No miro atrás, corro lo más rápido que puedo hasta llegar a casa. El corazón me va a mil por hora, y me tiembla el pulso. Ya vi morir a mis padres, no puedo perder a otra familia y menos por mi culpa. Abro la puerta y entro sin pensarlo. La casa está tranquila y no se escucha ningún ruido. Mi mente ya espera lo peor, encontrarmelos en el salón rodeados de sangre y sin vida o con la cabeza decapitada.
—¡Degheto! ¡Garytana! ¡Traylís!
Resusco por mi alrededor tratando de encontrarlos, cuando tres figuras aparecen al fondo del pasillo. El corazón se me detiene. Están bien, están vivos.
—¿Qué ha pasado? —duda Traylís, preocupado.
—Se lo he contado —avisa Deg, agachando la cabeza avergonzado y con los ojos llenos de lágrimas—. Es mi culpa.
—No —niego—. No es por el dinero, es por mí. Me han descubierto.
Veo el terror reflejado en los ojos de Traylís, sabe lo que significa. Garytana se lleva la mano a la boca, horrorizada, y pierde el equilibrio.
—Traylís de la Vaguna, Garytana Atrix y Degheto Atrix de la Vaguna —nombra una voz a mi espalda—. Se os acusa de esconder a una sakurtziana y os enfrentáis a cadena perpetua.
Me giro, sin poder creerme lo que oigo. He dejado la puerta abierta y al otro lado hay más de diez personas con la ropa militar y un hombre con una hoja en su mano que está leyendo la acusación.
—¡No! —niego—. Por favor, ellos no lo sabían. Fui yo, yo les mentí.
—Danhya... —trata de llamarme Traylís, pero no voy a dejar que carguen con la culpa.
Me acerco al general que tiene la condena y me quedo en la puerta, tratando de impedir que entre. Detrás de la pila de militares veo el cabello negro de Kilthé, esta al margen, junto con otras tres personas. Los cuatro visten el uniforme de la Academia.
—Danhya Atrix de la Vaguna —sigue el hombre—, se te acusa de ser sakurtziana. Tu castigo es la muerte.
Me tiembla el pie, sabía cuál sería mi fin, pero no creía que estaría tan cerca. Estoy totalmente perdida. Mis ganas de llorar aumentan, aunque mi orgullo me prohíbe mostrarme débil. Aprieto mis puños y cojo fuerza, yo no tengo nada que hacer, pero sí puedo salvarlos a ellos.
—No voy a huir, voy a entregarme pacíficamente —aseguro levantando mis manos—. Pero, por favor, ellos no lo sabían, lo prometo.
El general le da la hoja a otro militar de mala forma y, seguido, saca su espada. Debía haber aprendido que los hyllenios no escuchan, debía haber aprendido que no les importo. Son unos psicópatas que solo quieren ver muerte y destrucción.
—Tendrán que convencer a los jueces —me informa—, pero alégrate, es una opción que tú no tendrás.
—¡Danhya! —suplica Deg a mi espalda.
Debería luchar, pero si lo hago les complicaría más a la familia Atrix de la Vaguna demostrar su inocencia. Si yo no muero, les condenarán seguro. Estoy entre la espada y la pared, todo mi cuerpo quiere huir, sobrevivir, pero mi cabeza no se lo permite. Tengo que ser fuerte. El general alza su espada y sé que ya no hay tiempo. Cierro los ojos y pienso en mis mejores recuerdos, en todo lo bueno que me llevo de esta corta vida.
—¡No, esperad! —interrumpe Traylís. Abro los ojos viendo la espada a pocos centímetros de mi cuello, pero está quieta. El general mira a mi padrastro con interés—. Es una mtelier, oficialmente es una mtelier.
Traylís trae una hoja a todo correr y se la ofrece al general. Lo miro dubitativa, estaba tan centrada en mi derrota que no me había dado cuenta de que él no estaba. Se había ido a por mi partida de nacimiento donde pone que nací en Sakurtza pero que llevo once años siento de Mtelier. Ni siquiera sabía que ese papel estaba actualizado, pero se ve que Traylís tenía ese as guardado bajo la manga.
—Eso es imposible —niega el general—. No puede ser una Mtelier. ¿Quién aprobó este trámite?
—Tiene la firma de la reina Rhyné de Hyllenim.
Los militares empiezan a susurrar al escuchar esta última afirmación. Están creando sus teorías de cómo puede ser posible. Entre los murmullos escucho el apellido de mis padres y me tenso, si supieran que sí soy la hija de los Bardella, daría igual mi nacionalidad o que fuera la única que puede salvar el mundo, me torturarían hasta la muerte.
De pronto, el viento se alza y miro hacia arriba instintivamente, dándome cuenta de que un dragón plateado está aterrizando cerca de Kilthé. No hace falta que se convierta, reconocería al dragón que arrasó mi aldea. De entre la niebla grisácea sale una mujer con la corona en su cabello. Es la hermana de Kilthé, la reina de Hyllenim.
—Majestad —saluda el general, arrodillándose.
Tanto los militares como el grupo que está con Kilthé se agachan. Veo con el rabillo del ojo que mi apha también lo ha hecho y no tengo que girarme para saber que el resto de mi familia también. Todos a excepción de Kilthé y de mí se han arrodillado. La reina y su hermano me observan, esperando mi reacción.
ESTÁS LEYENDO
Distrito Alpha
FantasyInspirado en la exitosa novela Alas de sangre. Cinco reinos que vivían en paz, hasta que el gobernador de Hyllenim se proclamó el "Único Rey". El territorio Sakurtza, que pueden dominar los cuatro elementos, decidió anteponerse y acabar con él, crey...