Capítulo 8. Espiando

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Cuando llegaron a casa, Kong se dirigió a su habitación para poder cambiarse de ropa. Entró y se dirigió, primero de todo, al balcón abriendo el ventanal. Salió y miró al cielo, y sonriendo, volvió a entrar. Cogió de la cómoda la ropa que quería usar y la dejó encima de la cama.

Arthit, había entrado en la cocina para dejar la bolsa con la cena y aprovechó para beber un vaso de agua. Estuvo unos segundos pensando si como Kong, debía cambiarse de ropa o esperar al menor, pero decidió ponerse algo más cómodo para cenar, así que subió las escaleras y empezó a caminar por el pasillo.

No pudo evitar girarse al comprobar que la puerta de la habitación del omega estaba entreabierta. Se quedó quieto y agrandó los ojos cuando vio al moreno levantarse la camiseta.

Tragó pesadamente cuando el hombre ante él, movía rítmicamente sus caderas al compás de una melodía imaginaria, con su pecho totalmente desnudo

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Tragó pesadamente cuando el hombre ante él, movía rítmicamente sus caderas al compás de una melodía imaginaria, con su pecho totalmente desnudo. Pestañeó varias veces volviendo a la realidad, por lo que se giró y caminó hasta su habitación.

Sin saber por qué, Kongpob sonrió. Había escuchado los pasos del mayor acercándose y de repente, notando sus ojos recorriendo su espalda y la penetrante mirada fija en su trasero, empezó a contonearse frente a él. No sabía por qué diantres lo hacía, solo entendía que debía hacerlo, por lo que él se dejó llevar.

Dejó de moverse cuando notó los pasos del mayor alejarse y acabó de vestirse cuando su teléfono empezó a sonar.

- ¡Korn! – Exclamó contento cuando vio a su amigo en la pantalla.

- Hola – sonrió con amabilidad.

- Es raro que hagas una videollamada, a ti no te gustan estas cosas. ¿Va todo bien?

Kong notó rápidamente que algo estaba mal. Su amigo no mostraba la alegría de siempre y su tono de voz, había sido más triste y bajo de lo normal.

- Kong... - Korn empezó a sollozar.

- ¿Qué pasa? Me estás asustando. ¿Te encuentras bien? ¿May está bien? – La imagen del teléfono negó.

- Necesitaba... Necesito... Bueno... Kong... May... - Kong se alertó más cuando por las mejillas de su amigo empezaron a caer lágrimas sin parar. – Bueno... Nosotros perdimos al bebé... May estaba de cinco semanas cuando nos enteramos, te lo quise contar, pero al recibir la noticia que era un embarazo de riesgo, y que teníamos que esperar más de la mitad del embarazo para saberlo con seguridad, no le contamos a nadie... pero es muy duro... - Tomó aire y suspiró. – Aunque no lo dice con palabras, May me echa la culpa.

- ¿A ti? ¿Por qué? – Kong le miró confuso.

- No lo sé, y eso es lo que más ansioso me pone.

- Entonces, ¿por qué no hablas con ella? Dile lo que sientes, que tú también lo estás pasando mal. Que el bebé también era tuyo y que lo esperabas tanto como ella. Y que pasado un tiempo lo volveréis a intentar. – Kong sonrió intentando transmitir tranquilidad. – Ya verás como pasado un tiempo, todo volverá a la normalidad y volveréis a estar súper melosos y acaramelados... Poniendo morritos uno frente al otro y dándoos besitos...

Mentiras piadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora