Ruy & Teresa 5: Saliendo desde Theirinicia

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Ruy & Teresa 5

Rumbo a Rheintherra.

Ubicación: Posada del puerto, ciudad de Theirinicia.


La mañana se abrió con los primeros rayos de sol acariciando las paredes de piedra de la posada. Teresa, despierta y llena de alegría, encontró a Ruy aún sumido en un sueño profundo en el lecho que habían compartido durante los últimos tres días. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando su mirada se posó de soslayo en una máscara que descansaba junto a la suya. Una invitación se escondía tras aquel artefacto, una convocatoria para reunirse con el señor del gremio.

Aunque frunció el ceño, Teresa sabía que no tenía otra opción más que acudir a la sala del trono. Después de arreglarse, emprendió el camino hacia la cita, acompañada por Tina, una de las bailarinas del hostal. La conversación giró en torno a los festejos del carnaval y sus arraigadas tradiciones, pero pronto desviaron su rumbo hacia unas escaleras ocultas que descendían hacia un salón secreto. Allí, Giovanni aguardaba, sentado tras una mesa de madera rústica, rodeado de papeles, un tintero, plumas y una copa de vino blanco. Su saludo fue cálido, aunque cargado de complicidad, y rápidamente reveló el propósito de la reunión.

—Bienvenida, hermosa hisparita —susurró con una sonrisa astuta—. ¿Disfrutaste de tu estancia?

—Sí, mi señor —respondió Teresa, sintiendo un nudo de nervios en su estómago.

Giovanni pareció deleitarse con su ligera incomodidad antes de continuar.

—Tengo una tarea para ti —anunció, levantándose para servir una copa de vino que entregó a Teresa—. Debes llevar un mensaje a la ciudad de Rheintherra.

Con gesto solemne, entregó un mapa y un porta-pergaminos sellado con varios anillos.

—La líder del gremio en esa ciudad aguarda este mensaje. El viaje será largo, cerca de cuatro semanas, pero encontrarás posadas en el camino, e incluso pasarás por la Marca de Thaersanii.

—Entendido, mi señor —respondió Teresa, recibiendo una bolsa de ducados de oro para su travesía.

—Es suficiente para el viaje —aseguró Giovanni, manteniendo su sonrisa intacta. Luego, con gesto galante, tomó las manos de Teresa y depositó un beso en cada mejilla, haciendo que el rubor se apoderara de su rostro—. Confío en ti, encantadora hisparita.

—¿Y... y cómo se llama esa mujer? —balbuceó Teresa, con voz temblorosa y manos nerviosas que derramaron un poco de vino.

—¿Lucrecia Tassinarii? —respondió Giovanni, disfrutando de su evidente inquietud—. La reconocerás por su cabello blanco, sus ojos dorados y su piel canela.


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