catorce

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—Esta flor tiene los pétalos tan suaves como tu piel —murmuró y levantó la mirada al Omega. El chico se sonrojó y volvió la mirada al tranquilo río de aguas frías. El pasto húmedo se hundía en el ropaje, las canastas de ropa y sábanas yacían a un lado de ellos, esperando pacientemente a que las lavaran.

—¿Es así? —preguntó el Omega, sus ojos grandes se elevaron a los ajenos, el Alfa sonrió. Se acercó suavemente y besó sus labios. Peter se encogió de hombros y se dejó tocar cuando el hombre enterró los dedos en su cintura. Era sumamente desconocido y nuevo para él que no podía detener la intriga, las mejillas del Omega se volvieron de un rojo carmesí—. Me... ¿me harás lo que hiciste la otra vez?

—Mmm, ¿te gustó, Peter? —preguntó el Alfa ladeando la cabeza. El Omega asintió y sus pupilas se dilataron cuando las manos del Alfa bajaron a los botones de sus pantalones. Su respiración y su aliento a hojas de menta y tabaco puro chocaron con la piel ardiente del más chico—. ¿Te gustó que te tocara aquí?

—Sí... —susurró un poco asustado de sus propias palabras. El chiquillo había visto numerosas veces a sus dos padres dándose besos, era cosa de grandes y de alguna manera le hacía sentir extraño estar con aquel hombre. Peter llevó sus pequeños dedos a la mejilla del Alfa y sintió la piel áspera y la sombra de la barba. Era más grande que él, pero más joven que su padre. El Omega se sonrojó y besó suavemente los labios del Alfa cuando este metió la mano dentro de su ropa interior con curiosidad. El calor decoró su rostro y su cuello, pero se dejó tocar.

Se recostó sobre el pasto con el Alfa encima y dejó que lo tocara a su gusto. Peter era demasiado joven e ingenuo como para entender varias cosas, era un chico de campo y se le había negado la educación por ser Omega. A sus cortos años se había dedicado al hogar, al aseo y a todo lo que su madre pudiera enseñarse en su condición. Peter sabía hacer de todo, pero en lo que respecta a su propio cuerpo y todo lo sexual, se sentía igual que un bote sin brújula, sin remos en aguas turbulentas.

El día que su celo llegó supo lo que era. Su hermano lo había sufrido, solo que su olor había sido distinto. Incluso papá le había hecho un banquete para celebrar, Peter también quiso eso y esperó a que la bendita naturaleza le brindara los dones que su hermano tenía. Pero lo único que ganó fue una charla de mamá diciéndole que ya podía quedar en cinta, que todos los meses su cuerpo se llenaría de humedad y que sus caderas y piernas se volverían más gruesas para parir cachorros. Su padre le dijo que tuviera cuidado con los Alfas y que más tarde le conseguiría una pareja adecuada. Peter se dedicó al tejido, al hogar y a servir a su padre y a su hermano como mamá le enseñó ya de pequeño. No se quejó mucho, en parte porque no podía, porque papá le compró lindas ropas y dejaba los trabajos forzosos a su hermano.

Peter creía que era un buen Omega, que ya sabía todo de todo, pero sus mejillas se prendían con fuerza cuando el Alfa lo tocaba. Solo se quedaba quieto y se dedicaba a sentir todo lo nuevo. Sus padres le habían dicho muchas veces que los Omegas tenían una educación distinta, tenían sus propias cosas para aprender y eran diferentes a lo que enseñaban los Alfas a otros Alfas. Papá se lo dijo, debes ser un Omega dedicado, que conozca lo suficiente su hogar, su familia y todo para cuidarlos. Pero jamás le hablaron sobre lo que debía hacer en la intimidad, ese era el deber de su madre, pero nunca se lo había dicho. Los ojos del Omega bajaron a la mano que se perdía en sus pantalones, a los dedos traviesos que acariciaban la humedad de su cuerpo.

Peter llevó una mano a la muñeca de aquel brazo y apretó suavemente, retorciéndose cuando sintió que se hundía en él. Apartó la mirada de pura vergüenza y su respiración se agitó un poco. El Alfa lo tomó del rostro y Peter volvió a sentir el gusto a menta y a tabaco de su lengua. Aquel acarició el interior de sus piernas y las abrió más, adentrándose entre ellas y dejando, poco a poco, que el Omega sintiera su virilidad a través de la ropa. Peter se estremeció entre el beso, sentía la fricción contra su piel y sus mejillas se prendían al notarlo. El Omega suspiró y sus ojos se llenaron de una fina capa cristalina cuando el hombre le quitó los pantalones con rapidez, sus piernas regordetas, el vello púbico de sus partes íntimas y toda su humedad quedó a la vista de toda intemperie. El menor se llenó de vergüenza y quiso cubrirse, no se sentía cómodo al ser observado ni mucho menos cuando comprendió la situación. Peter podía ser ignorante en muchas cosas, pero sabía lo que era el apareamiento. Sintió otra intromisión en su cuerpo y se sacudió, no quería hacer muecas, no quería que sintiera su incomodidad, pero tampoco sabía qué hacer.

teeth ୨ৎ minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora