Le ardían los pulmones. Los sentía como fuego en su interior y la molestia en sus ojos no se iba. Jisung avanzó entre la oscuridad de la tierra asfixiante con las manos apretadas en el pecho, su camisón envuelto en sudor, en sangre y barro reveló el pequeño cachorro que cargaba con fuerza. Sus brazos temblorosos lo sostenían con protección mientras avanzaba con los ojos grandes ante la oscuridad y los aromas que se presentaban a su alrededor. Era, de alguna manera, aterrador e insoportable. Sentía la boca espesa y el estómago le rugía hambriento, sus piernas eran tan pesadas que la posibilidad de caer en el suelo y dormirse se volvía remota y absoluta. No tuvo siquiera las fuerzas para emitir feromonas, para calmar al cachorro inquieto, pequeño y extraño que cargaba entre manos.
Jisung lo sostenía con ambos brazos, y cuando ya no podía soportar la fuerza entregada se recostaba en la pared con el rostro bañado en lágrimas y los ojos irritados por la tierra y el polvo del lugar. Sollozó como un niño solitario, mientras sentía en la oscuridad la piel blandita y jugosa en sangre de aquel bebé. Su estómago dolía, su vientre, sentía a su cachorro pesado y sus pies parecían no aguantar el peso de más.
Las lágrimas ardieron en sus mejillas cuando trató de respirar. Jisung avanzó con pasos lentos cuando observó a lo lejos una pequeña luz, podía notar en el ambiente la tierra danzando, el aroma a sangre, a sudor y mugre. Sus ojos se abrieron y sus iris claros se iluminaron por aquella luz, la irritación rojiza se notó en sus orbes, las ojeras relucieron y sus labios agrietados y secos se vieron con claridad. Jisung abrazó al bebé y apoyó una mano sobre su vientre, sus piernas transpiradas dejaban gotas de sudor frío, y sus pies se enterraron en la tierra seca del suelo. Jisung oyó a lo lejos el silbido del viento, rápidamente se movió, chocando contra las paredes cuando la brisa limpió sus pulmones del aroma a mugre y humedad. El Omega sintió sus ojos llorosos cuando aspiró con fuerza, llenando su cuerpo al tope, destapando al cachorro para que respirara bien. La claridad lo dejó ver con cuidado, su rostro ensangrentado, sus manos pequeñas y ojitos cerrados. Observó su pecho pequeño, sus partes íntimas y sus piernitas enroscadas para conservar el calor. No lo oyó quejarse y lo cubrió con su ropa. Jisung se tambaleó cuando avanzó, siguiendo el aire fresco, la próxima luz limpia que vino de afuera y los rayos de sol que se filtraron cuando recordó aquel lugar. El mismo por donde había caído, donde conoció a otros Alfas. Jisung volvió la mirada, notando las telas mugrientas en sangre que había en el suelo. Observó la escalera hecha de troncos y abrazó al bebé con fuerza cuando levantó la mirada, la madera filtraba la luz, y supo que era de día. Jisung no oyó nada a su alrededor cuando subió con cuidado, por el cachorro y su vientre hinchado.
Su mano se alzó, tratando de levantar la madera para salir, abrió un poco y elevó el rostro cuando sintió el aire puro del bosque. Jisung abrió la boca y tragó bocanadas de aire cuando volvió a visar las ruinas de un pueblo, los árboles, el sonido de los pájaros y el silbido del viento danzando como ninfas entre la maleza. Su cuerpo se inundó de una alegría inmensa, de una euforia que lo llenó de tal fuerza que pudo levantar la madera y poner con cuidado el bebé sobre el suelo. Jisung trepó con cuidado cuando observó el ceño fruncido en la carita del cachorro y rápidamente lo atrajo a su pecho cuando se arrastró entre la tierra. Su camisón se llenó de barro, de hojas secas y sangre. Jisung se raspó las rodillas cuando volvió a mirar todo a su alrededor. La luz del sol lo cegó por completo y no pudo evitar colocar una mano sobre su frente.
Su pelo sucio no se movió cuando el viento besó su piel. Jisung se quedó quieto, asimilando el hecho de que era libre, que estaba más despierto que nunca con los pulmones ahogados en aire puro. Las ruinas estaban envueltas en maleza, en hojas, tan desoladas que siquiera pudo imaginar la grandeza de los túneles bajo sus pies. El Omega miró a sus lados, cerró la puerta de madera del suelo y volvió a cubrirla con hojas, miró todo con grandes ojos, tan perdido.
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teeth ୨ৎ minsung
Hayran Kurgu«Había escuchado, sin embargo, que atesoraban la idea de que un Omega les entregara cachorros. Su estómago se revolvió, sabía que los cambiaformas estaban en peligro de extinción, y, aun así, eran tan fuertes como para erradicar gran parte de la pob...