CAPITULO 4 ¿QUIEN DIJO QUE HABÍA SIDO FACIL?

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Jess

La embarcación llegó seis meses después de mi huida.

Hice  varios arribos en diferentes ciudades antes de llegar a la ciudad destino. En cada ciudad que desembarcaba me tomaba el tiempo de cambiar mi atuendo, mi color de cabello, mi nombre, mi identidad... a mi...

Supongo que cada ropa que abandoné en cada una de las ciudades que visitaba, también se quedaba un poco de mi, de mis lágrimas lloradas en ese viaje, de la soledad que me abrazaba de manera aterradora, del miedo que sentía al saberme cada vez más lejos de las personas  que amaba, de ver cada vez más a gente desconocida que hablaba otro idioma. De encontrarme perdida.

Mi dinero se acabó, cambiar atuendo y conseguir identidades no es barato.

Aprendí que es más seguro para una mujer sirviente viajar, que para una noble.

No lo aprendí a la buena.

El segundo barco tomado con mis ropas de noble pero sin una dama de compañía me sirvió para que varios hombres intentaran algo más que solo miradas lascivas, comentarios mezquinos e incluso caricias indeseadas. Apenas salí ilesa, está vez, a diferencia de la primera, no me había quedado congelada, mis gritos y empujones y el tratar de manera desesperada de deshacerme de esa situación había surtido efecto y habían acudido a mi ayuda, pero sabía que una vez más había tenido suerte, y no podía seguir dependiendo de ella.

Para después, supe que una mujer mugrosa, mal oliente y con dientes podridos era no más atractivo que ver caminar a un perro sarnoso. Así que lo que siguió de mis embarcaciones adopté ese disfraz. Pero para finales de este, ese ya no era un disfraz, era parte de mi. Me había quedado sin dinero, sin comida, sin ropas. 

Llegué a Nueva York.

No me quedé ahí, quedarme ahí era pedir ser encontrada. Viajé a Ohio como sirvienta de una familia, ahí me quedé por algún tiempo, pero no duré mucho. Los celos de la señora de la casa y sus constantes torturas hacia mi, como modo de venganza por las "atenciones", por supuesto, imaginarias, que su esposo me daba, mermaron con mi voluntad de seguir ahí. Pasaba hambre, no recibía paga, los golpes casi cotidianos de la señora de la casa aunado con la falta de dormir por castigos que no me merecía, hicieron que huyera de ahí.

Huir no fue a mejor.

Caminé hacia otro condado, pero entre ellos los caminos eran largos. Terminé cansada, hambrienta, sedienta, mugrosa, mis pies sangraban y mi voluntad de seguir adelante quedó en algún lugar de esa larga caminata hacia ningún lado. Y es que era así ¿hacia dónde me dirigía? ¿Qué diablos estaba haciendo con mi vida?, esas preguntas se me vinieron a la mente cuando sentía que no podía dar un paso más, ¿hubiera sido mejor quedarme?, maldita sea!, no lo sabía en ese momento, y posiblemente jamás lo sabría, la decisión ya había sido tomada y está eran las consecuencias de mis acciones. cuando tienes consecuencias de tal magnitud, es cuando empiezas a hacerte prudente en cada decisión que Tomas  en tu vida, cuando en verdad ves que: ir, quedarte, hablar, callarte y cada pequeña o grande acción que tomes daña tu vida y tu futuro, es cuando empiezas a madurar y dejar de ser un niño que realiza cosas por berrinche. Yo lo había entendido a la mala.

Recuerdo aquel camino desértico interminable, recuerdo que cada paso dolía como si martillearan mis pies, recuerdo el sonido cansado de mi respiración forzada, recuerdo mi falta de todo para seguir adelante, recuerdo la vista nublada de lo que sea que hubiera delante mío, recuerdo el golpe sórdido de mi cuerpo contra la tierra y recuerdo que el último recuerdo de mi mente fue mi familia: una ellen sonriente, un Harry serio, un Andrew pacífico, una Megan tierna y cariñosa, y a él, su sonrisa retorcida y sus ojos verdes profundos.

DE LO MUCHO QUE TE AMÉ....       y de lo mucho que aún te amo (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora