CAPITULO 6 VIGILANCIA, CELOS Y MAS PECADOS

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Su pierna rebotaba en un tic nervioso, sentada en el asiento pasajero del coche de Lorenzo, cruzada de brazos y de un malhumor diferente al totalmente feliz de él

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Su pierna rebotaba en un tic nervioso, sentada en el asiento pasajero del coche de Lorenzo, cruzada de brazos y de un malhumor diferente al totalmente feliz de él.

-Párala o lo hago yo, sole mio.- le advirtió él con una suave voz.

Detuvo el rebote.-No entiendo por qué tienes que estar tú.-se quejó por centésima vez.-Soy una mujer adulta...-

-Muy consciente de eso soy, sole mio.-le cortó, sus ojos se desviaron de la entrada de la casa de Dave que estaban vigilando, al rostro de ella, y había algo oscuro y pecaminoso que los hacían completamente irresistibles de apartar la mirada.

Tragó saliva. -Puedo cuidarme.-

-Lo sé, pero yo puedo cuidarte mejor.-

Puso los ojos en blanco.-Eres como hablar con la pared, ¿lo sabías?-

-Bueno, hablar no es uno de mis mejores encantos. Prefiero usar mis manos, mi lengua...-torció la sonrisa.

-Oh, por favor.-resopló.

Él se volvió en el asiento enfrentándola.-¿Acaso no lo disfrutaste?-

-¿De qué?- se hizo la tonta.

-No puedes negar que fue el mejor beso que alguna vez alguien te haya dado, y sé que por los idiotas con los que salías, que fui el mejor.-

Rechinó los dientes.-Estás tan lleno de arrogancia.-

-Y, tú de deseo por mí, sole mio. Lo sé con tan sólo mirar a tus ojos devorándome.-

-¡Eso no es para nada cierto!-chilló.

Él rió.- Como quieras, engáñate a ti misma pero yo conozco tu verdadero ser, lo que pone caliente esa sangre y cuerpo. Y...-se inclinó hacia ella, su mirada caliente trabada en ella.-voy a poner a prueba el límite.- su voz ronca, llena de excitación.

La tenía completamente paralizada, el pulso latiéndole desquiciado, los pulmones apenas pudiendo ponerse al día con su corazón.

-No creo que a mi novio le guste.-

Él estrechó la mirada.-No tienes novio.-afirmó.

Miró al frente. -Claro que sí. De hecho, me está por llamar para comprobar cómo estoy.- gran y gorda mentira, como la que se decía a sí misma de no sentir el fuerte deseo por él estando allí atrapados en tan reducido espacio.

-Pues, mi más sentido pésame.-dijo él.

Le frunció el ceño.-¿Por qué?-

Él se enderezó agarrando con sus dos manos el volante con extrema fuerza.-Porque te convertirás en viuda antes de siquiera estar casada.-

-¡Lorenzo!-chilló, y justo su teléfono sonó.

Las miradas de ambos se dispararon al bolso en su regazo como una bomba a punto de estallar.

Venganza a la ItalianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora