Capítulo Dieciocho

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Jessica Stark.

Cuando los chicos me dejaron en mi piso sentía que un tractor me había pasado por encima debido al cansancio, así que, apenas llegar una mueca de fastidio cubrió las fracciones de mi rostro. Mi cuerpo entero estaba cubierto de arena, y si quería dormir comoda, debía darme una buena ducha para sacarla, claramente, pese a mi cansancio, me ví en la necesidad de sacar la incómoda arena de mi cabello y cuerpo.

Luego de la ducha, que resultó ser refrescante, fuí a mi habitación, me coloqué la pijama y me dejé caer en la cama sin fuerza física o mental para levantarme de nuevo. Hoy habían sucedido cosas que han drenado mi energía por completo y otras que solo me hacen sentir como una idiota.

Pero ahora mismo no es momento de pensar en eso, realmente, no me encuentro dispuesta a intentar entender esto tan extraño y confuso llamado sentimientos que nubla mi juicio cada vez que estoy cerca de cierto chico con aspecto de fuck boy y actitud de mierda.

Me dije a mi misma que esto no iba a pasarme otra vez, que iba a alejarlo y que ya no aceptaría besos de su parte, claro que, solo me mentí a mi misma, porque simplemente necesita una de sus caricias para tenerme en la palma de su mano, deseando mucho más de él y de lo que puede darme. Cuando estaba con él me sentía tan ligera como una nube, su compañía se sentía correcta y pese al poco tiempo de haberlo conocido, sentía que entre nosotros había una inexplicable conexión que nos llamaba como imán al metal.

Maldigo haber aceptado ese trato.

Jake me estaba empezando a gustar de una forma extremadamente peligrosa, y yo ya no podía luchar contra ello, solo me bastaba con recordar la forma en la que sus manos con descaro se paseaban por mi cuerpo y lo perdida que me encontré entre sus besos para que mi rostro se tornase rojo de la vergüenza.

No puedo creer que hice eso en una playa.

Me obligo a dejar de pensar en ese chico que alborota mis hormonas por mi propia salud mental, sin embargo, recuerdo que mi mejor amiga se fué con él y supuestamente vendría a casa, cosa que no ha hecho.

Trago en seco y la acción se siente más amarga de lo que debería. No puedo ni tengo derecho a enojarme por algo así, pero mi mente genera los peores escenarios entre ellos, y por más que me digan que no son nada no termino de creerlo por completo.

Porque aunque no son nada, siempre hay un “pero nuestra relación es especial” que ninguno de los dos explica.

Me levanto de la cama, ya sin una pizca de sueño y tomo un hoddie grande que me abrigue medianamente. Salgo de la habitación y voy al balcón, corro la puerta de vidrio corrediza tratando de hacer el menor ruido posible y tomo asiento en la amaca colgante en forma de nido que se encuentra en una esquina, poniéndome cómoda y mirando hacia el cielo.

El firmamento definitivamente era hermoso, y las pequeñas estrellas que brillaban desde el cielo le daban un toque hipnótico a la negrura del cielo. La luna también brillaba mucho está noche y la brisa fresca que fluía con el viento me hizo sentir más serena, y calma. 

Mi nariz comenzó a ponerse rojiza gracias al frío, y por más que llevase puesto el hoddie no es suficiente para calentar mi cuerpo de los devastadores vientos que soplan en la terraza a estas horas de la noche, pero soy yo quien no quiere irse a la cama de nuevo, soy yo quien no quiere dejar de ver el cielo nocturno cubierto de estrellas, soy yo quien sabe mejor que nadie que si me voy a la cama ahora mismo, no dejaré de pensar en él y todo el cúmulo de emociones que solo su presencia puede generarme.

Los besos robados de Jake ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora