Capítulo 11. En el parque II.

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En ese momento de confusión, le mandé el vídeo a Ángel, pero mi match salió corriendo por el camino del parque. Mientras, iba gritando "¡Eh! ¡Ven aquí!". Yo le seguí, no me hace gracia la idea de quedarme solo a oscuras en ese parque. Afortunadamente no tuve que correr mucho, nos encontramos el origen del ruido.

Era un chico de cabello rubio tirando a rojizo, alto y fornido. La forma en la que nos lo encontramos fue muy lamentable, estaba detrás de un árbol, tirado en la hierba, con unos pantalones cortos grises a la altura de las rodillas y con la polla empinada.

-¿Has estado viéndonos, verdad, pervertido?- le dijo Abel con enfado.

Él no respondió. Abel me miró a mí.

-Hazle una foto al pervertido este, que vamos a denunciarle.

Lo vi tan enfadado que obedecí sin rechistar. Cuando la hice y se la iba a pasar, el chico rompió a llorar.

-P-por favor n-no me denunciéis.- dijo, desconsolado.- Pue-edo explicarlo.

-Habla entonces.

-Por aquí hay muchos gays que vienen a follar. Pues siempre me ha llamado la atención, pero como se escondían no los podía ver desde mi ventana, asi que os he escuchado y cuando os habeís empezado a besar, he venido y me he escondido silenciosamente detrás de este árbol- lo señaló.- Cuando empezasteis la mamada se me ha empalmado y no he podido tocarme un poco. Por favor, no se lo contéis a nadie, aún no estoy preparado para salir del armario, juro que no os estaba grabando ni nada.

Tras decir esto se puso de rodillas y siguió llorando.

-¿Qué hacemos?- dije a mi compañero a lo bajito.

-No sé, parece que dice la verdad.- me contestó en susurros.

-En ese caso, ¿qué hacemos? No quiero que tenga que salir del armario.

-Ya.

-¿No se te ocurre nada?

-Tengo la sangre en otra parte ahora mismo.

-Que guarro.

-Pero a ti te encanta que sea un guarro- susurró con una sonrisilla.

-Déjate ya de tonterías. Te recuerdo que tenemos a un chaval llorando en el suelo.

Resopló, y tras hacerlo, con voz ronca, exclamó:

-¿Sabes qué? Te perdono, chico.

Él dejó de llorar.

-¿Es enserio? ¿No le vais a decir a nadie que me habéis visto?

-No. Al fin al cabo era un sitio público.

El pelirrojo se levantó y sonrió.

-Muchísimas gracias, de verdad.

-Ya te puedes ir.- dijo Abel.

-Si, de verdad, muchísimas gracias.

-Levántate el pantalón de paso.- dijo Abel.

-Ah, claro, papi.

"Papi." ¿Como que papi?

-¿Qué has dicho?- dijo mi match.

-Nada, nada.- con la cara colorada, se giró.- Perdón.

-Anda, vete ya.- está vez hable yo.

-Si, adiós, lo siento.

Con esa retahíla de palabras, se fue corriendo mientras se subía el pantalón.

-Bueno, ¿donde lo habíamos dejado?- dijo Abel cuando el invasor se fue.

-Aquí- y me bajé de nuevo los pantalones, dejando mis nalgas al aire.

-Joder, están más deliciosas ahora que antes.

-Entonces, ¿a qué esperas?- apoye los brazos en el banco .

Ni corto ni perezoso, se puso a lamerme el ano. Pasaba su lengua de arriba a abajo, lubricando y llevándome al cielo. Su barbita me pinchaba, pero eso solo me daba más placer. Aunque tenía los pantalones por las rodillas, Abel me tenía tan loco que ni me enteraba, sólo sentía la humedad en mis nalgas.

-Oh, si, papi.
-¿Qué me has llamado?- paro de lamer.
-Na-nada.

Me agarró del cuello y se acercó a mi oreja.

-Repíteme el nombre que me has dicho, o te quedas con las ganas.
-Va-vale, papi.
-Así me gusta, que seas obediente. A partir de ahora me tienes que llamar así todo el tiempo, ¿entiendes?
-Vale, papi.

Me dio un pequeño mordisco en el lóbulo y se separó.

-¿Estás preparado para lo que te viene?
-Si-si, papi.

Se quito por completo el pantalón y toco mi espalda. Era mi señal para que volviese a mi posición de sumisa.
Tras ponerme a una postura extraña, a 4 patas apoyado en la madera del banco, Abel siguió lamiendo, hasta que consideró que estaba bien lubricado. Me dio una cachetada, a la que reaccioné con un gemido, y empezó a meter su polla en mi culo. Primero la metió entre mis nalgas y lentamente fue entrándome, y cupio sin que yo rechistase.
Con movimientos constantes fue follandome, sus centímetros recorrían mi interior, lo disfruté muchísimo.
Metía, sacaba, metía, sacaba; mientras yo disfrutaba como un animal en celo.

Paro para cambiar la postura, en silencio me di la vuelta y me tumbé en el banco, dejando el culo completamente abierto.
Por su sonrisa maliciosa supe que él lo sabía. Me dio una cachetada y siguió dándome duro, esta vez sin preámbulos ni nada.

Disfrute mucho, pero también sufrí un poco. Me daba, yo recibía con muchos gemidos. Creí que iba a aguantar mucho, pero no contaba con que se convertiría en mi vampiro. En el momento en el que me empezó a morder el cuello, traté de contenerme, pero no pude: me corrí.
No me dio tiempo ni a avisarle, ya había manchado todo su abdomen con mi semen. Menos mal que no tenía ropa, porque si no se le hubiera manchado.

Abel reaccionó a esto dándome más besos, estos se iban amplificando mientras me metió mano por mi espalda. Pensé que quería hacer un juego sexual, pero me di cuenta de que quería girarme y cambiar de posición.
Me puse a 4 de nuevo y embistió. Nunca en mi vida me han dado de la forma en la que él me dió. Tenía la fuerza de un toro, fuerza a la que yo respondía con unos gemidos que rozaban los gritos. Abel me tapo la boca. Me encantaba, pero también quería que terminase.

-Joder, joder, JODER.

Con ese último grito, Abel me llenó de lefa. Imprevisiblemente yo también llegue a otro orgasmo, dejando el banco lleno de corrida. Se la sacó rápidamente y tiró el cordón.

-Me has puesto loco.- dijo con una sonrisa mientras se ponía la camiseta.

No esperaba esa respuesta de un chico de Grindr, pero sonreí y devolví el cumplido.

-¿Anda que tú? Has hecho que me corra dos veces.- me subí el pantalón.

-Jajaja, es verdad.- me dio un amistoso golpe en la espalda- A ver si quedamos otro día.

-Espero que si. Adiós.

Me alejé de él y miré la hora tras salir del parque. Eran las 1:34. No había ningún mensaje de Ángel. Pero de él no me acordé hasta la mañana siguiente.

Ángel de mis pasiones homoeroticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora