Capítulo 8

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El día que los hyllenios masacraron mi pueblo no era un día cualquiera, era el solsticio de verano y había una feria. Todos los habitantes estaban allí, en la calle, incluso los vecinos de las ciudades de alrededor acudieron a disfrutar de nuestra costumbre. Además, veníamos de la guerra, hacía meses que se había calmado, pero era la primera vez que nos olvidábamos de verdad de nuestra rivalidad. Nos confiamos, creímos que ese día lo respetarían, que se había acabado el odio y que volvíamos a ser cinco reinos en paz. Pero cada vez que recuerdo al dragón negro quemando todo a su alrededor, mi odio resurge con ganas de venganza. Siempre he tratado de ocultarlo, de alejarlo, porque yo sola no podría con todos ellos. No obstante, los ojos de Kilthé vuelven a mi y su mirada penetra en la mía. Algo en mi interior se revuelve y sé que es odio. Él fue parte de aquello, es parte de mi pesadilla y sea como sea haré que se arrepienta de lo que hizo. Antes era solo una más entre la multitud, pero ahora dormimos bajo el mismo techo, en la Academia. Si sobrevivo, si consigo pasar hasta el día de la elección de distritos, solo tengo que descubrir en qué habitación duerme y matarlo.

—¡Ey! ¡Tú! —me llama el guardia, empujándome desde la distancia.

Abro los ojos y alejo el recuerdo de Kilthé de mi mente. Entonces me fijo en el hombre que tengo delante de mí. Huelo su miedo. Es un mtelier, es el doble de fuerte y de grande que yo, y, aun así, me teme porque no sabe lo que puedo hacer. Mis poderes son desconocidos para él. Ese será mi punto fuerte. Nadie sabe cómo es un sakurtziano, cómo dominan su poder. Aunque yo no puedo usarlos, ellos no lo saben. Ojalá pudiera recuperar mis poderes, quizás con ellos sí podría superar la Academia.

El guardia me desata las manos y me señala las escaleras, hemos llegado a la Academia. El corazón no tarda en latir rápidamente, nunca me ha interesado lo que hacen allí, cada vez que Deg lo veía, yo me iba a caminar o a leer. No quería saber nada de cómo se entrenaban para asesinar a mi pueblo. Pero ahora me arrepiento, si lo hubiera visto, podría estar más preparada para lo que viene.

El barco está vacío, en las habitaciones ya no hay nadie y no se escucha ni el menor ruido, al menos dentro del barco. El sonido de gritos y música llega hasta mis oídos, viene de fuera, del puerto. Me acerco a una de las ventanas para poder entender qué pasa. Fuera veo a un puñado de periodistas detrás de una valla, no les dejan acercarse mucho, pero graban todo y tratan de que respondan sus preguntas. Algunos se detienen a satisfacerlos. No, responden para que la audiencia les coja cariño. Si el pueblo te quiere, te dan más facilidades. Como una habitación mejor o masajes o, incluso, armas más mortales.

—¡Oye! ¡No te pares! ¡Hay que subir! —ordena el guardia, pero no le hago caso.

Los elegidos que se acercan a responder preguntas son inteligentes y ya saben cómo funciona esto. Aunque el pueblo no puede protegerte de la muerte.

—Tu debes de ser la sakurtziana —dice una voz nueva detrás de mí.

La curiosidad me puede y dejo de observar a la chica de pelo naranja que está respondiendo con una sonrisa amable a todas las preguntas de un periodista. A mi espalda descubro a un chico de mi edad, más o menos. Es más alto que yo, está más fuerte y tiene el cabello negro. Me fijo en sus ojos, son más oscuros que los de Kilthé, pero algo en él me recuerda al príncipe.

—Mi nombre es Danhya —corrijo.

Soy sakurtziana y no me avergüenza serlo, pero tengo un nombre y prefiero que me llamen por él. El chico sonríe, aunque sigue teniendo los brazos cruzados. Viste un traje de guerra, con un chaleco negro reforzado para que no puedan apuñalarlo, un pantalón del mismo color con un cinturón lleno de dagas y unas botas que dan la sensación que pesan más que yo. Quizás entre ellos no puedan hacerse daño, pero yo podría morir solo con una patada.

—Encantado, Danhya. Mi nombre es Syllnhé —se presenta, dándome más información de la que parece. En Hyllenim solo los nombres de la familia real pueden acabar con "é"—. He venido a guiarte hasta tu nueva habitación.

—Eres familia de la reina, ¿verdad?

—Su primo —dice, orgulloso—. Me alegra saber que conoces nuestras costumbres.

Da un paso hacia atrás y me deja un hueco para que siga mi camino. Obedezco, camino hasta las escaleras. Si han puesto a alguien con sangre real para que me vigile, es porque no confían en mí. La familia real no se decidió a dedo o por apellido, se les dio el control porque llevan en su sangre un gen que les hace ser más peligrosos que el resto. Se curan en segundos, son más fuertes y se transforman más rápido. Si consiguiera dañarlo, estaría muerta en cuestión de milésimas.

—Llevo viviendo en Mtelier más tiempo del que viví en Sakurtza —respondo.

—Entonces sabrás lo que te espera ahora —añade.

Me paro de golpe justo cuando mi cabeza sobresale y puedo ver a los periodistas hablando entre ellos. Syllnhé se detiene y me mira.

—No, no lo sé —revelo—. Nunca me ha gustado la Academia.

Asumo que le da igual, que va a empujarme a los leones sin dudarlo y que no le importo. Por lo contrario, apoya su mano en mi hombro y me empuja con suavidad para que le mire a él. Sus ojos están fijos en mi mirada y no puedo dejar de pensar en lo mucho que se parece a Kilthé. Un escalofrío recorre mi espalda.

—Responde a varias preguntas de los periodistas, que vean que no eres peligrosa y que estás de nuestro lado. Pero solo a dos o tres, si respondes más va a parecer que mientes, que quieres ganar fama fácil. Una vez lo hayas hecho, sigue el camino hasta encontrarte con el resto de los elegidos. Ahí empezará de verdad tu prueba de supervivencia.

Asiento. El corazón me late tan rápido que no sé ni cómo cojo fuerzas para seguir caminando. Lo desconocido da tanto miedo, que todo lo hago automático. Me detengo delante de una mujer y ella no duda en acercarme su micro. Sonrío, no borro mi sonrisa en ningún momento. En mi interior hay caos y tristeza, pero no puedo parecer débil.

—¿Cuál es tu intención en la Academia? —me pregunta.

Abro la boca para responder cuando escucho la conversación de otras dos personas al fondo.

—Dicen que es una sakurtziana que quiere acabar con la Academia.

—Sí, yo he escuchado que solo quiere matar a los elegidos.

Esa es mi fama, el boca a boca ya se ha encargado de plagar las mentes de todos los ciudadanos con sus teorías y no con la verdad. Debo cambiar eso antes de que se propague más.

—Nací en Sakurtza —comienzo, y todos los periodistas acercan sus micrófonos para grabar mis palabras—. Pero me he criado en Mtelier. Siempre me ha gustado la Academia, la misión que tienen aquí y su objetivo. Solo quiero ser parte de esto, defender a mi pueblo y evitar que más personas inocentes mueran. No soy vuestra enemiga y no voy a destruir la Academia.

Miento, pero no del todo. Es verdad que quiero defender a mi pueblo, pero Sakurtza, no Mtelier. Es verdad que quiero evitar que más personas inocentes mueran y es verdad que no quiero hacer daño a los elegidos. Yo no soy su enemiga, ellos mismos lo son, enviando a sus hijos a una muerte segura. Pero si miento en dos cosas: cuando he dicho que me gusta la Academia y cuando he dicho que no voy a destruirla.

Distrito AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora