nueve

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La tierra era fría y húmeda a pesar de que una frazada lo separara de su toque. Jisung tembló y se encogió de cuerpo entero cuando trató de juntar las piernas y mantener cálido su vientre. Tenía el rostro escondido bajo las frazadas y a pesar del poco aire, trataba de mantener el calor ahí, entre su piel y la oscuridad de su pequeño nido. Gimió bajito y su cuerpo tembló una vez más cuando la puerta se abrió y escuchó pasos lentos y fuertes.

Jisung se puso tan rígido que su respiración se volvió casi inexistente, trató de quedarse quieto, con los ojos abiertos y el pecho latiendo tan fuerte como un animal en peligro. Lo sintió. El aroma penetrante entró por la frazada y atacó sus poros, su piel entera y todos sus sentidos. Su cuerpo se estremeció cuando sintió una mano en su cadera. Cuando lentamente sentía que destapaba su cabeza y la luz de la lámpara iluminaba su rostro extraño y cruel.

Su ojo ciego parecía juzgar algo en su alma, parecía demostrar un desagrado silencioso que su boca sellaba con mentiras y una suave sonrisa. Jisung miró al Alfa con ojos temerosos, sus piernas temblaron, pero se apretaron entre sí, como si intentara sellar sus partes íntimas ante los toques ajenos. La cicatriz que tenía el Alfa en su rostro estaba blanca, tan pálida como su rostro mugriento y su cabello grasiento y corto. Jisung, a pesar de ello, sintió que su cuerpo se estremecía ante las feromonas que destilaba.

Aquel Alfa era distinto a los cambiaformas, tal vez porque era igual que él. Parte de una jerarquía que había sido derrotada por los hijos de las montañas. El Omega tembló cuando la mano ajena destapó su cuerpo. Cuando sus dedos fríos y sucios tocaron su piel erizada, él se estremeció, dejando escapar la poca calidez que con tanto trabajo había buscado. Pero Jisung no podía hablar, algo lo dominaba, algo que venía de él. De sus toques, su mirada y su piel. Algo en él le decía que se callara y que se quedara quieto. Lo hacía sentirse pequeño y frágil, como si aquel fuera toda la fuerza que le faltaba y que requería de su tacto para que le devolviera a trozos la misma. El Omega no lo miró más, pero sintió su mano acariciar su vientre, era fría y áspera.

—Sabes que no te puedes dar el lujo de rechazar la comida... cuando esperas un cachorro, ¿no? —murmuró y sintió su voz como un monstruo, toda su piel se erizó y sus ojitos se levantaron. Él tenía un rostro maduro, tenía la sombra de la barba y las cicatrices marcadas. Su mirada era cruel y sus palabras lentas daban el intento de tranquilizarlo, pero la poca luz, el ambiente frío y su rostro inexpresivo no hacían más que inquietar su mente y estremecer su cuerpo—. Te traje la comida. Quiero que te acabes todo y no me iré hasta que termines.

Jisung lo miró con ojos grandes, el Alfa se apartó y dejó un plato de lata con algunas semillas y frutos del bosque, el Omega se sentó con lentitud, cubriendo sus piernas y mirando la carne pálida cortada en pequeños trozos. El vaso de agua lo esperaba al lado del plato.

—La carne cruda es nuestro alimento —habló cerrando los ojos, lucía cansado—. No hacemos fuego porque el humo puede alertar a los cambiaformas, pero ordené que lo calentarán un poco para ti. Al menos con fuego mínimo.

El Omega asintió y tomó el plato con cuidado, no quería comer con las manos sucias, estaban húmedas y cubiertas de tierra. Todos ahí siempre estaban mugrientos, cubiertos de tierra y con el cabello sucio a pesar de que el arroyo estaba tan cerca. Jisung tomó un trozo de carne y lo llevó a su boca bajo la atenta mirada del Alfa. Estaba crudo, pudo sentirlo porque era difícil de masticar y la sangre se escurría en su lengua, quiso quitárselo de la boca porque su estómago pareció cerrarse y tragar aquel trozo fue una lucha. Su cuerpo se estremeció y sus manos alcanzaron el vaso con agua.

—No dijiste nada desde que llegaste aquí —habló y Jisung lo miró. El Alfa levantó una mano y volvió a empujar suavemente el plato para que tomara otro poco de comida. El Omega tragó saliva, y sus dedos tomaron algunos frutos—. Creí que era la conmoción del momento, que tal vez los cambiaformas te habían hecho algo, sin embargo, pasaron los días y sigues así, mirándome con tus ojitos grandes como si no me reconocieras, cubriendo tu cuerpo... tus piernas, como si no supieras quién es la persona que te habla.

teeth ୨ৎ minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora