Capitulo 18

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JOEL



{...}

—Joel, Joel, sálvame. Joel, por favor. Sálvame.

La dulce voz de Teresa se escucha a lo lejos, miro a mi alrededor y no hay nadie.

—Joel, por favor no dejes que me hagan daño —nuevamente escucho su voz.

Miro nuevamente el lugar donde estoy, está todo oscuro, hay una cama junto a unas cadenas, sangre por todos lados, un cuchillo ensangrentado y ropa de mujer. Trago grueso, es la ropa de Teresa.

—¡Teresa! —gritó con fuerza, miro mis manos, estoy lleno de sangre.

—¡Joel, hermano!

Camino persiguiendo aquellos gritos, al fin la veo, esta tirada en el suelo llena de sangre, solo tiene su ropa interior, mis ojos se llenan de ira, odio y mucha tristeza al verla así, corro hacia ella y la tomo en mis brazos.

—¡Teresa! Mierda, ¿Quien hijo de puta te hizo esto?

—Joel... ¡Mi bebé! —fueron sus últimas palabras, sus ojos se cierran poco a poco, la miro con lágrimas en mis ojos y trato de que reaccione.

—¡Teresa! Joder, reacciona, Teresa dime que estás bien. Mierda, no, no puedes morirte —la cargo en mis brazos y intento salir de aquel jodido lugar—. Hijos de puta, Teresa, por favor reacciona —lloro en su cuerpo ensangrentado acostándola en la cama.

{...}

—¡Teresa! —me levanto empapado de sudor, miro a mi al rededor, apenas es media noche, suspiro pesadamente, el reloj marca las cuatro de la mañana.

Me levanto de la cama, camino hasta el balcón, abro la gran ventana y salgo, miro al cielo y me siento vulnerable. Teresa es mi lado débil, siento mis mejillas empapadas de lágrimas, las seco rápidamente.

—Te juro que vengare tu muerte, no quedará ni uno vivo, se metieron con lo más sagrado que tenía. Tú y mi sobrino deberían estar aquí con nosotros, no allá —suelto con ira y mucho rencor.

Quizás ellos creen que esto ya quedó así, pero no, esos malditos infelices tienen que pagar por arrebatarle la vida a dos personas que no tenían nada que ver en esto.

Ni siquiera me doy cuenta en que momento empezó a salir el sol, regreso a mi habitación, entro al baño para tomar una ducha, cuando termino me pongo mi traje negro, me coloco perfume y salgo de la habitación, antes de llegar a la cocina paso por la habitación de Leah, entro sin hacer ruido pero no escucho nada, salgo nuevamente y bajo las escaleras hasta la sala.

En la cocina veo a la mujer que estaba buscando minutos antes, ella ayuda a Marta con el desayuno, me siento en el comedor y espero a que traigan el desayuno.

—Martita, déjame ayudarte, yo sé preparar un delicioso queso de leche de alce, estoy segura que a Joel... al señor, le gustará —escucho lo que le dice a Marta y me rio bajo, la miro de reojo y se ve preciosa como todos los días.

—Leah, ese no es tu trabajo —le grito desde el comedor mirando mi teléfono, la miro de reojo y ella se asusta por lo que acabo de decir.

—Señor, en seguida le llevo su desayuno —habla Marta.

—Gracias Marta, Leah, siéntate, desayunaremos y saldremos a hacer unos pendientes.

Ella sale de la cocina y se acerca a mi, dejo mi teléfono a un lado y la miro levantando una ceja, se sienta enfrente mío y niego.

—Acá es tu lugar —le señalo el lugar al lado mío.

Suspira y obedece a lo que acabo de decir.

Oscura Lujuria Where stories live. Discover now