25. Ese desgraciado

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MESES DESPUÉS

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MESES DESPUÉS

Noviembre llegó de forma inesperada. Las cálidas temperaturas dieron paso al frío así como a las últimas semanas de embarazo de Sara, tres para ser exactas, era lo que le faltaba a la joven madre para dar a luz. Su hinchado vientre evidencia su estado, así  como el rostro de la chica, cansado en exceso y agotada con el paso de los días.

-Odio tener que irme -le decía Carlos a su esposa abrazándola por la espalda con sus manos en su vientre.

-Y yo odio que te vayas. Pero son solo dos carreras más y se acabó -le recordó ella aferrada a esos dedos que tanta calidez le mostraban.

-Espero que mi bebé no nazca mientras estoy fuera -rogó Carlos pues odiaría el que su hija viniera al mundo sin estar él a su lado.

-No sé yo si querrá esperarse. Lleva unos días muy inquieta y me tiene la espalda hecha polvo -llevó Carlos sus manos a la parte del cuerpo de la que se quejaba su mujer, encontrando ésta cierto alivio con el pequeño masaje que recibiera de su parte.

-Y si te pones de parte, lo dejo todo, Sara, así tenga que bajarme del coche en mitad de la carrera.

-Fred te mataría.

-Ya da igual. El año que viene no estaré a sus órdenes. Me la pela. Bastante que voy a ser segundo y ni las gracias me han dado.

-Bueno, verás como en Mercedes si que te las dan.

-Tengo que irme y no quiero -giró Carlos a su mujer prendado de su rostro en cuanto lo tuvo a pocos centímetros del suyo. Quiso tomar su boca de forma lenta y pausada, pero con Sara eso era imposible, y la devoró de forma feroz.

-Estaremos aquí cuando vuelvas -le prometió Sara, una vez que su marido se apartó de su boca.

-Cualquier cosa, me llamas, por favor.

-Si, no te preocupes, por favor. Tú céntrate en ganar y demostrarles a los de rojo lo equivocados que han estado contigo.

Tomó Carlos de nuevo la boca de su mujer, esta vez con más desesperación que antes. Hundió su lengua danzando con la de ella, saboreando cada parte de sus labios, esos que tanto echaría de menos. Sintió Sara como él rozaba uno de sus pechos, y gimió al notar ese contacto. A medida que su embarazo había avanzado, su excitación también había aumentado, necesitando a su marido en varias ocasiones al día.

-No puedo irme sin haberte follado otra vez -le confesó él tomando el borde de su vestido entre sus manos y deshaciéndose de él con facilidad. Se encontró con la pícara sonrisa de su mujer, quien estaba bien dispuesta a satisfacer el deseo de su esposo.

-Y yo no me quejaré de que lo hagas.

-Y yo no me quejaré de que lo hagas

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Red Heart - Carlos SainzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora