¿Cómo es posible?

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La batalla había sido dura y exigente. No tenía comparación con aquellas salidas, persecuciones y enfrentamientos callejeros en Londres. Menos aún, con sus misiones encubiertas.

¿Mí sed será calmada así?

¿He llegado a mi obra maestra?

Jack, the ripper, sentía dolor en cada parte de su cuerpo. Una vez que pudo mantenerse en pie, observó al semidios frente a ella.

En su juventud, ávida por la lectura, había conocido su camino heroico. Cada episodio delataba la constante fuerza inconmensurable de su rival, al punto de ser considerado un hijo de los dioses.
Pero tenía una debilidad. La misma que utilizaron en su contra y que lo había llevado a la locura.

Ambos eran asesinos.

Pero ella, estaba condenada a no tener salvación.

De pronto, el semidios se detuvo. Ni siquiera intentó atacarla. Solamente comenzó a sonreír. Ahora, después de morir, era una espectadora de su poder. Pese a su heridas, sonreía sin malicia o rastro de enojo. Sus ojos le habían mostrado esa realidad.

-Yo siempre amaré a la humanidad - dijo el inmortal - A todos... sin excepciones - terminó de repente. Ni siquiera pudo darse cuenta en que momento sus manos habían atravesado el cuerpo del griego, y éste, le respondía con un abrazo.

La suma de todo, la habían sorprendida profundamente. Tuvo que apartarse.

¿Cómo era posible que él mantuviera esos colores en una situación así?

¿Por qué no podía evitar sentirse feliz ?

¿Cómo es posible?

-Usted es demasiado terco - terminó respondiendo casi con resignación.

Después, toda su vista se oscureció. Lo último que recuerda era a Hércules mirando con una expresión indescifrable.

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Detrás de la gran puerta de entrada a la Arena, dos figuras permanecían ahí.

El semidios parpadeó un par de veces ante la intensa luz. Con ese gesto, se dió cuenta que había estado luchando en plena noche.
Por pedido del humano había aceptado enfrentarlo en aquella ciudad inglesa.

-Es por aquí, señor Hércules - le señaló una de las enfermeras a su costado y adelantándose a través del pasillo.

No había podido verla. Su cuerpo seguramente estaba débil. La siguió a través del pasillo. Rápidamente, encontraron la habitación designada para la humana.

-Ésta es la cuarta habitación. Puede dejarla sobre la cama. Nosotras nos encargaremos a partir de ahora - agregó la enfermera.

Una vez que recostó a la humana, el semidiós retrocedió.

Supongo que solo ellas saben su identidad.
¿Estará segura a partir de ahora?

Sabía que era hora de irse pero el impulso de permanecer cerca, de estar junto a ella, era más fuerte. En el fondo, aunque fuera una asesina en serie, seguía preocupado por su rival. Habia una gran posibilidad de que no sobreviviera.

Aquel rastro de luz ☄️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora