Ezpeleta.

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El cementerio de la ciudad de Ezpeleta, tiene las tumbas de la familia, hacia ocho años que no llevaba flores, no creo mucho en eso.
Pero pasé cerca de ahí y entre más que nada, por curiosidad.
Las tumbas son al piso con cruzes altas bien europeo italiano. Pasillos estrechos, tumbas abiertas e visto huesos en su momento, hace mucho años llevaba a mí abuela, ella tiene a todos ahí.
Entre un pasillo de tumbas altas, observo una mujer de unos cincuenta y tres años, llorando.
Llorando como niña y sola.
Me acongoja la situación y me acerco a preguntar si está bien.
Claramente no lo está, pero la intención es preguntar.
Me abraza y llora, me cuenta que perdió a su marido.
También me cuenta que no lo amo nunca.
También me cuenta que los últimos diez años, nunca tuvo sexo con él.
Ni con nadie, porque cuidaba a su suegra.
La miro con sorpresa porque no me conoce y me contó toda su vida en minutos.
Me mira a los ojos y me agradeció nuevamente, luego sin más me beso.
Sé disculpa, y yo mirándola fijamente la beso apasionado en el lugar.
Me empuja hacia atrás y caí acostado en la tumba de enfrente, me agarré de la cruz mientras me abrió el pantalón.
No pude ni hablar, que ya tengo mí pene en su boca.
Miré a los lados por sí alguien, nos sorprendía, nadie va al cementerio hoy en día.
Muy erecto mí miembro, atrapado en el fondo de su garganta, con movimientos largos desde sus dientes hasta que se comía mí pelvis.
Solo tomaba esa cruz giro un poco y en la misma cruz, la fotografía de un hombre mayor.
Llegué a ver su fecha de muerte, 1956.
Su nombre era Pascual.
Solo gemia en su fotografía pidiéndole perdón por lo bajo.
Tomando mí pene Con sus dos manos, se dedica fielmente a la cabeza del mismo.
Con mis manos apoyadas sobre el mármol frío, saltando cada vez que frota mí miembro porque sus dientes, en movimiento circular.
Su lengua marca todo los lugares y se devoro todo el miembro de un bocado.
Solo grité de placer y éxtasis, cuando me lo traga entero.
En mis pensamientos le pido perdón a Pascual, por el acto de depravación, imaginando que observa desde los cielos aprobando todo.
-¡No te detengas muchacho!.
Imagino que me diría algo así.
No pude ni tomar su cabeza, ella manejó toda la situación.
Entre suspiros me dice que la quiere toda.
Quiero que me des tu interior...
Y seguimos así, frota toda mí cabeza por sus dientes, es doloroso pero placentero.
Atraca todo hasta el fondo y no puedo más estoy en shock de placer.
Ahora sí comienzan los mismos movimientos largos se me devoro toda mí alma, no para, Dios ni siquiera respira, su nariz toca mí pelvis, madre de mí vida.
Como me chupa esta mujer!.
Chupando todo sin control apresurado el golpe, con gritos le entregué todo a su boca deliciosa, no dejó nada.
Exprime mis huevos duros mientras se bebe mí interior.
Quedé sobre la tumba de Pascual, tirado.
Ella cerró mí pantalón y corrió por entre los pasillos de aquel cementerio.
Al próximo fin de semana volví.
El mismo día para ver si la encuentro.
Me acerco a la tumba donde ella lloraba y en la cruz encuentro la foto de una niña.
No era a su marido, en realidad no sé quién era.
Me despido de Pascual que mira desde su lugar, sonriente.

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