El aire era frío, ligero y un poco húmedo, llevando consigo el aroma fresco de la hierba y un leve toque a petricor que los abrazaba. La verde llanura se extendía hasta el horizonte, ondulante, como si bailaran, y aparentemente infinita, bordeada por colinas suaves y parches de arbustos y maleza dispersa que se mecían al compás de una brisa suave. El cielo, cubierto por bajas nubes grisáceas, parecía estar al alcance de la mano, sumiendo el paisaje en una luz tenue, difusa y casi etérea.
Los cuatro amigos, perdidos, aún confundidos y tratando de entender lo que pasaba, se mantenían juntos, caminando sin rumbo fijo. Sus pasos eran acompasados y sus respiraciones se entrecortaban por el esfuerzo. El crujido de las piedras bajo sus botas y el susurro de sus ropas eran los únicos sonidos que rompían la quietud del lugar. Buscaban el fin de aquellas llanuras, ansiando ver más allá de la espesura de las nubes, que como un manto gris, ocultaban el horizonte.
El zumbido distante de lo que parecían ser vehículos rompió la calma, un sonido constante y monótono que les ofrecía una esperanza tenue de civilización. Pero ese mismo sonido los guiaba ciegamente hacia un peligro oculto.
—¡Esperen! —exclamó Dorian, a la cabeza del grupo, levantando la mano y frenando en seco—. Sus ojos se abrieron con alarma y su voz resonó con una urgencia que heló la sangre de sus compañeros. El suelo bajo sus pies parecía menos firme, y la sensación de vacío se hacía cada vez más palpable con cada paso que daban hacia adelante.
—¿Qué sucede? —preguntó Luna con voz temblorosa, su aliento se volvía visible en el aire frío.
De repente, un fuerte viento se levantó, barriendo la espesa niebla y revelando con claridad lo que se escondía más adelante. A solo unos pasos, el suelo se interrumpía abruptamente, y un precipicio sin fondo se extendía ante ellos, su negrura insondable tragaba la luz del día.
Todos observaron atónitos, sus respiraciones se volvieron jadeantes al asimilar el peligro del que se habían salvado por un pelo. El eco del viento silbaba en sus oídos, añadiendo un tono siniestro a la escena. Pero, en medio de su desconcierto, una parpadeante luz en el horizonte captó su atención de inmediato.
—¡Es la ciudad! —exclamó Elliot, señalando con entusiasmo—. ¿Pueden verla?
Todos transformaron sus consternados rostros en aliviadas sonrisas, dejándose llevar por el júbilo de saber que pronto dejarían de estar perdidos. La luz titilante les ofrecía una nueva esperanza, prometiendo refugio y seguridad.
—¿Cómo vamos a llegar allá? —preguntó Zeo, acomodando su sombrero contra el viento que arremolinaba su cabello.
Mirando a su alrededor, todos notaron un camino unos metros más abajo, una senda estrecha y serpenteante que parecía conectar con la ansiada ciudad. La vista se volvió clara, y la etérea luz de la mañana se convirtió en una luz de día plena, iluminando un aparente camino alternativo que se abría detrás de ellos.
El grupo se reunió al borde del precipicio, evaluando la situación. La senda descendente, aunque estrecha y peligrosa, parecía ser su única opción. Con renovada determinación, comenzaron a descender con cuidado, sus corazones latiendo con la mezcla de miedo y esperanza. El rugido del viento y el sonido distante de la ciudad los acompañaban, marcando el ritmo de su avance hacia la salvación.
La luz solar calentaba sus helados cuerpos, infundiendo un reconfortante calor que les aliviaba en su trayecto. A medida que avanzaban, el camino se hacía más corto y la ciudad se volvía cada vez más visible. Los detalles emergían con claridad: altos edificios que se alzaban imponentes y un faro distante que parecía ser la fuente de la luz que los había guiado.
—Esperen, eso no es Covenia —dijo Luna con consternación, su voz denotaba incertidumbre.
Dorian observaba, frunciendo el ceño mientras trataba de distinguir si algún lugar en su memoria se asemejaba a la estructura de la ciudad que se acercaba. Sin embargo, su esfuerzo fue inútil. No conocía ningún lugar que tuviera edificios iguales a aquellas torcidas estructuras que se erguían sobre el horizonte, como si hubieran sido moldeadas por manos caprichosas.
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P.M.
AdventureEl multiverso es como un bosque oscuro... y tú acabas de encender una luz. Un experimento fallido destruyó su hogar y lo arrojó a un universo extraño. Ahora, Dorian y sus amigos deberán atravesar diez caminos hacia mundos desconocidos, donde poderes...