Capítulo 3. Conociéndonos

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Tres días.

Tres días exactos habían pasado para que al omega le viniera el celo. Empezó a sentirse mal cuando se despertó, y cogiendo el teléfono, dejó un mensaje al beta cancelando la reunión de esa tarde.

Y es que después de la cita para conocerse, Kongpob y Gawin estuvieron enviándose mensajes. No habían quedado para reunirse, solo habían hablado varias veces, donde el beta le preguntaba por sus gustos, pero la tarde anterior, el beta le había invitado de nuevo a su casa para tomar un té helado.

Kong tuvo que cancelar la cita cuando abrió los ojos y se encontró con una dura erección dentro de sus pantalones y gimiendo por el simple roce la sábana sobre su torso desnudo.

Y ahora, después de que pasara el celo del omega, Kong ya se encontraba recuperado. Así que retomando los planes que se habían cancelado, volvieron a quedar para cuando el omega ya se encontrara bien, es decir, esa misma tarde.

- Hola P'. – Kong saludó al mayor cuando estuvo frente a él.

- Hola, – sonrió - ¿te encuentras bien? Estás algo pálido. – El mayor le miró preocupado.

- Si, no es nada, simplemente me encuentro un poco cansado. – Le sonrió de vuelta. - ¿Vamos?

Kongpob ofreció para entrar en la cafetería. Habían cambiado la ubicación de la cita por sugerencia de Kong, ya que después del celo, su cuerpo quedaba cansado, por lo que quedaron en una cafetería cerca del apartamento del omega.

- Claro, vamos.

Empezaron a andar con la mirada del mayor fija en el omega. Estaba diferente. ¿Sería el celo? Cuando Kong pasó al lado de las mesas para ponerse en la cola, Gawin, que estaba detrás de él, observó como la gente lo miraba disimuladamente. Kong, que llegó antes, se giró hacia el mayor y torciendo levemente la cabeza habló casi en un susurro.

- P', que quieres. Yo invito, por cancelar la cita de la otra vez. – Sonrió con timidez.

- Aww... que tierno... - Escuchó a una chica susurrar.

- Tranquilo Kong, yo pago.

- No, no, no, no, no por favor. Insisto. Déjame invitarte, por favor.

- Yo quiero que mi pareja me trate así... - dijo otra.

Gawin miró frunciendo el ceño a las chicas. A lo que ellas callaron al instante.

Y así consiguieron las bebidas, dos tés helados para sofocar un poco el calor del verano.

- Cuéntame, ¿cómo lo has pasado? – El mayor preguntó llevándose el vaso a los labios.

- No pude salir de la cama en toda la mañana... ya sabes... - Se sonrojó. – Me temblaban las piernas y cogí algo de fiebre. Pero una vez me toqué – susurró – ya se me pasó, pude levantarme y seguir un poco con mi rutina.

- ¿Has comido bien? ¿Necesitas algo?

El moreno asintió y luego negó.

- Realmente, desde que hablé con vosotros, he empezado a comer más sano. Como más fruta y verdura y, bueno, quería hacer algo más de deporte, pero no he podido.

El mayor dejó el vaso en la mesa y cogió la mano del menor.

- Gracias. Realmente agradezco muchísimo lo que estás haciendo por nosotros.

- De nada. A mí me conmovió mucho el anuncio. ¿Qué haremos después?

- Tenía pensado en ir a la tienda a comprar sábanas, un par de cuadros y perchas. Por eso necesitaba que vinieras, necesito que escojas las sábanas y los cuadros. Puesto que estarán en tu habitación es lo justo.

Mentiras piadosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora