Rival

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En medio de las repercusiones, uno de los luchadores se mantenía de pie.

Era irónico que fuera él quien aún se resistiera cuando ya había perdido.

Pero ... ¿Qué más podía hacer?

Lo que había descubierto era algo sumamente... Extraño. Lo había dejado inmóvil y sin palabras.

Frente a él, su contrincante estaba desplomado en el suelo. Sin ninguna posibilidad de protegerse ante los abucheos de los demás.

-La batalla entre dioses y humanos era realmente letal. Sin embargo, el humano que lo enfrentó.... Él era...

El dios sostuvo la mirada en aquel cuerpo.

-Un engaño... Todo el tiempo estuviste engañándome en todo- expresó acercándose hacia su rival imperturbable.

Una vez que la distancia se hizo nula, se arrodilló a su lado. Sintió el ardor en cada uno de los cortes de sus piernas y torso. Al mismo tiempo, su tatuaje ya empezaba a retroceder ante su propia debilidad.

Era una mala señal. Probablemente, estaba a poco de desmayarse. Y consciente de eso, su intuición le decía que debía hacerlo. Sabía las consecuencias pero, no se detendría. Entre sus brazos, tomó el cuerpo de la joven extranjera dormida.

Era mucho más pequeña y demasiado ligera, más de lo que habría imaginado a simple vista.

-No puedo dejarte aquí en ese estado - dijo mirando el rostro inconsciente y las heridas de su rival.

Sangre, la sangre de ambos fácilmente comenzaba a mezclarse.

- Tú has luchado con todo tu poder pese  tener mucho en tu contra. No es justo que seas tratada de esta manera por las personas a las que intentas salvar - agregó.

Hércules había escuchado cada uno de los gritos repudiando al asesino.

Rechazándola...

Los mismos humanos, incluso, se atrevían a alabarlo a él en su lugar.

¿La humanidad siempre había sido así?

Sí. Lo sabía con certeza, más nunca eso fue un motivo para odiarlos.

- Has sido tan astuta y tan estratégica como si la misma diosa Atenea te hubiera favorecido - la imagen de una leona se le vino a la mente. Como una luchadora, agresiva y elegante, el héroe  griego había perdido ante su inteligencia.

De inmediato, sintió el palpitar rítmico y sereno del corazón ajeno. Sonrió.

Una voz lo sacó de sus cavilaciones.

-Disculpe... señor...Hércules - le llamó Heimdall vacilante y acercándose con rapidez - por favor, debe abandonar la arena para poder preparar e iniciar el próximo combate - el locutor al girar su cabeza pudo ver que el semidios llevaba al humano en sus brazos - Los humanos se llevarán a su oponente. Puede dejarlo y salir conmigo.

-Me quedaré con él. Yo lo llevaré con las valkirias para que puedan tratarlo- respondió Hércules  mientras ocultaba al humano.

-"Nadie debe saberlo. Así lo prefiere" - pensó

El guardián no pudo ocultar su sorpresa. Intentó replicar ante lo dicho pero el semidios le dió la espalda y se encaminó hacia la salida.  Ignorándolo por completo.

Heimdal observó cómo el semidios se alejaba de la arena. Su megáfono había caído al suelo.

-Estos dioses van a matarme algún día. No sé  para que hago esto si terminan haciendo lo que desean- expresó internamente rendido y en reproche - ¡Bueno, público inmortal y mortal, tomaremos un breve descanso hasta la próxima ronda! - gritó en el centro de la arena - Con un total de dos victorias de cada bando,  el Ragnarok se encuentra en un inexplicable empate - dijo ante el público tratando de desviar su atención.

Más otros ojos seguían con recelo el accionar del luchador divino. Ese acto era bastante curioso para la mayoría y, para unos pocos, una gran ofensa.

-Sigue descansando, Jack. Te llevaré a un lugar seguro donde puedan curarte - expresó Hércules tratando de ser amable aunque sabía que posiblemente era en vano.

Aquella humana no podía escucharlo.

Ella ya estaba bajo el dominio de Morfeo.

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Aquel rastro de luz ☄️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora