Capítulo 3

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Kilthé tiene muchas admiradoras, por lo que acercarme a él no es sospechoso, solo tengo que fingir que soy una más, que me muero por sus huesos. Observo a los ciudadanos que lo rodean. Lo admiran, algunos querrían ser él y el resto desea acostarse con él. Si supieran que es capaz de matar a todos a la vez sin moverse, solo con sus sombras, dejarían de alabarlo y lo temerían. Pero no es el momento de la venganza, aún no. Solo tengo que devolverle la bolsa. En situaciones así me encantaría poder dominar el aire, no tendría que acercarme a él, lo empujaría hasta su bolsillo desde la distancia. No obstante, no he podido invocar ninguno de los elementos desde el día del ataque.

—Es tan guapo —dice una chica delante de mí.

Otra mujer llora a mi derecha de la emoción de verle en persona y un chico joven se desmaya cuando Kilthé le toca el hombro. Me parece tan exagerada la reacción de todos que siento que han perdido el juicio. Entre tantos admiradores nunca podré acercarme a él, tengo que buscar la forma de estar en primera fila. Analizo la situación, los elegidos ya están en el barco y la mayoría de los militares aguardan a que el príncipe suba para partir. Miro hacia el barco y ve que hay un hueco entre Kilthé y la entrada, esa es mi oportunidad, cuando vaya a subir me cruzaré y le devolveré la bolsa, ni me verá. Sé que soy rápida y silenciosa, de pequeña aprendí a robar, mi idea era huir de la familia Atrix y vivir sola. Por suerte me pillaron y supieron convencerme para quedarme con ellos.

Me aproximo al punto estratégico y espero pacientemente a que se canse de firmar autógrafos. El corazón me va a mil, está demasiado cerca y en breve lo estará más aún. Siento que no estoy lista, que sigo siendo una niña pequeña frente a un monstruo enorme sediento de sangre. Pero apartó las dudas, no puedo permitirme dudar, si fallo es Deg el que pagará las consecuencias. Aprieto mis puños hasta clavarme las uñas. Debo hacerme más fuerte, capaz de matarlo sin poner mi vida en riesgo, debo aprender a dejar de temerle. Es hora de ponerme a trabajar de verdad en mi misión. Kilthé acaba de firmar el pecho de una mujer y camina hacía mí.

Mierda, mierda, mierda. No estoy lista.

Quiero estarlo, pero soy realista, soy frágil y él demasiado despiadado. Pasa por mi lado, debo hacerlo, es la única opción. Aparto mis pensamientos, las dudas no son un aliado y solo me van a hacer perder mi oportunidad. Doy el primer paso, sabiendo que la multitud lo persigue solo tengo que conseguir ponerme detrás de él y dejarle la bolsa en el bolsillo. Ni siquiera me olerá, e, incluso, si lo notase, para cuando se gire ya estaré lejos.

Consigo colocarme a su espalda y sin dudar le devuelvo la bolsa. Todo sale bien, como lo había pensado, es fácil. No espera, algo va mal. Un soldado salta a la multitud y empuja a una mujer con un cuchillo en su mano. Se ve que no soy la única que ve la realidad. El soldado queriendo alejar a Kilthé, me empuja fuerte y yo caigo de espaldas hacia atrás.

Todo pasa tan rápido que no soy capaz de hacer nada. Una mano me abraza por la espalda, impidiendo que me caiga. La muchedumbre se silencia al momento, anonadados con la situación. Abro los ojos al darme cuenta de que no he llegado a caerme y lo primero que veo son los ojos ambarinos fijados en mi mirada.

No. No. No. No. Por favor, cualquiera menos él. Esto tiene que ser una pesadilla.

—¿Estás bien? —pronuncia una voz grave.

Ahí estaba, la voz de la persona que me matará como sepa bien soy. El pánico se apodera de mí. Quizás estoy a tiempo de sacar mi daga y clavársela.

—Perdona a mis soldados, a veces no recuerdan que una hoja afilada no puede dañar la piel de un dragón —añade, ayudándome a incorporarme.

Mierda.

—Si quieres un autógrafo o.... —Coloca su mano en el bolsillo y su voz se detiene.

Se ha dado cuenta de que tiene la bolsa, pero no tiene sentido, si supiera que se la habían robado solo con alzar la mano estaríamos condenados. ¿Por qué no había dicho nada? Kilthé fija de nuevo sus ojos en mí y siento que me ahogo. Lo sabe. Sabe que se la he devuelto. Sabe que soy yo. ¿Qué más sabe?

Abre la boca dispuesto a decir algo, cuando un general baja del barco.

—¿Lo oléis? —duda, llevándose la atención de todos.

Al menos agradezco que haya apartado la mirada de Kilthé de mí. No espero ni un segundo más, me escabullo entre la multitud antes de que me vuelva a quedar paralizada.

¿Pero qué me pasa? No puedo inmovilizarme así, tengo que ser más fuerte sea como sea. Tengo que.

—Huele a sakurtziano —dice el general.

El corazón me da un vuelco. Los hyllenios tienen buen olfato, pero no sabía que podían diferenciarnos por el olor. Tengo que alejarme.

—¡Buscar al traidor!

Me muevo rápidamente entre la multitud, queriendo salir y esconderse en cualquier lugar lejos de los hyllenios. Afortunadamente, los mtelier son muchos más altos que yo, por lo que no me cuesta moverme sin ser vista.

En cuanto salgo de la multitud me adentro en el primer callejón que veo. Lo bueno es que conozco el pueblo mejor que cualquier hyllenio, puedo esconderme sin que me encuentren. Pienso rápidamente en el mejor escondite, hay una cueva al oeste que muy pocos conocen, una cabaña abandonada en pleno bosque al este y un túnel subterráneo al sur. Cualquiera de esas opciones me valen.

Observo por última vez la multitud desde la oscuridad del callejón. Han retenido a un grupo grande y están pidiendo el carnet de identidad. Uno de los soldados aparece en la entrada del callejón y se pone a mirar las huellas del suelo. Es hora de correr, antes de que me vea.

Me giro, dispuesta a correr más que nunca, cuando me choco con el cuerpo de alguien. Me aparto un paso, sin entender por qué se ha cruzado así de brusco en mi camino. Nada más alzar mi mirada me doy cuenta de que estoy perdida. Kilthé de Hyllenim está delante de mí, observándome como si fuera un experimento que no entiende.

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