Jamás había odiado tanto una alarma. Casi me caí de la cama buscando el endemoniado celular. Lo silencié y me fui a lavar la cara y los dientes o iba a seguir de largo hasta quién sabe qué hora.
—Ahora se viene el día entero —murmuré resignado.
Me puse un suéter cuello cisne y repetí el traje negro. Un poco del perfume de uso diario y estaba listo para las siguientes veinte horas. Suspiré y salí. Alek jugueteaba en su celular, al verme alzó el pulgar y se retiró a su habitación. Me recosté de la pared y luego de asegurarme que las muchachas efectivamente seguían dormidas, puse videos que hablaban de tecnología del año. Habían unos celulares increíbles, me gustaría cambiar el que poseo, pero no estaba dentro de mis prioridades. Las computadoras no me emocionaban tanto, aunque sabía algunos trucos, como rastrear la ubicación de cualquier celular o computador que tuviese acceso a una red de internet. Luego, busqué una serie de doctores, en ese hospital había de todo menos enfermos. Era puro drama y sexo. Ni modo, allí quedé entretenido, hasta que vi a Alek salir de la habitación y entendí que ya eran las seis.
—Men, ¿todo bien?
—Yeah. Todo quieto.
—Vale... Voy por café para ambos —avisó.
—Guau, así sí madrugaré de ahora en más.
Alek sonrió y bajó las escaleras. A los minutos regresó con un par de humeantes tazas, me entregó una y se quedó frente a la entrada de la habitación de la histérica flaca. Yo volví frente a la otra habitación. Y allí permanecimos, charlando en voz baja sobre lo particular de esa familia. Los señores Goldman salieron de su habitación y nos saludaron, al tiempo que bajaban emperifollados para irse a trabajar. No eran ni las siete de la mañana. ¿Realmente se irían tan temprano?
La hija mayor le dio los buenos días a Alekséi cuando apareció en el marco de su puerta, y cruzó varias palabras con Alek, le dio la mano y caminó hacia mí, me saludó con cordialidad y bajó al piso inferior.
«Vaya, la flaca es gentil».
Alek fue tras ella y casi iba a su lado. A ella no pareció importarle.
En cambio la otra... La hija menor salió disparada de su habitación como alma que lleva el diablo y ni me dirigió la mirada. Salió escondida entre su largo cabello y apenas le pude ver el jean ceñido y un bolso en una mano, de lo rápido que bajó. Fui tras ella y la vi entrar al comedor, donde estaba el resto de su familia desayunando. La muchacha de servicio me hizo señas desde la entrada de la cocina y fui a saludarla. Me señaló un plato de tostadas y huevos en la barra y me senté junto a Alek. Los tres compartimos esos minutos de desayuno —bastante agradables—, Sara era sencilla y amistosa, por lo que hablar con ella se dio de manera espontánea.
No pasaron muchos minutos cuando los señores Goldman se fueron de la mansión y las hijas se encaminaron a la biblioteca. Alek y yo fuimos detrás, a unos cuantos pasos de distancia. Alek me comentó que la flaca se disculpó con él, un acto bastante sincero y maduro de su parte. O una trampa para que él bajara la guardia. No supe, solía desconfiar. La flaca fue a un lado de la biblioteca y la diva emocional al otro, allí ya estaban los profesores. Me fui hasta el final del salón, donde había otra silla y otra mesa de las cuales me adueñaría.
Ella se sentó muy derecha en la silla, se echó el cabello hacia atrás y sacó sus cuadernos y lápices, con mucho orden. Luego, cruzó las piernas y comenzó a copiar la clase como niña buena. Esto iba a ser tedioso, así que saqué el celular y comencé a jugar en el. Me llegó un mensaje y, sorprendido ante su aparición, lo abrí.
—Hola Nyx, ¿cómo estás? Tengo días sin saber de ti :(
Sonreí burlón.
«¿Ahora sí me buscas, Celeste?»
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¿Doble Realidad?
DiversosNykolas Hedderich es un impaciente exmilitar que ahora se desempeña como guardia privado para pagar sus facturas, pero lo que más anhela es conseguir su trabajo ideal, el empleo perfecto que lo saque de todas sus deudas y le brinde la calidad de vid...