27. Extraterrestre

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—¡Moon! —exclamó para llamar su atención—. Intentaré entrar en tu sueño, para que volemos juntas —rio con la idea imposible, pero muy linda.

—Claro —dijo la pelinegra—, puedes entrar cuando quieras. Incluso cuando me extrañes o tengas miedo, siempre estará la puerta abierta hacia mi mundo onírico para ti.

Y esas fueron las palabras que despidieron finalmente a Samantha.

Justo en esa amarga noche, Moon no había podido soñar con Samantha. Aquella no apareció en sus sueños, porque le costó quedarse dormida, por primera vez en mucho tiempo. Miraba el techo, y luego hacia su ventana. Veía las estrellas, imaginaba que sería otra noche más y luego en la mañana siguiente irían con Sam, juntas a la escuela, riéndose de cada ocurrencia.

Pero eso no sucedería.

Un accidente, un maldito accidente, se llevó a la familia Wood una noche oscura de lluvia. La noticia no demoró en llegar a las puertas de la casa de Moon. Con el tiempo transcurrir, se enteraron todos.

La señora Bell estaba destrozada.

—¿Qué pasa, mamá? ¿Por qué hay tantos policías?

Ella abrazó a su pequeña hija.

—Son los Wood, ellos... Su auto volcó en la carretera. —La abrazó con más fuerza, mientras sentía como Moon no quería aceptarlo—. Nadie sobrevivió.

Su hija comenzó a llorar desenfrenadamente. Era un dolor tan inmenso que ni siquiera sabía cómo sentir. Ambas se abrazaron mientras lloraban por la desgracia que se había llevado a sus vecinos para siempre. La vida podía ser muy cruel a veces, sin distinción.

En el funeral habían muchas personas. Moon observaba a los hombres de traje, amigos del padre de Sam. Nadie lloraba, estaban rígidos como sus corbatas. También veía a muchas mujeres, debían ser sus esposas y amigas de la madre de Sam. Estaban muchos compañeros de ambas, un poco perdidos de la tristeza y desolación que sentía Moon.

Ellos no sentían lo que ella sentía.

Habían miradas que se posaban en ella, con lástima. Moon se sentía expuesta ser juzgada por todos los presentes.

Pero no le importó. Ya nada le importaba.

Se acercó hacia los tres féretros. Al medio yacía el que le pertenecía a su mejor amiga. Se acercó a ella, sintiendo muchas miradas al mismo tiempo. La tapicería del ataúd estaba abierta, y podía verla.

Llevaba puesto un vestido blanco. Permanecía inmóvil y serena en su lugar. A Moon le hubiese gustado ver sus hermosos ojos verdes por última vez, pero sus párpados estaban cerrados y parecía dormida.

Moon recordó que a Samantha le costaba mucho dormir por sus terrores nocturnos. Recordó también cómo le había enseñado para que pueda ser una tarea más factible para su mejor amiga. Y comenzó a recordar las múltiples cosas que le había enseñado Sam en vida.

Su piel estaba un poco más pálida. Llevaba maquillaje en sus pómulos, que lucían levemente sonrosados, como si hubiese estado por un tiempo frecuente en un lugar lleno de nieve. Sus labios tenían el mismo color. Era preciosa. Su cabello rubio no estaba liso, tenía muchos rulos que la hacían ver como una verdadera muñeca.

Moon quiso acariciar su cabello brilloso y lo hizo.

Cuando la tocó, había despertado de ese trance de felicidad y recordó la dura realidad. Ella había muerto. Ella se había ido para siempre.

—No te vayas, Sam. Por favor, visítame en mis sueños. ¡Recuerda que te dije que puedes entrar cuando quieras!

Lloraba y lloraba, sin encontrar consuelo.

Conexión Galáctica [Girls Love] TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora