Capítulo 4. Una historia de amor

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Unos días más tarde, Kong llegaba a la casa del matrimonio para que el beta le enseñara la habitación. Cuando por fin llegó a la casa, llamó al timbre animado.

- ¡Kong, llegaste! – El beta soltó un gritito cuando abrió la puerta. - ¡Hola! Pasa... - Le sonrió ampliamente mostrándole todos los dientes.

- Hola P'. – Le sonrió de vuelta. - Ten, esto es para vosotros. No entiendo mucho de vino, pero el encargado de la tienda me dijo que es uno de las mejores.

- No hacía falta, Kong. – Se quedó callado mirando la botella. – Oye, quédate. – Dijo levantando sus ojos para mirarle.

- ¿Eh?

- Quédate a cenar. Así podremos brindar.

- Pero...

- Si, quédate, anda... por favor... - Le miró triste poniendo un leve puchero.

- Está bien, está bien. Me quedo entonces.

- Perfecto. – Sonrió ampliamente. - ¡Oh! Que mal educado... Pasa, pasa. Dame un segundo.

Gawin salió corriendo hacia la cocina para dejar la botella de vino, mientras Kong miraba las fotografías que había colgadas en la pared y en los muebles. Casi todas eran de la pareja; de la boda, de la luna de miel, de las vacaciones, con la familia, de viaje... Kong no pudo evitar sonreír. Se les veía felices en cada uno de los retratos.

Cuando escuchó los pasos del mayor acercándose, se alejó de las fotografías y le sonrió cuando apareció.

- Ven, - alargó la mano y se la cogió. – Voy a enseñarte la casa y en especial tu habitación. Justo esta mañana la he acabado.

- ¿En serio? Tengo ganas de verla.

- Déjame advertirte que no es muy grande, pero tanto Arthit como yo, pensamos que es la mejor gracias al balcón que tiene. Allí podrás relajarte y sentarte a leer un libro, ya lo verás.

Y ambos hombres, emocionados, subieron las escaleras hasta el segundo piso, caminaron por el pasillo y Gawin giró el pomo de la puerta de la derecha haciendo que el sonido de las olas del mar llegaran hacia un sorprendido menor.

- ¡Es preciosa! Me gusta mucho... Realmente me gusta mucho... - Dio dos pasos hacia delante para ver la pequeña estancia. Las paredes blancas, sonrió cuando vio los cuadros y las sábanas que escogieron hacía un par de semanas. - ¡Gracias P'!

Gawin sonrió satisfecho

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Gawin sonrió satisfecho.

- Esto te va a gustar más, ya verás ven.

Y Kong siguió al mayor, pasando por delante de la cama. Abrió la puerta y salieron al pequeño, pero confortable balcón.

- ¡Oh! Tienes razón, es grandioso. Me encanta... Ya me veo aquí sentado, mientras tú tienes las manos apoyadas en mi enorme panza, ya que estamos notando las patadas del bebé.

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