Minji pasó gran parte de lo que quedaba de tarde en casa de Haerin, lamentándose por un lado sobre la pérdida del viejo Kang y por el otro compartiendo con los presentes una que otra taza de té para aliviar la tensión y la tristeza del ambiente tan sombrío.
Por un momento, Minji pensó que su fracaso deportivo era una miseria al lado de haber perdido un familiar cercano. El sufrimiento de los familiares de Haerin era mil veces peor a la tristeza que Minji se había atrevido a sentir en las últimas horas y, a cuesta de eso, parecía ser que las palabras de su entrenador tomaban más sentido en su cabeza: «—Eres una egoísta, y no quiero una jugadora egoísta en el equipo». Dolía recordarlo y darse cuenta que probablemente era cierto.
Cuando se despidió de los presentes y Haerin la fue a dejar a la puerta con la misma intención de despedirse, el corazón de Minji empezó a acelerarse y una leve ola de preocupaciones incontrolables subieron por su espalda.
Las calles por sí solas se volvían agobiantes y su cabeza, repentinamente, empezó a recibir dolores y punzadas incómodas que solo le recordaban a lo pésima que era de compañera y de jugadora.
No merecía jugar voleibol.
Con la desesperación acorralándola en el ambiente abierto, Minji se acercó a la banca más cercana de la calle. Tomó asiento, se apoyó en sus rodillas y empezó a respirar. Se sentía como en sus partidos más horribles, o como una niña abandonada.
Sus manos, aún temblorosas, buscaron en sus bolsillos aquel teléfono que le daría la oportunidad de sentirse mejor.
Con su mirada borrosa, Minji ni siquiera supo cómo logró marcar el número de su madre. Llevó el teléfono a su oreja y entonces, le contestaron.
Ni siquiera se sentía merecedora de su tristeza.
Egoísta, egoísta, egoísta.
—¿Hola? ¿Minji? —la voz de su madre del otro lado fue como una punzada en el corazón que intensificó sus ganas de llorar.
Mordió su labio inferior y quiso decir algo, pero simplemente no resultó.
—Hija, ¿estás allí? —insistió. —¿Estás bien?
—N-No... —tartamudeó.
Empezó a llorar por quinta o sexta vez en el día.
—Minjinie —la mujer habló con lastima —, ¿es por lo del partido?
—L-Lo arruiné, mamá —susurró y su mano desocupada cubrió sus ojos que desbordaban lágrimas —, hice todo mal.
—Minji, tranquila —su voz era calmada —. Respira tranquila porque esto no es algo de vida o muerte, hija. Hiciste lo mejor, diste lo mejor, eso es muy valioso, no importa si te equivocaste, es normal y está bien.
—Me echaron, m-me expulsaron, mamá.
Entonces, el silencio fue suficiente para entender que era una noticia sorpresiva. Minji solo podía llorar, trataba de ahogar sus sollozos, pero era imposible; se asfixiaba cada vez que intentaba reprimirlo.
—Habrán muchas más oportunidades, Minji —aseguró con firmeza. —¿Quieres ser una gran jugadora? Entonces continúa, Minji. Yo siempre estaré aquí para apoyarte, cuidarte y decirte que lo hiciste bien. No es el final, puedes volver a intentarlo.
No pudo contestar, solo lloriquear. El corazón se le rompía en mil pedazos.
—¿Estás en casa? —consultó.
—N-No...
—Ve a casa —ordenó —. Mañana iré y almorzaremos juntas, pero ahora descansa. ¿Comiste?
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ikigai | bbangsaz
FanfictionMientras Kim Minji trata de aceptar su expulsión del equipo de voleibol luego de haber arruinado las cosas en el partido de semifinales, Hanni Pham recorre las calles de Geoje con una guitarra y el profundo deseo de convertirse en una artista recono...