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Yael, la guardiana del Edén, recibió el llamado que tanto temía. La junta celestial la había convocado. Para discutir el tema tan trascendental como el proyecto humano. Pero los tiempos estaban cambiando, y los consejos divinos querían su opinión y su experiencia al estar en el plano terrenal.
Mientras ascendía por el camino celestial, una mezcla de inquietud y curiosidad la envolvía. El sendero resplandeciente de luz dorada se extendía ante ella, llevándola a la junta de los celestiales donde se tomarían decisiones de gran importancia.
En medio de su trayecto, una figura familiar apareció. Era Lucifer, su hermano menor. Con su carisma habitual, Lucifer se le acercó, su semblante reflejaba un entusiasmo casi infantil.
-¡Yael! -exclamó Lucifer, sus ojos brillando con una pasión inusual-. Qué sorpresa verte aquí.
Yael, con una sonrisa paciente, respondió: -La junta celestial me ha llamado. Parece que quieren discutir sobre el proyecto humano. ¿Y tú?
Lucifer la miró intensamente, como si tratara de desentrañar un enigma oculto en sus palabras. -He estado pensando en algunas ideas nuevas, cosas que podrían cambiar muchas perspectivas. Pero hablemos de algo más interesante. ¿Qué has estado creando últimamente?
Yael, sintiendo una mezcla de orgullo y cautela, sacó un pergamino de su túnica. Desplegó los dibujos que había hecho de las criaturas del Edén: majestuosos leones, aves de plumaje vibrante, árboles que se extendían hacia el cielo con sus ramas llenas de vida.
Lucifer observó los dibujos con admiración, pero también con una chispa de envidia en sus ojos. -Son hermosos, hermana. Verdaderamente obras de arte. Aunque siempre he pensado que podríamos hacer más, experimentar con nuevas formas, nuevos conceptos.
Yael percibió la dualidad en sus palabras. Lucifer siempre había sido un soñador, pero también un cuestionador del orden divino, pero no lo culpaba, nadie queria esuchar sus ideas, solo ella y por eso siempre la escuchaba para mostrarle sus ideas. -Nuestros deberes son crear y cuidar, Lucifer. Debemos tener cuidado con lo que deseamos alterar.
Él rió suavemente. -Tal vez. Pero recuerda, Yael, que la evolución también es una forma de creación. Tal vez un día entiendas mi visión. Pero por ahora, no dejes que te retengan demasiado en esa junta. El Edén necesita de su guardiana.
Con esas palabras, el ángel rosado besa la frente de su hermano menor. Lucifer se despidió y continuó su camino, dejando a Yael con un sentimiento de incertidumbre. Sabía que su hermano tenía ideas revolucionarias, pero también sabía que los riesgos eran altos, por ello se prometió cuidarlo y guiarlo, ser la voz de la razón.
Finalmente, llegó a la junta celestial. La esperaban, sus rostros llenos de sabiduría y expectativa. En el medio se encontraba Sera la Serafin mayor quien la veía con una dulce sonrisa. Yael respiró hondo y se preparó para la conversación que podría cambiar el destino del Edén y de la humanidad.
La reunión fue intensa. Los ancianos discutieron sobre el equilibrio del Edén, la responsabilidad de la humanidad y los desafíos que se avecinaba, incluyendo el árbol del bien y el mal. Yael expuso sus puntos de vista con claridad, mostrando los dibujos de las criaturas como testimonio de su compromiso con la creación y la protección.
Al final, la junta decidió seguir adelante con el proyecto humano, confiando en la guía de Yael. Pero mientras regresaba al Edén. Yael no podía dejar de pensar en las palabras de Lucifer. ¿Estaba su hermano en lo correcto? ¿Deberían atreverse a experimentar más allá de los límites conocidos?
Solo el tiempo lo diría. Por ahora, su deber era claro. Proteger el Edén y mantener el equilibrio, mientras las decisiones celestiales marcaban el rumbo de su existencia y la de los humanos.
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Aprovechando la inspiración.
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