Final

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El final estaba cerca y lejos, Eunha no encontraba la paz y Sowon hacia todo lo que estaba a su alcance para encontrar como curarla, luchado mucho por mantenerla viva pues estaba en estado vegetativo y eso ya era demasiado para Eunha, aun así no la dejaría sola.

Si, el amor hace milagros, y el milagro de que Kim Sowon cambiara su forma de pensar por la de su esposa Eunha era suficiente para mover cielo, mar y tierra en busca de una cura. La pequeña Yerin merecía disfrutar de un suelo mejor.

Pero para Eunha su diario vivir se había convertido en habitar la habitación de hospital y hablarle a su pequeña Yerin sobre como era su "princesa Sowon", sobre cómo no las dejaba solas y como se esforzaba por ellas y como casi no dormía, cosa que le reclamaba a diario y como respuesta recibía un beso y un "te amo, las amo" para tranquilizarla, admitiendo que a veces hasta lo hacía a propósito, cosa que empezó a repetir diariamente ante la sorpresa de que su niña comenzó a parpadear cuando le confesaba esas cosas. Eso le daba esperanza a la joven madre recordándole que su pequeña era fuerte y que, aunque no pudiera moverse, no dejaría de burlarse de las desavenencias de su madre.

Para Sowon las constantes llamadas y viajes al extranjero se hacían presentes cada día de su vida, hospitales y consultorios de lujo eran sus actuales residencias, y médicos tras médicos sus rostros conocidos y de esperanza, aunque cada uno de ellos daba opciones pero no aseguraban nada para mejorar la vida de su ahora "hija". Aún así ella no se rendía, pues recordaba a sus amores y como ya no conciliaba su vida sin ellas.

Después de dos meses, de repente, una oscuridad se hizo presente ante los ojos de Yerin. Ella estaba escuchando a su mami Eunha que le contaba cómo casi muere ahogada porque su mamá Sowon le había llevado una hamburguesa que devoró sin siquiera fijarse que sobre la tapa del pan había una pequeña nota donde le decía que la amaba y que al fin había encontrado una cura ¿Entonces como se había ahogado? Pues la risa burlona de su madre Sowon la hizo detenerse de tragar el último bocado y cuando le dijo la buena noticia, que no leyó y literalmente se comió, ella respingó y se atascó. Pero esta vez la pequeña Yerin no reaccionó como su madre esperaba, en vez de parpadear un pitido constante se hizo presente en aquella habitación.

[🍼❤️]

—¡Rápido! ¡Ya no hay tiempo! ¡Prepárenla!

[🍼❤️]

—¡Su pulso es menos de 43!

—¡Rápido! El desfibrilador, ¡Ahora!

—¡Succionen!...

—¡Ahí estás! Te encontré...

[🍼❤️]

Todo era amarillo, había patos por doquier: en el lago, en el pasto, sobre las rocas, en el cielo, y todos ellos Yerin los tocaba, acariciaba y abrazaba. Era el paraíso de Yerin, el lugar donde no sentía nada de dolor ni pesadez.

—¡Yerin!...

Un patito se acercaba a la pequeña niña y se paraba frente a ella.

—¡Yerin!

Uno más venia bajando del cielo a sus pies.

—¡Yerin!, despierta cielo —le decían ambos patitos.

—¿Qué?... ahí no mami otra vez interrumpiste mi sueño perfecto.

Habían pasado ya seis meses desde que la niña amante de los patos había sido operada con éxito del tumor cerebral, extrayéndolo por completo. Sowon fue capaz de traer hasta su hija de manera apresurada al médico que le aseguró poder ayudarla y al cual le estarían eternamente agradecidas, pues les habían dado más tiempo con su pequeña. Yerin permaneció un mes más en el hospital para monitorear su recuperación, que para sorpresa del mismo médico extranjero, había reaccionado muy bien a la operación recuperándose veloz y exitosamente. No había duda que Yerin era fuerte.

Durante ese tiempo Sowon dejó la gobernación del país y fue elegida presidente, por lo que ahora la frustrada pero feliz Yerin despertaba en una habitación lujosa de color amarillo y llena de patos de peluche de diferentes tamaños.

Eunha tomó en los brazos a la pequeña Yerin, la vistió de forma presentable y la cargo hasta la sala donde se encontraba su amada esposa, que se encontraba rodeada de personas de las que no recordaba sus nombres. Iban seguidas por sus guardaespaldas preferidos: Malvavisco, Caramelo, Paleta, Dragón de Chocolate y su favorito y jefe, Señor Cachorro.

Sowon al verlas dio por concluida la reunión y uno a uno fueron saliendo, no sin antes saludarlas amablemente y hacerle muecas graciosas a la pequeña Yerin.

—Buenos días mi pequeño patito amarillo —dijo Sowon a su amada hija, seguido de un beso en la frente.

—¿Y yo que? —y ahí estaba su adorable mami-princesa Eunha reclamando lo suyo.

—A ti ya te di los buenos días —y ahí estaba su linda mamá-princesa Sowon recordándole su amoroso despertar.

—Pero quiero otro —decía Eunha con un puchero en su rostro.

Una risita escapo de los labios de Sowon y de Yerin al ver a Eunha comportarse así. Un "buenos días amor" seguido de un casto beso en los labios de su mamá fue lo que la pequeña contempló.

—¿Mamis?

—¿Si? —dijeron al unísono.

—¿Siempre estaremos juntas verdad? —dijo la pequeña sorprendiendo a sus madres.

—Sí —con una sonrisa respondieron al mismo tiempo, otra vez.

—Las quiero más que a los patos... —dijo con una sonrisa la niña para después abrazarlas a como sus pequeños brazos le permitieran— ¿Puedo desayunar pastel?

—Si —dijo una.

—No —dijo la otra.

—Debe cuidar su alimentación.

—Pero solo será esta vez... ¿verdad hija?

—¡Pero eso dijiste ayer en la cena!

Y así comenzó el día de Yerin, rodeada y amada por sus queridas mamis, que no perdían oportunidad de discutir divertidamente y custodiada por sus guardaespaldas que sonreían y hasta reían bajito por la actitud de sus madres. Esa era la vida que soñó y que tendría hasta que su enfermedad le permitiera, la vida que obtuvo de la simple petición: "Mami... ¡Quiero una mamá!"







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F I N
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Mami... ¡Quiero una mamá! │WonhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora