Capítulo 9. Después de la fiesta.

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Limpiar no fue tan duro como podríais pensar. Nos dividimos el trabajo: Rubén limpiaba el patio mientras yo limpiaba el interior de la casa. Salí ganando yo, pues el patio tenía mucha más basura que la casa, y fuera el Sol daba con mucha fuerza y prendía el ambiente.

Las habitaciones estaban prácticamente intactas, ya que Rubén había sido previsor y las había dejado cerradas con llave. El salón y la cocina era otra historia. Ayer no me había dado tiempo a verlos, pero estoy seguro de que estaban muy pulcramente cuidados. Ahora la imagen que tuve no le hizo ninguna justicia: las bolsas y papeles estaban esparcidas por el suelo (pese a que la noche interior Rubén dejó unas bolsas para tirar los desperdicios), había manchas de kétchup en la mesa, incluso me encontré con unos perritos calientes a medio comer. La cocina estaba en las mismas condiciones, solo que allí había un mayor número de cervezas.

Rubén me dio instrucciones de lo que tenía que hacer: primero barrer, luego recoger y tirar los desechos que los invitados no habían tirado, fregar el suelo, limpiar por encima las ventanas y por último lavar los platos y cubiertos reutilizables y tirar los desechables.

Tras meter el último plato en el lavavajillas, miré el reloj del microondas: eran las 12:32, habían pasado aproximadamente dos horas. Salí de la casa, y encontré a Rubén en la piscina. Estaba intentando sacar unas latas del fondo con una red.

-¿Ya has terminado con la casa?

-¿Qué puedo hacer?- pregunté

-Ahora mismo nada, ahora te digo. Por cierto, he encontrado tu móvil.

-¿Si? ¿Dónde estaba?

-Lo encontré tirado por ahí. Da gracias a que no te lo han robado.- señaló una mesa cercana- Ahí lo he dejado.

-Muchas gracias, de verdad.- dije mientras me dirigía a la mesa- Pero veo que el bañador aún no lo has encontrado.

-Es que yo sé que en realidad te gusta. Te da morbo.

-¿El qué? ¿Verte en pelotas?- me giré.- Anda, no me hagas reír.

-Jajaja, te haces la dura, ¿verdad?

-¿Como que la dura? No quiero nada contigo, ¿sabes?

-Si, eso dicen todas al principio.

-A ver, a ver, no confundas mis intenciones. En ningún momento he dicho que quiera algo contigo.

-Seguro que has rebuscado en mi ropa sucia y te has pajeado con unos calzoncillos.- dijo interrumpiéndome.

Me empecé a cabrear.

-¿Pero tú te estás escuchando?

Él rio muy fuertemente y añadió:

-Tranqui, que es una broma.

-Pues a mi no me hace ni pizca de gracia.

-Venga, cambia esa cara. Piensa por un momento, ¿de verdad te pensarías que te diría algo así?

-No lo he hecho.- dije tajantemente.

-De todas formas, si lo hubieras hecho no me importaría en absoluto.

-Eres un guarro.

-¿Por qué?- se sorprendió.

-Las cosas que dices, que si huelo tus calzoncillos, que me gusta verte desnudo, no son bromas que me hagan gracia. Tu rollito de fuckboy no funciona conmigo.

Pensé que se iba a enfadar, pero soltó otra carcajada.

-¿De verdad crees que soy así? Actúo según el personaje, no suelo ir de fuckboy.

-Pues menos mal que no, porque si fueras así ninguna chica se acercaría a menos de dos metros a la redonda de ti.

Después de decir eso, su rostro, que había estado alegre y jubiloso, se frunció.

-Ya te estás pasando.- dijo con tono serio.- Encima deberías de estarme agradecido por lo que hice ayer.

-¿Qué me estoy pasando yo? Eres tú el que me estás faltando el respeto. Y yo no tengo que agradecerte nada.

-O sea, te encuentro llorando, te calmo, encuentro tu móvil y ¿así me lo pagas?

-¿Y tú qué? Me llamas puta, fetichista y te ofendes cuando te reprocho. Debe ser que papi y mami no deben de contradecirte mucho.

Soltó la red y se volvió contra mí.

-Repite eso si tienes huevos.

Me quité la camiseta, la lancé y dije:

-Aquí tienes, yo me voy a mi casa.

-Tú verás, pero que sepas que si me hubieras dejado te hubiera dado la mayor follada de tu vida.- me dijo cuando me dispuse a salir.

-Estás mal de la cabeza. No soy esos perdedores que acaban en tu cama por aburrimiento.

Me gritó otra cosa, pero como ya había salido del patio no le escuché. Mejor así.

***

Llegué a mi casa a las cuatro de la tarde (la casa de Rubén estaba a cierta distancia), y mis padres estuvieron dándome la brasa con que "me habían dado la mano y me había llevado el brazo". Estuvieron así hasta que tras media hora concluyeron con un castigo que no volvía a salir en las siguientes dos semanas. "Total, casi ni me importa, ¿con quien voy a salir ahora?", pensé amargadamente.

Ángel no me había escrito ningún mensaje, aunque pueda parecer una chorrada, sentía que iba a hacerlo. Y lo peor es que yo estaba ansioso porque llegase ese momento, el instante en que se disculpara y yo volviera a sus brazos de nuevo. Dejé el móvil sobre la mesa y me tumbé en la cama. No tenía ganas de comer, ni de llorar siquiera, la apatía solo quería que me evaporase. Muchas cosas habían pasado en las últimas cuarenta y ocho horas, tantas que ya no sabía que hacer, cómo solucionarlo, o siquiera si quería solucionarlo. Sentía la cabeza como una bomba, caliente y con ganas de explotar.

***

Me desperté en un estado de confusión más grande con el que me había despertado aquella mañana. Me llevó cinco minutos darme cuenta de que me había dormido.

Eran las 23:56. Había estado durmiendo durante siete horas. Eso junto a las de esta mañana era una bestialidad. Por lo menos ya no me dolía la cabeza.

Salí de mi habitación a beber agua, y cuando pasé por el salón vi a mis padres dormidos en el sofá. Les apagué la tele y volví a mi cuarto.

Los primeros minutos estuve tumbado, buscando otra vez el sueño. Efectivamente, eso no pasó, así que cuando me cansé abrí los ojos y me puse con el móvil. Estuve viendo TikTok, y a la media hora o así entré a Instagram. Gran error. Nada más entrar, me apareció el circulo morado resplandeciente de la historia de Ángel. "Da gracias a que no te ha bloqueado", me dijo una vocecita interior.

La abrí, y eran cuatro fotos y videos de la fiesta. Estaba segurísimo de que las había tomado después de nuestra disputa, pues se veía que era muy tarde.

"Mientras tú llorabas pensando en lo que te dijo en ese baño, él estaba bebiendo y pasándolo bien", me dijo la parte traicionera y ruin de mi cerebro.

"Pero estaba borracho, no sabía lo que hacía.", contestó de inmediato la parte más suave.

"¿Eso le da derecho a tratarse así y luego irse a por más?"

"Si".

Solo que esta vez no había sido mi mente, lo había dicho yo.

"Él te dijo que solo le tenías a él para follar, pero hoy Rubén te ha ofrecido tener sexo."

Ese pensamiento se me cruzó por la mente, y desapareció rápido y velozmente, como una estrella fugaz. Como la mayoría de ideas malas que he tenido a lo largo de la vida.

"No es para tanto, es solo sexo para demostrarle a Ángel que se equivocaba."

"No, no lo hagas, esto va a acabar mal.", el lado racional me frenaba.

"¿Qué puedo perder?"

Con ese pensamiento callé todas las voces de mi cabeza. Ya nada podía detenerme.

Ángel de mis pasiones homoeroticasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora