Capítulo 10. En el parque.

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Me puse el primer short y la primera camiseta que encontré en mi perchero. En un principio pensé en follar con Rubén, hacerme una foto discretamente y mandársela a Ángel para que viese que no estaba desesperado por él. Pero luego, al ver que Rubén no estaba conectado en Instagram (le había seguido la noche anterior, y luego me devolvió la solicitud), y, además, me parecía que ya era muy tarde para presentarme en su casa.

Ni se me pasó por la cabeza el rendirme, pero debía de cambiar el plan. Otra idea se me pasó rápidamente por la cabeza: ¿y si me instalaba Grindr? Evidentemente, solo buscaba un polvo rápido, no lo iba a instalar para encontrar al amor de mi vida ni nada parecido (a ver, que soy idealista y fantasioso, pero no gilipollas). Me lo instalé y me creé una cuenta, me registré por curiosidad pero también por mi objetivo. No me puse nombre ni foto de perfil, de edad me añadí un año (si no no se podría crear la cuenta) y en mi pantalla apareció un panel negro con varias fotos de hombres. Nunca antes había entrado en una red de ligoteo (ni siquiera lo había visto en redes), y lo que más me llamó la atención fueron las fotos de perfil, en las que la mayoría posaban sin camiseta, pensé que la gente era más discreta y que las fotos se mandarían cunado ya entablabas conversación con esa persona, pero bueno la carne era lo que vendía. No me había dado ni cuenta, pero ya me habían empezado a llegar los primeros taps (que son como fueguitos, te lo mandan para ver si empezáis la conversación) pero cuando vi quienes me lo mandaban: viejos. Me negaba a follar con señores que tenían canas en los huevos, así los ignore.

Pero había un perfil que sí que me llamó la atención. Su nombre era Abel y tenía 35 años. En un primer momento me pareció muy mayor, pero la foto de perfil mostraba un muchacho guapo y no tan mayor. Decidí aventurarme.

yo: holaa:)

No tardó nada en responderme.

Abel: Heyy. Tienes sitio??

yo: no. sorry.

Abel: Dont worry. te mola en publico?;)

Abel: Pásame tu ubi

yo: hay un parque cerca de mi casa, se llama el parque de Caín

Le mandé las coordenadas.

Abel: T recojo allí???

Abel: ????

yo: sí

yo: en 5 minutos voy

Abel: Okey, vete preparando;)

Al final tardé menos de lo que esperaba. Llegué al parque cinco minutos antes de que diesen las una de la madrugada. Había salido de mi casa con todas las precauciones posibles para que mis padres no se despertasen, cosa que si que logré. Era la primera vez que salía tan tarde de mi casa, y la primera que salía sin que mis padres estuvieran despiertos.

Me vibró el móvil. Era un mensaje de mi match.

Abel: T veooo

yo: dónde estás???

Se escucho el quebrarse de una rama, me giré y vi al chico de la foto: muy alto, con pelo oscuro y piel mediterránea. Llevaba una camisa gris de tirantes que ponía "Work harder". Lo que más destacaba era su barba.

-¿Qué tal, tío?- me dio un apretón de manos. Se sentó en un banco, lo que yo también hice.

-Bien.

-¿Estás nervioso?

Reí, efectivamente estaba nervioso.

-Un poquillo.

-Jajaja, no pasa nada, yo también tenía nervios cuando perdí la virginidad. El truco es dejarse fluir.- más serio, añadió.- ¿Tú eres mayor de edad, verdad?

Ugh. No, no lo era.

-Si, cumplí los 18 hace dos meses.

-Ah, vale.- suspiró aliviado.- Me parecía que lo fueses, y la verdad que no me quiero meter en un marrón.

-Claro, claro.

Me empezó a besar y me puso la mano en el muslo. Pese a ser de forma imprevista, cogí rápidamente el ritmo. Respondí a sus besos entrecortados, y mientras cogí su muñeca y fui acercando mi mano a mi culo. Notó que era lo quería hacer, dejó de besarme y fue recorriendo mi cuádriceps.

-¿Quieres que vaya más rápido?

Yo asentí, silencioso y sumiso.

-Pues ponte encima de mi rodilla y tendrás esto.- se levantó la camisa sin desvelar el pecho, dejando a la vista una marcadísima tableta de chocolate.

Ni corto ni perezoso, hice lo que me pidió y siguió dándome besos, pero esta vez por el cuello. Se desvistió de cintura para arriba y desveló un marcado torso. Manos a la obra me puse, empecé lamiendo y dándole mordiscos a los pezones, luego bajé a su tableta de chocolate. Se notó que disfrutaba, no paraba de gemir.

-Para ya o me voy a correr.- dijo al poco rato.

Cambiamos de postura para el siguiente nivel de nuestro juego, él se tumbó en el banco, y yo me coloqué como putita a cuatro patas. Se quitó el pantalón y saltó su polla disparada. Sin tiempo a presentaciones, me la metí entera en la boca, estaba ansioso. No la tenía tan grande como podía parecer de un macho como él, pero disfruté mucho. Él me observaba como el que hace una abomínala mientras yo comía mi cena. En un momento, cuando ya estábamos los dos muy cachondos, paré la mamada.

-¿Qué pasa?- dijo mirándome.

-¿Puedes hacerme una foto chupándotela?

-¿Por qué razón?- se puso de rodillas.

Evidentemente no iba a decirle el verdadero motivo de la grabación, si no quedaría como un lamentable. Así que dije lo primero que se me vino a la cabeza.

-Me da muchísimo morbo.

Total, de una manera u otra iba a perder la dignidad.

-¿Conque eres un pajero?

Lo dijo serio, y yo tragué saliva, la había cagado.

-Oye, perdón si he metido la pata, no quería...

Su risa me interrumpió.

-Que iluso eres, niño.- le pareció ese comentario muy gracioso, por lo que rio más.- Me encanta tu inocencia.

-Ya, no eres el primero que me lo dice.- respondí con amargura.

-No, no me importa grabarte. Pero no quiero que salga mi cara. Si te quieres pajear ven a mi casa y te saco la leche.- me ignoró tras parar de reír.- ¿Qué tienes pensado?

-Podrías ponerte sentado en el banco, como el que come pipas. Yo te la chupo y tú mientras me la haces desde arriba.

Él aceptó, y nos pusimos en postura. Yo subía y bajaba mientras el con mi móvil grababa. Tenía los ojos cerrados para no cegarme con el flash, me calentaba mucho esa postura de sumisión. Disfrutaba mucho. Abel me decía guarradas que (hay que reconocerlo) me encantaban. Me decía que era una guarra, una cerda, una vendida, y yo solo podía chupar y seguir chupando sus centímetros.

-Ah, ah, para ya, que me corro.

Era la segunda vez. Debía ser de poco aguante. Me la saqué de la boca. Dejó de grabar y me dio el móvil.

-¿Quieres que te la meta ya?

-Estoy deseándolo.

Cuando se metió la mano en el bolsillo del pantalón caído para sacar el condón, se escuchó el ruido de una ramita rota y un "ostia". Rápidamente, nos pusimos en alerta los dos.

-¡Eh! ¿Quién está ahí?- dijo mi match mientras se subía los pantalones.

Ángel de mis pasiones homoeroticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora