diecisiete

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La lluvia limpió el barro en su rostro. Jisung los cerró y elevó la mirada a las nubes grises que dejaban caer gotas gruesas sobre el incendio del bosque. El humo quemaba sus pulmones y los animales huían a las montañas con suma rapidez. El Omega sostuvo su vientre con ambas manos y se encogía con cada rugido que escuchaba, los gritos, los lamentos, todo se oía desde ahí.

Volvió la mirada a las grandes cuevas y la oscuridad que brindaba le dio mala espina, le causó un escalofrío terrible y no supo si quedarse ahí era una buena opción. La tarde avanzaba y cada vez la montaña se volvía más sombría, como si la naturaleza misma se estuviera oscureciendo para todos ellos. El Omega volvió la mirada a los árboles y recordó a Kai, a su cachorra y a todos los Omegas que habitaban en la Gran Casa. En su corazón se instauró el miedo ante lo que sabía, que los Alfas asesinaban cachorros cambiaformas sin piedad y estaba completamente seguro que ese era el propósito de aquel grupo. Los cambiaformas recibían su fuerza de la naturaleza, y esta se estaba destrozando a cada segundo. No quería bajar, pero tampoco quería mantener el nudo en su estómago al pensar en Kai.

El pequeño bajó con cuidado de la montaña, se sentó en el suelo, y resbaló con cuidado entre el barro y el pasto húmedo. Su camisón quedó hecho un desastre cuando llegó a tierra y el humo ganó terreno, la lluvia caía con tanta intensidad que le hizo doler la piel y le dificultaba respirar. Si esa era obra del Dios definitivamente estaba apagando el fuego, pero el humo dejaba tras de sí decenas de animales intoxicados por el suelo. Jisung se inclinó sobre un conejo blanco que temblaba bajo un árbol, lo alzó con cuidado y lo cubrió con su camisón húmedo. Su ropa olía a lluvia, a barro y sudor, suficiente para apaciguar el humo que lo rodeaba.

El Omega avanzó, guiándose por los ruidos fuertes, por los rugidos y los gritos. Cuando notó que estaba cerca de la Gran Casa pudo ver la gran llamarada que no se acababa ni con la lluvia más fuerte. La gran estructura donde muchos cambiaformas habían fecundado a los Omegas reventaba en fuego junto con los árboles. Jisung abrió los ojos con fuerza, observando a los cambiaformas transformados, gruñendo a los Alfas. Algunos yacían en el suelo y otros se encargaban de desgarrarle la garganta a los dominantes. Jisung sintió sus pulmones intoxicados y respiró con fuerza, mientras sentía la desesperación y la adrenalina que bañaba el aire. Era una lucha de feromonas pesadas, fuertes e intensas que lo marearon al segundo. El Omega caminó, observando los cuerpos muertos de Alfas por todo el suelo, Omegas, cachorros y felinos atravesados por completo. La tierra destilaba un aroma fuerte a sangre, el aire contaminado no era solo humo, era ira, enojo y odio. Jisung soltó al conejo con rapidez y cubrió su vientre con miedo, su corazón se aceleró ante los rugidos cuando un cambiaformas lanzó a un alfa contra un árbol.

El Omega escuchó el momento exacto que los huesos de aquel se rompieron por completo. Una gran bestia negra y peluda atacó y desgarró el rostro por completo, bañando de sangre el suelo y todo a su alrededor. Jisung retrocedió asustado al ver a la bestia y corrió lejos de él. No podía creer el salvajismo que cargaban, había vivido por varios meses junto a los cambiaformas y jamás había notado este ambiente destructivo que descargaban. Las feromonas de Alfa eran tan fuertes y puras que los diferentes aromas hacían que la piel de Jisung ardiera. Su cabeza dolía, pero siguió avanzando cuando el humo dejó de gobernar un poco el bosque. Jisung se guio por el primer llanto que escuchó y rápidamente vio a lo lejos a una Omega acurrucada contra un árbol. Se abalanzó con desesperación para decirle que lo acompañara a las montañas, pero cuando la tomó del hombro el cuerpo cayó contra el suelo. El rostro pequeño de una Omega destilaba la sangre por la nariz y la boca, Jisung puso la mano en su pecho y no pudo sentir sus latidos. El llanto del cachorro en su pecho le rompió el corazón y esta vez lo tomó y lo abrazó con fuerza. No dejaría que se lo quitaran, el Omega volvió la mirada a todas partes y rápidamente se escondió entre los árboles.

teeth ୨ৎ minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora