Ushijima Natsume quedaba cada vez más impresionado con el chico que parecía un ángel en el tren, no sabía quién era ni mucho menos de dónde venía, pero estaba seguro de que se estaba enamorando de aquel desconocido, el problema era uno.
Oikawa no sa...
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“Iré a verte jugar”
Aquel mensaje había dejado a Oikawa sorprendido. Según había escuchado, Natsume no iba a ver ni los partidos de su hermano, pero ahora lo iba a ver a él.
Estaba emocionado, sobre todo en un partido tan importante como el que tendrían contra el Karasuno. Después de ese partido se enfrentarían contra el Shiratorizawa por un lugar en las nacionales, sus últimas nacionales.
Al estar por hacer su saque, miró a las gradas, topándose con la sonrisa del Ushijima que le miraba atentamente.
Soltó el aire contenido y se preparó para ganar, debía dar lo mejor de sí, por su equipo, por él y porque Natsume estaba apoyándolo.
Por otro lado, el Ushijima miraba el partido con cierto aburrimiento. No era su pasatiempo el mirar juegos de volei, pero estaba ahí por Oikawa. La última vez que hablaron en su casa, este le respondió por fin.
“Creo… Creo que podré corresponderte en un futuro”
No fue una respuesta muy precisa, pero por el momento le era suficiente para seguir intentándolo.
Debía ser perseverante y no rendirse, aún habían posibilidades, grandes posibilidades de ser correspondido por aquel.
— Ángel… — Miró sorprendido cómo Oikawa hacía un punto directo y lo apuntaba.
No pudo evitar reír mientras sentía sus mejillas calentarse. Sin duda le encantaba aquel chico; aunque fuera tan indeciso, valía la pena esperar por él.
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Natsume avanzó por los pasillos hasta visualizar a Oikawa frente a su hermano. El equipo de Oikawa había perdido contra Karasuno y, al parecer, su hermano estaba diciendo cosas insensibles de nuevo.
— Waka, vete de una vez. — Se acercó palmeando la espalda de su hermano menor, que simplemente asintió, dejándolos solos. — Perdónale, no tiene mucho tacto para estas cosas. — Le sonrió algo avergonzado.
— Es un idiota. — Frunció el ceño cruzándose de brazos.
— Jugaste muy bien, me impresionaste.
Al decir aquello, pudo ver cómo el castaño empezaba a temblar y se mordía el labio.
— Mentira, fallé la última recepción… Fallé.
— ¿Y eso qué importa? Diste lo mejor de ti, angelito. — Se acercó y lo abrazó con fuerza, y en cuestión de segundos fue correspondido. — Para mí eres el mejor jugador.
— ¿Aunque tu hermano sea Ushiwaka? — Preguntó algo burlón intentando disimular su llanto.
— Claro, eres mucho mejor que Waka, eres el mejor del mundo, Tōru.
Eso fue suficiente para que Oikawa le abrazara con más fuerza mientras enterraba su rostro en el pecho del mayor, en verdad necesitaba oír aquello.
A pesar de que ocultaba sus lágrimas, Natsume acariciaba su cabello mientras le halagaba. Él podía calmarlo en cuestión de minutos y eso le hacía estremecer.
No podía negarlo más ni ignorarlo, había pensado en eso antes, pero ahora estaba más que seguro.
Todas las noches solo pensaba en Natsume, al despertar igual, a cada momento aquel pasaba por su mente, no podía luchar contra esos sentimientos que hacían latir su corazón.
— Te quiero, Tōru.
Natsume era todo lo que necesitaba.
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