28: Anthony y Stan

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- No puedo creer que recorrimos treinta minutos en auto para esto – se quejó un moreno

- Esto mi amigo, es la gloria

- Es un pedazo de torta – menciono con molestia Anthony

- Tu eres un pedazo de idiota – a Sebas le molestaba que degradara a su postre favorito – esto no es un pastel, es tiramisú – dijo mientras llevaba otro pedazo a su boca

- Lucen exactamente iguales

- Aparte de idiota, ciego

- Vinimos hasta aquí por un pedazo de pastel – Sebas lo miro molesto ante ese comentario – perdón, pedazo de tiramisú – corrigió Anthony – cuando pudimos ir con los chicos y comer lo mismo

- Aquí lo preparan como me gusta – Sebastian termino su pedazo de tiramisú para pedir otro – además pediré más de un pedazo – miro con sorna a su amigo

- Esto es increíble

- Lose

- No dije nada

- Yo te sigo escuchando hablar

- ...

- Así está mejor

El beta tenia una rara amistad con el omega, pues, aunque no le gustaran ciertas actitudes suyas, como su soberbia y orgullo o repulsión por los alfas, le fascinaba el hecho de que no era como los típicos omegas que buscan la aprobación de un alfa o necesidad de sentirse querido por ellos, no, a Sebas le encantaba su independencia y libertad, y mas que nada no estar ligados a los perjuicios y estándares para omegas, fue por esas razones que su tío lo trajo de Rumania, no quería que el idiota de su cuñado influyera en la educación de Sebastian al ser omega, no quería que creciera con limites sino con libertades, así como su hijo que también era omega. Sebas era un omega dulce, a su manera, pero de lo que estaba seguro es que es la persona mas fiel y leal que conocía, por ello desde que lo conoció se propuso en ser su amigo y guardián, aunque esto último no lo necesitara el omega.

- Termine – interrumpió sus pensamientos el omega, mientras se lamia la comisura de sus labios

- Por fin – Anthony tomo una servilleta – no eres niño, límpiate bien – limpio la comisura de los labios de su amigo – listo, vámonos – se paro para pagar la cuenta

- ¡vámonos! – sebas salió del local para esperar a su amigo al lado de su vehículo

Sebastian espero uno minutos hasta que su amigo saliera para poder irse, cuando lo vio salir decidió molestarlo

- ¿tanto te costó conseguir su número? – hablo refiriéndose a la beta de la caja

- Lo difícil fue apuntar el de todas las meseras – sonrió con suficiencia

- Uyy, que ganador – se burló el omega

- Para que aprendas

- No gracias, a mi me toma menos tiempo, debería ser yo el que te de clases

- Cállate – Anthony rodeo el carro para subir al asiento del piloto

- Oblígame – Sebas lo siguió

- No se puede contigo

- Soporta, ahora conduce a casa

- Espera, espera, hemos venido hasta aquí y solo tu has comido tu queridísimo tiramisú – hizo comillas con los dedos

- ¿y? – el omega lo miro serio

- Ahora me toca a mi

- ...

- Vamos por una película

- Tengo una agenda apretada – trato de excusarse el castaño

- Pues te diste un tiempo, en tu apretada agenda, para un postre

- Eso ya estaba en la agenda

- Pues ahora agrega, "salida al cine" – escribió en el aire

- Tengo tarea que hacer – invento otra excusa

- ¡Es historia!, es mas que obvio que ya la tienes hecha

- No, aun no la eh hecho

- ¿estas bromeando?

- ¿tengo cara de payaso?

- ....

- ....

- Luego te la paso

- ¿Qué película quieres ver? – se puso el cinturón de seguridad

- Eres insoportable

- Así me quieres

- Mas de lo que debería

Omega y beta, se dirigieron al cine mas cercano para ver una película de acción, los favoritos del omega. Pidieron cancha salada y dulce, al momento de entrar en la sala, sacaron los piqueos que traían guardados en las mochilas para combinarlos con sus canchitas, también sacaron su soda grande como acompañamiento. Eran hombres preparados.

La película era misión imposible, les encanto de principio a fin, tanto que los otros presentes en la sala pedían que se callaran, pero como en cada cine que iban, los ignoraban y seguían en lo suyo.

Al salir del cine fueron por unos makis, porque a Anthony se le antojaron y Sebas lo siguió porque era comida gratis.

Después de comer fueron a ver el mar, aprovechando que era verano.

- Esto es una pésima idea

- ¿Cuándo nuestras ideas han sido buenas?

- ¿Nuestras? Habla por ti

- No te eh visto quejarte en ninguna

- Pues estoy comenzando hoy

- Te seguí toda la tarde, ahora te toca a ti seguirme

- No te vi quejándote

- Pues puedo comenzar ahora – le devolvió el golpe

- Muy astuto Sebastian

- Siempre lo soy – se saco la camisa que traía puesta junto con los zapatos y pantalones – si no te vas a meter cuida mi ropa – le guiño el ojo para acercarse al mar

- Voy a cuidarte el trasero – dijo mirando alrededor – es bueno que solo haya parejas cerca – regreso la vista a su amigo, que ya estaban la mitad de su cuerpo en el mar – deberías tener cuidado de desvestirte despreocupadamente.

- ¿te quedaras ahí parado? – le grito Sebastian desde el mar

- Esa era la idea – se saco la camiseta - ¡ya voy a rescatarte princesita!

- ¡Jodete!

Condición del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora