十九

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Aquella mañana comenzó siendo una bastante gris, no solo por el clima lluvioso que se avecinaba, sino por el ánimo de ambas, pintando todo aquel hogar de gris.

Soyeon despertó junto a Yuqi, quien no se había movido ni un centímetro de la misma posición en la que se recostó para dormir. No había sido una buena noche, pero definitivamente, ella si pudo dormir, a diferencia de la calidad de sueño que tuvo la china. 

Cuando la coreana abrió los ojos, notó que Yuqi ya estaba despierta. Se separó de ella lentamente y se sentó en la cama, buscando las palabras correctas para saludar a la china, porque sabía que un "buenos días" sería lo menos que aquella mujer quería escuchar. 

Suspiró.  —¿Pudiste dormir? — preguntó, le pareció lo correcto para comenzar la conversación. 

—Solo un poco. 

Yuqi no quería hablar, pero tenía las energías suficientes para responder a las preocupaciones de Soyeon. 

—Supongo que querrás estar sola, pero solo por si acaso, ¿Puedo quedarme contigo aquí? Para hacerte compañía. — ofreció Soyeon.

Yuqi lo pensó por un momento. No sentía vergüenza de llorar delante de Soyeon, ni tampoco creía que estar sola era lo mejor; lo único que la podía detener, era que no quería contagiar la tristeza a la coreana. 

Por mucho que era difícil para ella y que tenía pocas —o nulas— energías de decir o hacer nada, pensaba en que Soyeon era capaz de darle un poco de ánimos, al menos para suplir sus necesidades básicas, incluso cuando no quería. 

—Sí, puedes quedarte. — respondió con aquella voz baja, lo cual alegró a Soyeon, pues no quería dejarla sola. 

—Haré un desayuno ligero. Para sanar el corazón roto, hay que comer, eso me decían mis abuelos cuando papá murió. — explicó, levantándose de la cama, lista para ir a la cocina. 

No hubo respuesta de parte de Yuqi, pero no hacía falta, pues Soyeon sabía lo mal que se sentía y sabía también, el esfuerzo que debía ser para ella el simplemente sacar un par de palabras de su boca. 

Llegó a la cocina y una vez se encontró con la soledad de nuevo, cayó en cuenta en lo que realmente estaban viviendo. Estaba tan concentrada cuidando de Yuqi, que no pensó en el verdadero peso que tenía esta situación para la china, además del vivo recuerdo de su padre, siendo una situación parecida. 

Colocó sus dos manos sobre la mesa de la cocina, sosteniéndose de ellas y pensó por un rato. Aquella situación era dolorosa, aún más teniendo los vivos recuerdos de su padre en sus últimos momentos; por una parte, pensaba que Yuqi tenía suerte de no haber visto su sufrimiento, pero, ¿Acaso eso era mejor que no enterarse de su muerte sino meses después? 

Lo único de lo que estaba realmente segura, era que ella era el único pilar que ahora tenía la china y debía asegurarse de hacerla superar aquella situación. 

Cocinó una sopa de algas, un desayuno ligero para que Yuqi pudiera comerlo fácilmente. Pensó en cocinar algo más, pero recordó las náuseas que sintió al día siguiente después de la muerte de su padre y podía suponer que la china se sentía igual.

En momentos como estos, incluso algo tan simple y cotidiano como comer, se volvía una tarea gigante y ella lo sabía por experiencia. 

Caminó hasta la habitación nuevamente, llevando una bandeja con la sopa sobre ella, así como un vaso de agua. Sí, era un desayuno bastante triste, pero era lo mejor que podía hacer por ella.

—Te hice sopa de algas, es más fácil de comer. — exclamó, dejando la bandeja sobre las piernas de Yuqi, quien ya había acomodado almohadas en su espalda para sentarse más cómodamente.

𝑪𝒂𝒇é𝒔 𝑪𝒐𝒍𝒈𝒂𝒅𝒐𝒔 » 𝘠𝘜𝘠𝘌𝘖𝘕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora