Era bien noche en la madrugada. El ambiente tormentoso amenazaba con llover en cualquier momento. Ni una sola alma rondaba la calle. Era el día, iba a estar solo. Su amante Verónica, estaba de regreso en su ciudad natal visitando a su madre recientemente enferma.
Con pasos sigilosos, se dirigieron a la casa. Habían dejado sus celulares para que nada les rastreara. Iban vestidos de negro, pantalones cargo, cazadora, botas, ropas de él de sus misiones, camuflándoles en la oscuridad. Lorenzo unos pasos detrás a su espalda rastrillaba con los ojos los alrededores asegurándose de que nada ni nadie estuviera cerca. La luz de su entrada estaba apagada, exactamente como lo habían planeado. Lorenzo se había inmiscuido y robado su bombilla. Dave no se molestó en cambiarla.
Llegaron a su puerta y golpeó. Tres suaves knock-knock a la madera, pero sabía que él lo oiría porque estaba viendo televisión. Sabían su rutina mejor que Dave mismo. Cuando su amante no estaba, se quedaba viendo hasta tarde porno y haciéndose una paja.
Sacó de su bolsillo trasero la pistola que Lorenzo le dio, y esperaron mientras oían sus pasos arrastrarse a la puerta. Cuando Dave abrió, les frunció el entrecejo no reconociéndoles. Bajó la penumbra de la noche, difícilmente podría. -¿Quiénes...-
Actuó rápido, impulsó el brazo adelante, el pulgar presionando el botón de la pistola paralizante fuertemente agarrada en su mano, trayendo a la vida electricidad. Se la encajó en el cuello cortándole cualquier palabra o grito. Sólo hizo un sonido de gorgojo, su cuerpo convulsionándose con fuerza, la corriente recorriéndole.
Quitó el pulgar del botón y él cayó espaldas al piso inconsciente. Su cuerpo seguía sacudiéndose con espasmos.
Sin necesidad de mediar palabras porque ya estaba todo organizado, Lorenzo dio un paso adelante y se lo cargó sobre el hombro sin esfuerzo alguno. Salió de la casa con Dave y ella cerró la puerta detrás suyo.
Lo metió en el maletero y ella sacó la jeringa. Enterró la aguja en su brazo a través de su suéter inyectándole el sedante, sedante que Emma les proveyó de su trabajo como farmacéutica. Lorenzo bajó la puerta del maletero y cada uno se dirigió a su lado del coche. Él puso en marcha el motor y se fueron sin absolutamente nadie enterándose de algo.
Condujeron por más de dos horas y media. El terreno donde Lorenzo tenía el granero era bien remoto. La carretera principal estaba kilómetros a la distancia del camino de tierra que llevaba allí. Era perfecto. Sin nadie a las cercanías para oír o ver algo.
Luego de otros cuarenta y cinco minutos, una enorme casa de madera vieja empezó a emerger en la lejanía.
Se sonrió entusiasmada.
El rostro de Lorenzo se volvió a ella, sus ojos destellando de igual emoción. Alzó sus manos unidas y besó.
Apagó el motor y un hermoso silencio ensordeció sus oídos. Se bajaron del coche, y ella echó una mirada alrededor. Sólo tierra seca y noche estrellada.
ESTÁS LEYENDO
Venganza a la Italiana
RomanceRica Nolton está desesperada, su mejor amiga ha desaparecido sin dejar rastro alguno. Las sospechas de inmediato recaen en su pareja, pero no hay evidencia que respalde su corazonada. La policía no quiere escuchar sus gritos de ayuda, porque sin cue...