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Pasaron las semanas de forma lenta entre lágrimas y bostezos de cansancio. Eunha no sabía ya a dónde recurrir por una cura y Kim tenía que preocuparse por las elecciones y por el sueño que quiere hacerle realidad a la pequeña Yerin, casarse con su madre.

Sonaba loco y apresurado pero Sowon ya estaba loca de remate por esa joven madre que tenía a unas cuantas habitaciones de distancia, se había enamorado completamente de Eunha y haría lo que fuera con tal de ver su hermosa sonrisa de regreso, pero por ahora no tenía caso alguno ya que con Yerin de vuelta en su casa y monitoreada todo el día por su madre, Kim no podía lograr nada con ella.

Yerin estaba despierta y con vendas, le dolía el cuerpo pero su sonrisa seguía intacta y sus miles de patos de peluche regalados por los guardaespaldas de la gobernadora, la estaban protegiendo. Se sentía feliz de cierta manera con su madre contándole historias de princesas o de valientes dragones.

Eunha necesitaba un respiro pero no podía, se sentía con miedo de perder a su bebé; no lo iba a permitir, no lo quería permitir. Estaba siendo extremista con quedarse hasta altas horas de la madrugada despierta mirando como su hija seguía respirando y acariciando su pequeña mano, pero ella necesitaba asegurarse que su niña estaba todavía para ella.

Las semanas seguían pasando y Yerin, con pocas fuerzas, se levantó de la cama y comenzó a salir.

Tanto fue así que la gobernadora, en medio de elecciones, decidió proponer algo:

—Vámonos a la playa —propuso con una sonrisa que cautivaba a la pequeña niña que estaba comiendo una galleta mientras que Eunha de reojo la observó con cara de cínica.

—¿Tienes fiebre?... —Eunha se acercó y puso una mano en la frente de Kim revisando en modo de burla— Yerin no puede salir aún, está débil. No y no Kim Sowon, ninguna va a ir a la playa. Además tienes las elecciones y debes ocuparte de eso, no iremos —dijo con ceño fruncido.

Entre eso, la niña dijo:

—Deberíamos ir, quiero ir a la playa mami —exclamó con entusiasmo, Eunha con mirada cautivadora estaba cayendo en el vil engaño de su pequeña y encantadora hija.

—No iremos.

—Eunha acepta por favor, solo por esta vez —suplicó Kim y Yerin la acompañó en la súplica haciendo una tierna y graciosa escena.

—No puedo decirles que no si están así —comentó por lo bajo.

—Lo tomo como un si pequeña reina de los patos.

—Yo también lo tomo como un sí señorita presidenta.

—Tengo miedo, mejor me voy a dormir.

—Duerme bien mami — se despidió Yerin con una sonrisa a su madre mientras que Kim la dejó ir. Bueno... no del todo, ya que sin que la madre se diese cuenta, Kim la estaba siguiendo a su habitación.

Cuando Eunha entró, Sowon la sorprendió colocando suavemente sus manos en su pequeña cintura provocando que Eunha se diera vuelta y quedara frente a frente con su gobernadora.

—¡Kim Sowon! —exclamó y Kim con una sonrisa comenzó a besar suavemente el cuello de Eunha haciendo que ésta diera jadeos intensos. Muy rápidamente, Kim llevó a la joven madre a la cama y había comenzado a desabotonar su blusa dejando su pecho desnudo.

Kim no paraba de besarla y Eunha no paraba de pasar sus pequeñas manos por la espalda de la gobernadora hasta que...

—¡Sowon está matando a mami!

—¡No, no, no!

—Joder...






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Mami... ¡Quiero una mamá! │WonhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora