19. Los padrinos

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Días después

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Días después

Junio había pasado demasiado lento para ella. La incertidumbre. El dolor. La desesperación habían hecho mella en Sara con el paso de los días. Tantos sueños que tenía con su bebé. Tantas ilusiones truncadas solo en unos minutos, que se prohibió a si misma el pensar que todo sería perfecto, para, simplemente, dejarse llevar y vivir el día a día.

Y hoy había llegado ese maldito día, en el que por fin le dirían el estado en el que se encontraba su bebé. 

Sintió los suaves dedos de Carlos acariciar su espalda desnuda, consiguiendo él que los vellos de su piel se erizaran. Se revolvió en la cama aún sin querer darse la vuelta y mirarlo, pero cuando sus labios se estrellaron en su espalda, todo su autocontrol acabó. Necesitaba dejar de pensar. Necesitaba a Carlos.

Solo tuvo que darse la vuelta y buscar su boca para devorarse ambos en un beso desesperado, pues si ella se encontraba inquieta, Carlos no estaba con mejor ánimo que Sara. Acabó encima de él, con su ya vientre más hinchado, orgullo del piloto, quien la dejó tomar el control y que fuera ella quien marcara el ritmo de su encuentro.

Apasionado. Abrumador y desesperado, fue la intensidad que ambos le pusieron, dejándose car uno sobre el otro al terminar.

Sara aún tenía acelerado el corazón, reteniendo las ganas de llorar y temiendo la maldita hora en la que ambos debían acudir a esa ineludible cita médica. 

-Estás tan nerviosa -le habló Carlos al oído entregado a la tarea de acariciar su tersa y suave espalda.

-Tengo miedo -fue la confesión que Sara no podía ocultarle más.

-Lo sé. Yo también lo tengo. Pero, esto es como cuando me subo a mi coche, voy a por todas y eludiendo el querer estrellarme. Y eso es lo que vamos a hacer los dos. El circuito de Mónaco es complicado, pero, tú y yo somos expertos en lidiar con esta clase de situaciones.

Se agarró Sara aún más a su cintura, agradeciendo tanto que Carlos estuviera a su lado. Él siempre quería que las citas médicas tuvieran lugar en aquella semana que no había carreras, para, que en el caso de que algo no fuera correcto, estar al lado de su mujer y no dejarla pasar sola tan aciagos sucesos.

-Huele a café, y delicioso -le llamó la atención Sara, levantando la cabeza de su pecho.

-Alexandra te habrá hecho ese descafeinado que tanto te gusta -le contestó él, apartándola suavemente de encima suya para tomar su rostro entre sus dos manos y fijar sus ojos en los suyos- eres tan condenadamente guapa, y más con mi bebé en tu vientre.

-Carlos, a lo mejor deberíamos hablar de lo que tenemos que hacer si el niño...

La cortó Carlos con un beso. Uno de esos que él daba cuando su pasión por Sara lo consumía. Roces de labios, de bocas desesperadas y ansiosas el uno por el otro y tumbada ella de nuevo sobre la cama, dispuesta a recibir de nuevo a su marido entre sus piernas.

Red Heart - Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora