Olimpo

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Es una mañana tan cálida. Podía sentir cómo el aire acariciaba su cabello, su cuerpo estremecerse ante el contacto.

¿Dónde estaba?

No lo sabía. Nada le era familiar. Conforme avanzaba, sus pasos se aceleraban inconscientemente.

Alguien me espera

Era su instinto. Sin mirar atrás, siguió su curso a través de aquel campo. Lentamente, su vista se llenaba de pequeñas cabañas y flores. El sol mantenía su figura en el centro de todo.

El semidiós se detuvo por un instante. Aquella imagen a la distancia solo podía pertenecer a una persona.
Lo único en su mente era llegar hasta ella.

Jack

Susurró entre sueños un Hércules sin heridas pero recostado sobre la cama.

A su lado, la diosa Palas Atenea permanecía. Despojada de sus vendas, veía cada movimiento de su hermano.  Una pequeña cicatriz quedaba en su rostro luego de su lucha contra su padre. 

Antes de regresar, ella había descubierto los propósitos de su padre. Inevitablemente, fue castigada.

Después de aquella noche en Londres, regresó al Valhalla. Como siempre, despertó en su templo. Sintió una leve incomodidad para después levantarse. Debía buscar a su hermano. Saber si había logrado recuperar sus poderes.

Eso era lo más importante.

Grande fue sus sorpresa a ver qué todo había salido peor de lo que hubiera imaginado. Hércules no había despertado. Era sumamente extraño que aún no pudiera.

Desde el inicio, todo estaba mal. El Ragnarok, la victoria de los dioses y la decisión de Zeus.

El Olimpo se había vuelto en el panteón principal, incluso más que de los dioses nórdicos. Todos estaban cegados por los caprichos que Zeus había concedido.

Quizás por ello quiso alejarla. Algunos dioses que se opusieron, debieron doblegarse para mantener a salvo a los humanos. Era una explicación lógica. Su padre le había encomendado una misión que había cumplido.

El otro problema era el semidiós. Hércules constantemente le mostraba su preocupación por el futuro del humano, o más bien, la humana.
Luego su padre se hizo cargo de ella. La mortal había resistido cada tortura con una inexplicable frialdad.

Sus propias palabras hacían eco en sus recuerdos.

"Ambos sabemos que hay algo detrás de este trabajo"

"Aunque sea injusto no debes intervenir. Cualquier mínimo cambio podrían impedir que ese humano se convierta en quien debe ser"

Atenea no tenía ningún desprecio por la humana. Solo tenía curiosidad.

¿Cómo era posible que pudiera resistir ante las amenazas de Zeus?

¿En verdad, Hércules podría ayudarla?

No estaba segura y ese no era el mayor problema. En cuanto despierte, aún debían lidiar con la asesina.  Zeus jamás la dejaría ir. Conocía los deseos de su padre y, había hablado de ello con Brunildha.

La identidad de la humana era una deshonra para los dioses. Por ello, Zeus era un amenaza. Aprovechaba de su silencio ya que nadie podía reclamarle. El único ser que podía hacerlo, yacía en un sueño profundo e inesperado.

La diosa se levantó de su asiento. Caminó hasta el ventanal, iluminado por las primeras luces del día.

-Debería llamar a Hypnos, esto se está tornando peligroso - pensó hastiada.

Con Hércules de su lado, muchos dioses se sumarían a su bando. Mientras más aliados posea, más débil será la voluntad de Zeus. Lo único que podía calmar las ansias de los inmortales era que Heracles regresara. Luego debía convencerlos de liberar a los humanos.

Era su promesa. Brunildha se lo había pedido con desesperación al saber la noticia.

"Después de todo, la victoria es de los dioses y los Einherjar ya han pagado el precio" - había dicho la valkiria.

-No seguiremos así - dijo con firmeza Palas Atenea mientras se transformaba y salía de aquella habitación. Sus alas se abrieron paso por el día. Con cada movimiento se acercaba al Olimpo, más concretamente al templo del dios de los sueños.


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Mientras tanto, en las cercanías.

El padre de los dioses griegos había recobrado su fuerza. Su figura, menos demacrada, caminaba feliz sobre los pasillos de la antigua Arena de batallas del Ragnarok.

Seguramente ya se encontraba ahí. Quizás hoy pueda romperla definitivamente.

Sonrió ante la posibilidad. No estaba completamente convencido pero sus impulsos lo mantenían pendiente de aquella humana. La sensación de lujuria que despertaba en él, era extraña y  tan similar a lo que había experimentado con otras mortales.

¿Era quizás su rechazo lo que lo incitaba aún más?

¿Era saber que tenía un secreto que ponía en riesgo todo el poder de las valkirias ?

¿Era saber que su querido hijo luchaba demasiado por una humana?

¿O le intrigaba saber que tal calamidad había sido capaz de nacer entre la humanidad?

El castigo le parecía algo realmente entretenido. Todo lo que estaba sucediendo en el Olimpo le parecía demasiado interesante para no intervenir. Eventualmente, lograría su objetivo original.


Si todo sigue así, nadie podrá detenerme.

Aquel rastro de luz ☄️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora