Empujó la puerta de cristal entrando al restaurante. Buscó con la mirada alrededor y la encontró sentada en una de las mesas del centro. Con una sonrisa, se dirigió a ella.
El lugar estaba repleto como habitual martes en la noche en que se reunían para cenar con unas copas de vino. Cuando llegó a la mesa notó que Stella ya se había ordenado una copa de vino. -Has empezado sin mí.-le tocó el hombro al pasar a la silla de enfrente. –Imperdonable.- bromeó riendo. Dejó el bolso en el suelo y mientras se acomodaba en la silla, su mirada se desvió involuntariamente a la barra donde los meseros se reunían, esperando, escribiendo recibos. Su ojo atrapó a Lorenzo, el dueño del restaurante, dándole órdenes a los meseros. Alto, moreno, con barba incipiente en su mandíbula cuadrada y cabello oscuro suelto y salvajes. Vestía unos pantalones oscuros con una ajustada camiseta negra que se tensaba alrededor de sus musculosos brazos y hombros, estaba abierta a la altura del pecho exponiendo pectorales perfectos y piel canela. La verdadera razón por la que su restaurante era tan popular. El tipo desprendía una belleza peligrosa e indomable que todas las femeninas querían montar.
Rápido regresó su atención a Stella que estaba por servirse otra copa de vino.
Frunció el ceño. Le agarró la botella de la mano y se la alejó.-Stee, cariño, ¿qué pasa, es tu misión convertirte en borracha esta noche? –dijo con humor enmascarando su preocupación.
Stella sacudió la cabeza haciendo que su larga melena de rizos rubios rebotaran a su alrededor.-Tengo sed, es todo.-estiró el brazo para que se la devolviera.
No lo hizo. Dejó la botella en la mesa cerca suyo como rehén, y la miró seria.-Stella, ¿Qué sucede?-
Stella sacudió la cabeza negando que algo pasara, pero luego lágrimas empezaron bajar por sus mejillas y rompió en llanto. Se cubrió el rostro con manos.
Se levantó de inmediato para ir a consolarla.–¿Qué pasa, Stee? –le pasó el brazo alrededor de su espalda. –Dime. Sabes que puedes contarme lo que sea.-
Los hombros de Stella temblaban y sacudían, llorando inconsolablemente. Se le rompía el corazón verla de ese modo.
No hubo sonido de sus pasos o algo que le delatara en absoluto, pero sintió su presencia aproximándosele, y sabía de inmediato quién era.
Le frotó el brazo a Stella susurrándole calmantes palabras. Una masculina mano con venas surcando de lo tan fuerte era, apareció a su lado sosteniendo una caja de pañuelos. Rodó internamente a la manera en que Lorenzo siempre parecía poder anticipar los movimientos o pensamientos de las personas. Era casi sobrenatural.
Tiró un par de veces del mechón de papel y se los pasó a Stella. Los tomó con mano temblorosa y se secó las lágrimas. Ella volvió el rostro a Lorenzo transmitiéndole con la mirada gracias y que ya estaba todo bien. Su habitual expresión feroz e inescrutable que hacía temblar a cualquiera, le devolvió la mirada y se dio la media vuelta regresando a trabajar. Era innegable la fuerte imponencia que generaba.
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Venganza a la Italiana
RomanceRica Nolton está desesperada, su mejor amiga ha desaparecido sin dejar rastro alguno. Las sospechas de inmediato recaen en su pareja, pero no hay evidencia que respalde su corazonada. La policía no quiere escuchar sus gritos de ayuda, porque sin cue...