Apenas había pasado un fin de semana rapsódico, lleno de altibajos emocionales, cuando nuestro protagonista, consciente de lo cerca que estaba de su tan esperada graduación, finalmente encontró, gracias a la chica del tren y de la cafetería, la respuesta a cómo celebraría con sus amigos para conmemorar el fin de una travesía en la que todos se convertirían oficialmente en profesionistas de diferentes carreras:
Dorian y Zeo, de la carrera de mecatrónica; Elliot de Fisioterapia y Ciencias del Deporte, y Luna de Ingeniería Química.
Quedaba apenas una semana de clases con sus amigos y no pensaba faltar, ya que sería una semana de exhaustivos exámenes consecutivos.Era lunes por la mañana y Dorian, despertando justo a las 5 a.m., se alistaba como cada inicio de semana: desayunaba, tomaba una ducha y cogía sus llaves para finalmente llevar su auto al campus, donde se quedaría toda la semana por última vez.
Había olvidado lo satisfactorio que era recorrer las vacías carreteras del sur de la isla, sentir el viento polar en el rostro a 80 kilómetros por hora, antes de llegar al bullicio de la ciudad que anunciaba la llegada a la céntrica ciudad de Covenia, hogar del imponente monte Altarion y de la universidad más grande de la isla, así como de la zona más próspera y moderna de todo el país.
Dorian disfrutaba del camino al campus como si fuera una melodía familiar, cada curva y cada colina eran notas que tocaba con la precisión de un músico experimentado. La carretera vacía era su partitura, y su auto, el instrumento que lo llevaba a través de la sinfonía matutina de NovonesiaA las 6:30 a.m., Dorian entró al campus y se dirigió a la habitación número 1729 del edificio de estudiantes para recoger unos cuadernos y su computadora.
La habitación de Dorian era un collage de su vida universitaria: posters de equipos de mecatrónica, una pila de libros que desafiaba la gravedad y una colección de tazas de café de cada cafetería que había visitado en la isla. Era un caos organizado que reflejaba su mente siempre activa y llena de ideas.
Cuando escuchó un horripilante gruñido proveniente de la litera superior. Como si fuera una criatura temible que amenaza a quienes se acercan a su guarida, el ser envuelto entre las sábanas gruñía y gemía.
Con temor, Dorian sacó una regla de madera y picoteó a la criatura. La criatura enfadada se levantó, dejándose desenvolver, revelando a una figura aún más fea y temible: ¡Era Elliot recién despertado!— ¿Qué... qué hora es? —balbuceaba Elliot, con el rostro y los ojos hinchados como si hubiera dormido durante todo el invierno.
— ¡Levántate, Elliot! —gritaba Dorian, aliviado de no haberse encontrado con un jabalí o alguna otra criatura salvaje en su habitación—. ¡Llegaremos tarde a la clase de la maestra Salma!
Elliot, revisando su reloj de pulsera y viendo que marcaba las 6:36 a.m., cayó de la cama y se adentró a toda prisa al baño.
Elliot era conocido por sus habilidades atléticas, pero por las mañanas, se transformaba en una especie de oso perezoso, gruñendo y protestando ante la idea de abandonar su cueva de sábanas. Dorian siempre bromeaba diciendo que necesitaban un manual de instrucciones para operar a Elliot antes del mediodía.
Dorian tomó asiento para esperar a Elliot y, mirando por la ventana, veía cómo todos los demás estudiantes abandonaban el edificio para dirigirse a sus clases, ya que en esa escuela la puntualidad era un valor muy arraigado.Entre el espectáculo de ruidos provenientes del baño, se escuchaba el sonido de la regadera, de la secadora y los tropiezos de Elliot. En menos de 10 minutos, Elliot salió perfectamente arreglado y listo para salir.
Sorprendido por su velocidad, Dorian se levantó para irse cuando Elliot lo interrumpió.— No hay tiempo de caminar, ¡nos iremos en mi bicicleta!
Consciente de que Elliot tomaría cualquier pretexto para presumir su flamante nueva bicicleta de montaña. La bicicleta de Elliot era su orgullo y alegría, aunque sus amigos sospechaban que era más rápida en su imaginación que en la realidad. Cuando Elliot propuso ir en bicicleta, Dorian no pudo evitar recordar la última vez que habían intentado esa hazaña, terminando con más hierba en el cabello que en el campo de fútbol cercano.
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P.M.
AbenteuerEn un universo donde lo inimaginable se convierte en realidad, cuatro amigos se ven atrapados en el epicentro de un acontecimiento que desafiará todo lo que creían conocer. Cuando la máquina del tiempo desgarra el tejido de la realidad, se abren por...