Capítulo 8: El Regalo Cósmico

12 4 0
                                    

Habiendo pasado un largo rato ahí recostado sobre la hierba montañosa, Dorian reposaba con su cuerpo fundiéndose con la tierra como si fuera parte de ella. Admiraba el cielo, donde el azul profundo se mezclaba con el horizonte oceánico. Sus ojos, ávidos de belleza, recorrían el vasto lienzo celeste. Revisando cada detalle, de inicio a fin, pues no quería perderse ni un solo matiz en su memoria, Dorian contemplaba cada nube, cada pico montañoso, cada hoja mecida por el viento y cada ola que, con su eterno vaivén, besaba las rocas.

El cielo se amalgamaba a topacio y el sol, como una moneda de oro puro, se hundía lentamente en el mar. La luz del crepúsculo teñía todo con tonos de fuego y miel, y el mundo parecía detenerse en ese instante.

Ante esto, Dorian, para no perder más tiempo, se hizo de su leal mochila y, dispuesto a marcharse, no sin antes dar un último suspiro al ligero aire de las alturas, observó el último rayo de sol despidiéndose del hermoso paisaje.

Dorian, de pie, bajó la mirada hacia el camino de regreso y antes de partir, fue sobresaltado por el estruendo proveniente del firmamento. Al poner su mirada hacia el cielo, Dorian pudo vislumbrar cómo la cúpula celeste era atravesada por un brillante cometa de cola violeta que surcaba el cielo casi nocturno con furia encandecente, radiante, imponente; mientras su trayectoria asumía su inevitable descenso, un par de estrellas ya daban la bienvenida. Dorian, con una expresión atónita que se iluminaba por el estruendoso caer de aquel viejo astro, recordó instantáneamente aquel sueño profético sobre el devorador de estrellas, dejándolo inmóvil y expectante de tal hermoso pero aterrador espectáculo cósmico.

Dicho cometa aterrizó ligera y discretamente a solo un par de kilómetros cuesta abajo en un montículo adyacente a su ubicación actual. Dorian, temeroso pero intrigado, cegado por la curiosidad, desafió a su sentido común interno y se adentró cuesta abajo buscando el paradero de aquel cometa errante que lo llamaba.

Quitando del camino ramas, arbustos y hiedras, se guiaba únicamente de la parpadeante luz violeta que clamaba a ser descubierta. Finalmente, teniéndola a unos metros de distancia, pudo observarla frente a frente. El parpadeante objeto, casi perfectamente esférico, con una superficie espinosa y rugosa, con grietas e imperfecciones notables a simple vista, resplandeciente y pulsante, como un corazón latiendo. Dejó un cráter poco profundo, con arena cristalizada por el impacto.

A pesar de Dorian ser una persona muy lógica y conocedora de diversos tipos de materiales, aun consciente del peligro al que se estaba exponiendo al estar cerca de posiblemente algún tipo de isótopo radioactivo, y peor aún, uno irradiado de rayos cósmicos de una extraña naturaleza, por alguna razón, no pudo ignorar al llamado y siguió aproximándose al pequeño meteoro que yacía frente a él.

Dorian extendió su mano, y el retumbar rítmico del corazón del cometa se aceleraba a cada paso. Estando a punto de tocarlo, a solo unos centímetros de sus dedos, escuchó una resonante y ruda voz masculina que exclamaba a él: "¡ALTO AHÍ!"

Sobresaltado, Dorian dio un paso atrás y con prisa tomó distancia del meteoro. Al lugar llegaron una serie de camionetas gubernamentales, incluyendo el convoy de donde emanaba la voz que le había ordenado alejarse del objeto extraterrestre.

La voz exclamaba a su equipo el recoger el meteoro con sumo cuidado e introducirlo en una cápsula y equipado a la camioneta. Imperaba maniobrarlo con cuidado por su naturaleza nunca antes vista, mientras otro hombre escaneaba a Dorian para asegurarse de que no hubiera habido contacto.

El equipo evacuó tan pronto recolectaron el meteoro y el hombre que dirigía la operación, ofreciéndole a Dorian de su cartera una generosa cantidad de dinero por su silencio al respecto. Dorian, al sentirse orillado a no poder hacer más que aceptarlo, tomó el dinero con resignación y el equipo, tan pronto como discreto, abandonó la zona.

P.M.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora