¿verdad? – El castaño le miró con cierta sorpresa y miró como el rostro del omega se coloreaba levemente.

Mentiras piadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora