Capítulo 19.

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Las emociones debían aprender a coordinar sus existencias y latentes manifestaciones, de lo contrario, se amontonarían en equivalentes cantidades, como si no fueran radicalmente contradictorias entre sí. El pecho de Louis saltaba de inexorable regocijo a furia y mortal tristeza, después de un año sin poder sentir, con esa intensidad, algo apartado del dolor. Era por eso que resultaba imposible moverse; seguía plantado ahí, mirando hacia arriba, con una vista nublada por las silenciosas lágrimas reacias a detenerse.

Harry no rompió el contacto visual mientras bajaba los escalones y, con cada paso que su distancia se reducía, debilitaba las defensas de Louis, las pisoteaba con la simpleza que empleó al estrujar su corazón hasta pulverizarlo. Cuando el príncipe estaba por llegar a él, su prisionero retrocedió instintivamente, no con velocidad de escape; fue despacio, bajo el yugo de la hipnósis que el matiz esmeralda ejercía en sus sentidos.

—...por favor, no me mires así—suplicó Harry.

Era real. Era su voz. Ninguno de sus sueños había conseguido recrearla con tanta fidelidad.

—¿Cómo?—inquirió Louis en un susurro.

—Como si te estuviera apuntando con un arma—tragó visiblemente—. Como si fuera a matarte.

Eso ya lo hiciste.

—¿Cómo se supone que te mire, entonces?

Harry quiso acercarse un poco más, Louis volvió a retroceder.

—No lo hagas—le espetó el ojiazul, antecediendo que una de las lágrimas del rizado cayera—. Quédate donde estás.

Si daba siquiera otro paso, caería a sus pies. No era tan fuerte.

—...v-vi los dos campeonatos, los...l-los transmitieron en televisión—titubeó Harry, esbozando una diminuta sonrisa que en realidad no transmitía alegría—. Felicidades, Lou. 

Hubiera preferido escuchar cualquier maldita cosa, todo menos eso. ¿No pudo huir, como siempre lo hacía? Lo sobrellevaría mejor que esa mierda, ¿por qué? ¿por qué demonios tuvo que decirlo? Hace dos años, le habría seguido el juego de fingir demencia, probablemente le irritaría y significaría muy poco a las dos o tres horas.

Pero no. Ahora no, y ambos sabían muy bien la razón. 

Una seca y amarga risa nació desde la destrozada de alma de Louis, fue apenas el inició de ésta, con el espectro de una sonrisa irónica y ojos sombríos. Se pasó una mano por el cabello y con la otra se secó el rostro.

—Lo viste.

—...sí—murmuró, ahora sin esforzarse en pretender que sonreía.

—Viste la estupidez que he hecho en cada partido, desde que te fuiste. Viste la seña en el primer campeonato, volviste a verla en el segundo. Todo este maldito tiempo..., lo supiste. 

—Lou.

—Bienvenido a casa, Harry Styles, definitivamente eres tú. Aquí vamos de nuevo, ¿no? Te hago preguntas, intento cada jodida manera para entenderte y tú cambias el tema, porque Dios prohíba que seas el primero en ceder; para eso tienes un juguete preferido, no porque lo ames, sino porque sabes que puedes romperlo y siempre se arrastrará devuelta hacia ti—fue en vano haberse limpiado las mejillas. Su llanto seguía descendiendo.

—No, no..., no digas eso—sollozó, negando con frenesí. Carajo, lo estaba flagelando verlo llorar, pero estaba estallando, no podía evitarlo; era eso o desplomarse ante él—. No es verdad, n-nunca quise...

—¿"Nunca quisiste", qué? ¿Hacerme sentir algo más que un empleado? No sé quién me lo ha dejado más claro, si tú o tu familia, pero no te preocupes, ya pisé tierra firme. 

Angels Like Him | L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora