cinco

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Arrancó un par de flores silvestres del suelo cuando sintió que Kai se apoyó en su espalda. Jisung sonrió apenas volviendo la mirada al Omega, que tejía suavemente un par de medias para la cachorra a un costado de ellos. La pequeña estaba dormida entre un montón de mantas sobre el pasto y a las sombras del árbol que se alzaba sobre ellos. Jisung miró las flores en sus manos.

—¿Sabes? Desde que te tengo de compañía, aquel Dios ya no me pone tanta seguridad como antes —habló—. Antes no podía salir al bosque sin que diez pares de ojos se clavaran a mi alrededor, como si yo fuera el centro del mundo... O un gran cofre del tesoro que sería saqueado por piratas en cualquier momento. ¿Te has dado cuenta? Ahora solo tengo dos cambiaformas que velan por mi seguridad —el Omega dejó de hablar por unos segundos, su atención concentrada en la prenda en sus manos—. ¿Dices que está quedando bien? Es mi primera vez con esto.

Jisung se volvió a las manos del Omega, tomó la prenda y la acarició con suavidad. Asintió.

—¿Hace cuánto estás aquí? —preguntó, entregando la prenda a las manos ajenas. El pelinegro frunció apenas el ceño y levantó la mirada a los frondosos bosques que se alzaban de la tierra. La Gran Casa estaba a varios metros de ellos, allá, enorme, imponente y cubierta de enredaderas.

—No tengo idea, cerca de... ¿un año? La verdad es que en cuanto estuve en cinta, él me trajo aquí, antes solía estar allá arriba —murmuró y apuntó a la montaña, los ojos de Jisung se alzaron y observaron a lo lejos un pequeño templo, le pareció asombroso, histórico, sintió la necesidad de correr hacia él y estudiar toda estructura y palabra que pudiera esconder tras sus escombros—. Yo vivía en un pueblito detrás de la montaña, había muchos niños con hambre.

—Me gustaría recordar de dónde vine —habló y bajó la mirada, traía puesto un camisón blanco, limpio al igual que Kai, el Omega de ojos verdes volvió la mirada—. Me gustaría saber de quién es este cachorro, si... si fue antes de que me tomaran, digo... Tendrá alrededor de cuatro meses, ya siento que crece, ¿lo notas?

Kai apoyó una delgada mano sobre su pequeño vientre, lentamente le sonrió y la apartó unos minutos después para comer los arándanos que un cambiaformas le había traído en agradecimiento por la nueva hermana que Kai trajo al mundo. Jisung se removió.

—Ella será muy amada —aclaró y Kai se apoyó en su hombro, miró a la pequeña que descansaba entre las mantas, blanquita y risueña—. ¿Cuándo nacerá la próxima generación?

—Tal vez en unos seis meses —habló—. La mayoría de los hijos del Dios siempre me traen regalos, creo que eso acabará cuando presencien a sus propias crías dentro de poco. A todo esto, últimamente he notado que una pantera negra y enorme rodea la Gran Casa por las noches, en especial fuera de tu ventana, no es que esté espiando ni nada, pero como duermes al lado de mi habitación...

—Ah..., sí, es un cambiaformas que me había pedido ser su pareja para las crías.

—Vaya —Kai llevó un arándano a sus labios—. El Dios dice que está muy interesado en ti, tal vez intenta hacer el cortejo contigo.

—¿Eso existe aquí? —preguntó y miró las flores que tenía en manos, sintió la necesidad de arrancarle el pétalo a una y lo hizo. Kai dejó de lado su tejido y acercó su canasta de mimbre, el pequeño Jisung se percató de las flores secas que rodeaban el material y lentamente observó con detenimiento los objetos que contenía en su interior. Kai tenía telas hermosas, suaves, de aspecto maravilloso que generaron en él la necesidad de tocarlas. El pelinegro sacó una peineta y se inclinó a él, acarició su cabello y Jisung se dejó tocar.

—Es distinto a cómo lo conocemos. Nuestros Alfas solían usar sus feromonas, sus encantos. Mi antiguo Alfa me mostró el mundo, me contó de las viejas leyendas, cuando viajamos a las islas del noroeste me habló de las historias de cada reino caído, me dijo que hace mucho tiempo existió un reino de Alfas, dominantes en extremo, tan superiores que negaban la existencia de otro ser. A veces cuando miro el paisaje de este lugar recuerdo esa historia... La del príncipe que se enamoró de un demonio, de un ángel, que lo salvó de la discordia y la maldad, y que, a pesar de haberle entregado su vida, su amor..., jamás se atrevió a tocarlo. ¿Puede existir acaso un amor como ese? ¿Aquí? ¿Entre estas ancestrales bestias? Ellos no abandonaron sus costumbres, permanecieron allí, ocultos, en la oscuridad y la humedad de las inmensas cuevas cuando el mundo afuera crecía y se olvidaba de ellos.

teeth ୨ৎ minsungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora