7.- Despertar a la bestia

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¿Qué quería decir Federico Rinaldi con "despertar a la bestia"?

El corazón de Laura amenazaba con salírsele del pecho ante la mirada fría y lujuriosa del millonario mientras le besaba la mano.

Pero después de eso, él fue sin decir una palabra más. La puerta del departamento se cerró con un fuerte estruendo.

Una vez más, su casa quedó en silencio, pero no vacía. La amenaza del hombre seguía planeando sobre su cabeza. Se deslizó por la pared y se llevó las manos a la cara. Las lágrimas caían por sus ojos. Estaba temblando.

Una sensación de náuseas se apoderó de ella. Se dirigió al lavabo y se echó abundante agua en su dulce rostro.

La cabeza le daba vueltas y al ver sus labios hinchados frente al espejo recordó el beso de hace unos instantes.

Recordó la mirada de Federico cuando tomó sus labios entre los suyos. El deseo puro brillaba en sus ojos negros. En ese momento, parecía un hombre hambriento que se hubiera topado con su comida favorita, dispuesto a devorarla. Ese pensamiento la hizo sentir un escalofrío.

Ahora, Laura ya sabía que Federico la deseaba. Lo había sospechado desde el primer momento en que sus ojos encontraron los de él. Y lo que ocurrió hoy no hizo más que confirmar su sospecha. Todos los hombres son iguales. Lo único que les importa es su placer y no la vida de la mujer que están arruinando para conseguirlo.

Federico Rinaldi no era diferente. La única razón por la que fue amable con ella la noche anterior era porque quería su cuerpo.

Su odio se llenó de rabia cuando ese pensamiento cruzó su mente. Cada gramo de su cuerpo la instaba a abofetearlo de nuevo, pero no podía hacer nada... ni siquiera se atrevía a contarle todo a su hermano porque éste no la apoyaría, al contrario la culparía a ella si era despedido de su empleo.

El miedo y la impotencia abrumaban el corazón de la ojiazul.

El miedo y la impotencia abrumaban el corazón de la ojiazul

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La rabia rugía por sus venas. La ira había teñido su rostro de color escarlata. Sus ojos inyectados en sangre parecían lo suficientemente demoníacos como para congelar a alguien. El pecho se agitaba hacia arriba y hacia abajo con cada bocanada de aire que amenazaba con desgarrar la camisa. Su respiración agitada y ruidosa sonaba más bien como una advertencia de destrucción.

El rostro de Federico reflejaba a un Diablo listo para desatar su ira sobre el mundo.

El rostro de Federico reflejaba a un Diablo listo para desatar su ira sobre el mundo

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Vendida al millonarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora