Capítulo 2. La cita

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El sábado de la cita llegó más pronto de lo que le gustaba al omega.

Se levantó temprano, pues estaba un poco nervioso, se duchó y se detuvo frente al armario mirando con detenimiento la ropa que tenía.

- No tengo nada decente que ponerme. – Suspiró derrotado.

Dejando atrás el armario, se dirigió a la cocina para prepararse un café y seguir escogiendo la ropa después de que el amargo líquido le despertara un poco más.

Después de beber el brebaje despertador, se sorprendió y fue corriendo hasta el baño para meterse bajo la ducha. Solo se acordó que ya se había duchado cuando el agua le cayó en la cara.

Riéndose de sí mismo, salió del baño con una toalla seca y se enfrentó de nuevo al armario.

- No vas a ninguna cita, tranquilízate. – Se reprendió.

Y escogió un simple jean azul, una camiseta blanca de tirantes y una chaqueta negra y blanca.

Cuando lo dejó todo listo, se acabó de alistar y salió de casa.

*

Llegó al lugar indicado pasada una hora desde que salió de casa y se quedó mirando la bonita casa blanca que se alzaba frente a él. La estudió de arriba abajo, para luego recorrer el jardín que había. Cerró los ojos para imaginarse a un pequeño correteando mientras se adueñaba del jardín con todos sus juguetes esparcidos por doquier.

- ¡Hola! – El omega se sobresaltó al escuchar la voz. - ¿Eres Paradee Sooksamran?

- Sí. Supongo que tú eres Nokkaew Worakamon. – El hombre asintió sonriéndole mientras caminaba hacia la puerta para recibir al invitado.

- Te he visto desde la ventana y como he visto que no te decidías he salido a buscarte.

- ¡Oh! Lo siento. – El omega de disculpó avergonzado. – Solo estaba admirando la casa. Es hermosa.

- Gracias. Fue un regalo de mis padres por nuestra boda, pero no nos quedemos aquí, entremos.

El omega empezó a caminar siguiendo al beta. Sonrió internamente al comprobar que era alguien agradable. Cuando entraron, el beta dejó pasar al omega y cerró la puerta.

- Reitero lo dicho – el omega rompió el silencio mirando alrededor. – Es una casa preciosa.

- Mi marido es el artista. Él la decoró. – El alfa apareció para saludar al recién llegado. – Buenas, soy Kortunyavat Prarunyu.

- Un placer, soy Paradee Sooksamran. – El alfa asintió saludándole.

- No nos quedemos aquí. Vamos a ponernos cómodos. – El beta sonrió apoyando la mano en la espalda baja del omega.

Y los tres entraron en el salón. El alfa se sentó en su rincón del sofá y su marido a su lado. El omega se sentó frente a ellos.

- Y dinos, N'Paradee...

- Por favor P', ¿puedo llamarte P'? No me llames N', llámame solo Kong. – El omega sonrió.

- Bien, en este caso es justo que a mí me llames Gawin – se escuchó un leve gruñido por parte del alfa. – Que no te incomoden sus gruñidos. - El beta sonrió. – Al alfa gruñón, puedes llamarle Arthit.

- ¿Puedo llamarte entonces P'Arthit? – El omega preguntó mirando al alfa que asintió levemente.

- Pero que maleducado, ¿quieres algo de beber? ¿Zumo? ¿Té? ¿Agua?

Mentiras piadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora