Como mtelier debería mostrarle mi respeto, pero como sakurtziana no le guardo ningún cariño, si por mi fuera estaría muerta. No obstante, sé que es una prueba, sé que saben que no la respeto y sé que se mueren por usarlo en mi contra, para condenarme. O me trago mi orgullo y sobrevivo o muero con la cabeza bien alta. Me encantaría elegir la segunda opción, me muero por evidenciar mi repulsión ante su principado. Pero no es mi vida la única que está en juego.
Suspiro y me trago todo mi orgullo, mientras me agacho para rendirle mi admiración. Escucho como Kilthé suelta una risa burlona, no me cree y es normal, aunque no pienso responder. Traylís ha pensado una buena jugada y debo ceñirme a ella para que nos indulten.
—Podéis alzaros —confirma.
La reina da una vuelta a mi alrededor, analizándome en silencio. Me recuerda a un depredador, acechando a su presa antes de comérsela.
—Reina Rhysé, tiene su firma aprobando su nacionalidad mtelier.
La reina suelta una risa y termina de dar la vuelta a mi alrededor. Se coloca delante de mí, sin mirar la hoja que el general le está cediendo. Tiene los mismo ojos que su hermano, incluso me mira con el mismo deseo: se notan sus ganas de matarme, pero no pierde los papeles en ningún momento. Esta seria y con los brazos recogidos en su espalda. Viste un traje ajustado y preparado para la guerra, de cuero negro. También tiene una espada en su cinturón y una bolsa con dubras. Su corona es de oro, con forma de laurel, aunque con puntas afiladas que se enlazan en su cabello negro y ondulado, ya que lleva recogido el cabello en un moño alto.
—Todos aquí sabemos que no firmé esa hoja, pero no vamos a poder demostrarlo —confirma, pensativa—. Tendremos que aceptar que es una mtelier. Además, no me apetece verter sangre hoy, es el aniversario de la muerte de mis padres.
Trago saliva. Los padres que los Bardella mataron.
Rhysé se da la vuelta y salé de la muralla que han creado los militares. Antes de convertirse de nuevo en dragón se detiene, a la altura de su hermano.
—Myrhiann —nombra, haciendo que, una de las chicas que está al lado de Kilthé, de un paso hacia delante.
—Majestad.
Es alta y se nota en sus músculos que lleva años entrenando. Luce un cabello pelirrojo y liso, aunque lo tiene recogido en una coleta alta.
—Dime, ¿es peligrosa?
Myrhiann asiente y se hace paso en mi dirección. Me mira con desprecio, como si fuera la culpable de su malestar. Los militares la dejan pasar y se coloca delante de mí. No tengo ni idea de lo que va a hacer, ¿va a hacerme daño? ¿Debo prepararme o luchar? Por el contrario, Myrhiann cierra los ojos y levanta sus brazos en mi dirección, colocándolos en mis hombros. Siento su calor, no es agradable, aunque tampoco me daña.
—No huelo la energía sakurtziana —advierte—. Si tiene el don de los elementos, desde luego que lleva mucho tiempo sin usarlo.
—Gracias, Myrhiann. Ya puedes retirarte.
La mujer abre sus ojos y aparta sus manos de mí. Me relajo al sentir que ya ha acabado, aunque antes de irse aprovecha para mostrarme una vez más que no se fía de mí. Podría molestarme, pero solo me alegro de que no haya mentido.
—Si es una mtelier —comienza la reina, llevándose la atención de todos, aunque ella observa el horizonte—, debe acudir a la Academia.
No. No. No. Eso es peor que morir. No tengo ninguna opción de sobrevivir, no puedo enfrentarme a personas que son el doble que yo.
—Pero, majestad —dice Traylís—. Allí morirá, no es una mtelier de nacimiento.
—La ley es la ley —finaliza, girándose para fijar la mirada en mí—. Si eres una mtelier demuestra tu lealtad. Además, morir en la Academia es un gran honor.
La reina se transforma en dragón de nuevo y desaparece en cuestión de segundos entre las nubes. Las lágrimas se acumulan en mis ojos, morir hubiera sido menos doloroso que acudir a una academía donde me entrenaran para matar sakurtzianos.
Mis ojos se cruzan con los de Kilthé, quien me observa serio durante unos segundos. A él tampoco le gusta la idea, aunque está claro que no va a imponerse a su hermana.
—Vamos Kilthé, aquí ya no hay nada que hacer —pronuncia el hombre moreno que está a su lado.
Y tiene razón, no puedo negarme a ir, aunque no tenga ninguna opción de sobrevivir.
—Has tenido suerte —escupe el general.
—Apuesto a que no dura ni un día —se burla un militar.
—Yo apuesto a que no dura ni cinco minutos —se rie otro.
No me molesto en decirles que puedo escucharles, porque pienso lo mismo que ellos. Los mteliers son más fuertes, más altos y más resistentes que yo. Ni siquiera tengo una altura superior a la media de los sakurtzianos y desde luego que no tengo fuerza, nunca he entrenado. Solo tengo una opción, la lucha cuerpo a cuerpo, Traylís me ha estado entrenando desde que llegué para que pudiera defenderme, incluso sé usar la espada. Claro que, mientras a un sakurtziano la espada puede matarlo, a un mtelier solo lo daña. Su piel es más resistente y tardan menos en curarse.
—Es hora de irse, el barco está a punto de zarpar —me informa el general.
Ni siquiera tengo tiempo para digerir lo que está pasando ni para coger mis pertenencias. No me han dado una oportunidad, me están usando para dar una lección a otros sakurtzianos que están escondidos.
—Por favor, déjanos solo abrazarla por última vez —suplica Garytana.
—Está bien, supongo que no cambia nada un minuto más —concede, cansado, el general—. Sesenta segundos, ni uno más.
No soy capaz de girarme para mirarles, me he quedado petrificada. Noto como Degheto me abraza por la cintura y llora. Garytana y Traylís no dudan en unirse. Los acojo automáticamente y solo entonces las lágrimas caen por mis mejillas.
—Danhya, escúchame —pide Traylís, obligándome a mirarlo—. Ellos son más fuertes, pero tú eres más inteligente. Te conozco desde los siete años y siempre has sabido resolver situaciones complejas.
Está tan convencido que me duele decirle que no es verdad, por lo que asiento. No quieren verme morir, lo entiendo, yo tampoco quiero verles morir. Una parte de mí quiere asumir la derrota, mientras la otra tiene esperanza.
—Ganarás, lo superarás —anima Garytana—. Traylís tiene razón, puedes ganarles, puedes encontrar la forma de ganar. Sé que puedes.
La forma de ganar... esa frase se repite en mi cabeza. En la Academía hay pocas normas y en ninguna pone que no pueda esconderme todo el año para sobrevivir.
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Distrito Alpha
FantasíaInspirado en la exitosa novela Alas de sangre. Cinco reinos que vivían en paz, hasta que el gobernador de Hyllenim se proclamó el "Único Rey". El territorio Sakurtza, que pueden dominar los cuatro elementos, decidió anteponerse y acabar con él, crey...